La acción del CICR durante la Segunda Guerra Mundial

31-03-1997 Artículo, Revista Internacional de la Cruz Roja, por François Bugnion

  Tras las acusaciones formuladas contra delegados que prestaban servicios para el CICR durante la Segunda Guerra Mundial, y que fueron publicadas por la prensa en el verano de 1996, la Institución se comprometió a esclarecer este período de su pasado. Dichas alegaciones se basan en observaciones hechas por agentes de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) estadounidense, según las cuales, delegados del CICR actuaron de modo poco compatible con el cometido humanitario de la Institución.
 

  Después de efectuar minuciosas investigaciones en sus propios archivos y en los Archivos Federales suizos, el CICR puede afirmar, actualmente, que de las 49 personas cuyos nombres figuran en los documentos de la OSS sólo 18 trabajaban para el CICR; tres de éstas cometieron, efectivamente, actos reprensibles. Una hizo malversaciones y las otras dos fueron convictas de actividades de espionaje, cuyo móvil fue, probablemente, el afán de lucro. Sólo en el primer caso, la persona concernida prestaba servicios para el CICR cuando tuvieron lugar las actividades supuestamente delictivas y, tras una investigación a nivel interno, el asunto terminó con la renuncia de dicha persona. En cuanto a los otros dos casos, los actos criticables tuvieron lugar antes o después de que esas personas trabajaran para el CICR. Las demás alegaciones dimanan de un patente desconocimiento de la Institución, de su cometido y de sus modalidades de trabajo.
 

  Dados estos elementos de la investigación, resulta claro que sólo un bajo número de individuos sucumbió a influencias contrarias al ideal humanitario durante la Segunda Guerra Mundial.  

  En este número, la Revista publica la última versión del informe de François Bugnion, en el que se tiene en cuenta el estado actual de la investigación emprendida por el CICR [1 ] .  

 
 

  ¿Infiltración nazi en el CICR?  

  Actualización  

 
Durante el tercer trimestre de 1996, la prensa publicó amplios pasajes dedocumentos procedentes de los servicios secretos estadounidenses, la Oficina de Servicios Estratégicos ( Office of Strategic Services — OSS ), predecesora de la actual CIA, en los que se pone en entredicho a delegados que prestaron servicio para el CICR en la época de la Segunda Guerra Mundial.
 

Estas alegaciones se refieren a dos aspectos:

  • protección de los bienes alemanes y tráfico de bienes incautados a víctimas de las persecuciones nazis; y

  • espionaje, incluso infiltración en el CICR de agentes al servicio de la Alemania nazi.

El CICR toma muy en serio esas alegaciones y, sin demora, emprendió investigaciones, a fin de elucidar tales acusaciones.
 

Las investigaciones se han efectuado tanto en los archivos del CICR como en los de la Confederación Suiza (archivos del Departamento Político Federal, hoy Departamento Federal de Asuntos Exteriores y expedientes de la Fiscalía).
 

También se han emprendido gestiones con miras a tener acceso a los expedientes de la Justicia Militar Francesa relativos a ex dele gados del CICR.
 

Aunque el tiempo no ha permitido todavía estudiar el conjunto de la documentación disponible ni llegar a conclusiones definitivas, es posible aportar diferentes complementos a la nota de expediente que el CICR hizo circular el 15 de septiembre de 1996 y publicó en la Revista Internacional de la Cruz Roja (páginas 601 a 607, septiembre-octubre de 1996, no 137).

  I. Protección de bienes alemanes y tráfico de bienes incautados  

 
Según los documentos estadounidenses y las investigaciones efectuadas tanