La acción humanitaria en un panorama cambiante: ¿cumple con su propósito?

04-02-2013 Artículo, por Yves Daccord, director general del CICR

Durante más de un año, el conflicto armado en Siria, de creciente intensidad, y sus efectos devastadores para las personas dentro y fuera del país han ocupado el centro de la atención internacional, y no hay indicios de que el sufrimiento esté llegando a su fin. Si bien existen muchos otros conflictos internos que causan sufrimientos inconmensurables lejos de la mirada de la prensa, la situación en Siria concentra algunos de los problemas clave que las organizaciones humanitarias deben enfrentar en la actualidad.

Entre esos problemas se encuentra la creciente brecha entre las necesidades humanitarias y la capacidad de darles una respuesta eficaz. Por un lado, las necesidades de las personas afectadas por los conflictos armados y la violencia son cada vez mayores y más complejas, y se ven agravadas por la crisis económica y financiera mundial. La pobreza y la miseria han recrudecido como nunca antes y se han vuelto crónicas, al tiempo que la escasez de recursos sitúa a los gobiernos (y a las organizaciones humanitarias) bajo una presión sin precedentes. Por otro lado, las restricciones –de naturaleza militar o política– que entorpecen la llegada de la ayuda humanitaria tornan más difícil la satisfacción de esas necesidades. Siria es sólo un trágico ejemplo de un país donde la población civil sufre las consecuencias de un conflicto cada vez más intenso y la respuesta de las organizaciones humanitarias, cuya tarea se ve obstaculizada por limitaciones políticas o de seguridad, está muy por debajo del nivel requerido para satisfacer las necesidades de la población.

Por un lado, las necesidades de las personas afectadas por los conflictos armados y la violencia son cada vez mayores y más compleja (...). Por otro lado, las restricciones (...) a la ayuda humanitariatornan más difícil la satisfacción de esas necesidades.

Si bien la pérdida de proximidad entre las organizaciones humanitarias y las personas a las que pretenden ayudar se debe, en parte, a cuestiones relacionadas con la falta de seguridad y, en parte, a asuntos de soberanía y al control de la asistencia por parte del gobierno del territorio donde tiene lugar el conflicto, existe otro motivo importante. Se trata de la decisión de la mayoría de los organismos de la ONU y de muchas grandes ONG internacionales de dejar la respuesta –y los riesgos que implica– en manos de socios locales. Como la cadena que une al donante con el organismo de la ONU, la ONG internacional, el socio local y, por último, el beneficiario es cada vez más larga (con las dificultades de supervisión que ello entraña), se plantean interrogantes fundamentales acerca de la eficiencia y la eficacia de la respuesta, en especial, acerca de quién es el principal responsable de la ayuda. Asimismo, de este modo, se pierde la perspectiva directa de las necesidades reales y de la capacidad de resistencia de los beneficiarios.

Otro de los problemas clave, y una característica destacada del panorama humanitario actual, es la creciente descentralización y fragmentación de la asistencia humanitaria, que en ciertos casos genera una competencia feroz entre actores humanitarios. Esa tendencia torna obsoletos los mecanismos de coordinación tradicionales, que se ven entonces reemplazados por acuerdos flexibles que se ajustan a cada contexto. Si bien estas nuevas formas suelen tener buena acogida –y la diversidad de nuevos actores humanitarios es recomendable–, el problema que surge en un entorno con tantos intermediarios es la dificultad de distinguir con claridad la acción humanitaria basada en principios de la mera asistencia destinada a brindar alivio. Mientras que esta última puede responder a objetivos militares, políticos o económicos, la acción humanitaria que se rige por principios siempre debe responder a necesidades reales. Borrar la línea divisoria entre ambas dificulta u obstaculiza el acceso humanitario de los todos actores imparciales a las personas que están a ambos lados de un conflicto. Para que la tarea humanitaria pueda llevarse a cabo, los principios de humanidad e imparcialidad deben ser el denominador común de todos los actores participantes, independientemente de sus misiones o enfoques particulares.

La acción humanitaria guiada por principios no es más que una fórmula vacía si no se traduce en una respuesta eficaz en el terreno. Las organizaciones humanitarias, incluido el CICR, deben evaluar con honestidad sus propias capacidades y limitaciones, con un compromiso real con el propósito de hacer coincidir las palabras bonitas y las buenas intenciones con la acción efectiva. Para ser eficaz y útil, la coordinación debe apoyarse más en la responsabilidad y la transparencia genuina que en mecanismos y procedimientos de coordinación cada vez más sofisticados. Debemos ser realistas y evitar las ambigüedades en lo que atañe a nuestras capacidades en situaciones de emergencia, saber adónde tenemos acceso humanitario y adónde no, dónde llevamos a cabo las actividades directamente y cuándo trabajamos con socios locales. Si delegamos tareas en socios locales, ¿en qué medida supervisamos sus actividades? ¿Estamos en realidad transfiriendo riesgos que no estamos dispuestos a asumir? ¿Cómo evaluamos las necesidades? ¿Hacemos partícipes del proceso a los beneficiarios de nuestra acción humanitaria? ¿Hasta qué punto?

El CICR reconoce claramente la necesidad de coordinación con otras respuestas a través de socios operacionales tanto dentro del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja como fuera de él. La necesidad de establecer una base de apoyo más amplia mediante la participación de una mayor diversidad de partes interesadas es esencial para fortalecer la aceptación, la percepción y la importancia de la ayuda humanitaria. No satisfacer esa necesidad implica el riesgo de no ser aceptados por el Estado, las fuerzas militares, la sociedad civil o las organizaciones religiosas. Esa falta de aceptación podría tener consecuencias negativas para la seguridad del personal sobre el terreno.

Asimismo, es necesario invertir más en nuestra fuerza laboral y prestar mayor atención a los mecanismos de gestión, apoyo y retención de nuestro personal. Alcanzar el justo equilibrio entre diversidad, construcción de liderazgo y satisfacción de los estándares profesionales más rigurosos es crucial para contar con un personal cada vez más preparado para llevar a cabo sus actividades en contextos sumamente complejos y exigentes.

 

Ha llegado el momento de que los actores humanitarios refuercen lo que tienen en común, aprovechen al máximo la diversidad y avancen en el compromiso genuino de superar las deficiencias y evitar las superposiciones en la ayuda humanitaria.

El mayor desafío consiste en adecuarse a los cambios que tienen lugar en el panorama humanitario en una época en que las necesidades humanitarias son muy vastas y complejas, y los recursos necesarios para satisfacerlas son, por el contrario, muy limitados. La presión de “hacer las cosas bien” y proporcionar una respuesta humanitaria coherente y efectiva es muy fuerte. Ha llegado el momento de que los actores humanitarios refuercen lo que tienen en común, aprovechen al máximo la diversidad y avancen en el compromiso genuino de superar las deficiencias y evitar las superposiciones en la ayuda humanitaria; un compromiso genuino con la acción efectiva y no con las palabras, con mejorar la vida de las personas afectadas por crisis humanitarias en curso o emergentes. Sólo así la ayuda humanitaria cumplirá con su propósito en este contexto tumultuoso, en el que las necesidades son cada vez más complejas.

Fotos

 

ICRC Director-General Yves Daccord
© ICRC

Homs, Siria.Voluntarios de la Media Luna Roja Árabe Siria y miembros de la comunidad local descargan camiones con ayuda humanitaria. 

Homs, Siria.Voluntarios de la Media Luna Roja Árabe Siria y miembros de la comunidad local descargan camiones con ayuda humanitaria.
© SARC / I. Malla / v-p-sy-e-00105

Kanyarucinya, Kivu Norte, República Democrática del Congo. Una cisterna de color amarillo del CICR almacena agua potable que se distribuye entre las familias desplazadas. 

Kanyarucinya, Kivu Norte, República Democrática del Congo. Una cisterna de color amarillo del CICR almacena agua potable que se distribuye entre las familias desplazadas.
© CICR / T. Kiumbe / v-p-cd-e-01452

Hospital Mirwais, Kandahar, Afganistán. Una enfermera del CICR y una enfermera del hospital atienden a Obidella, joven de 15 años que perdió una pierna al explotar una bomba de fabricación casera cuando recogía frutos en la granja de su familia. 

Hospital Mirwais, Kandahar, Afganistán. Una enfermera del CICR y una enfermera del hospital atienden a Obidella, joven de 15 años que perdió una pierna al explotar una bomba de fabricación casera cuando recogía frutos en la granja de su familia.
© CICR / K. Holt / v-p-af-e-01632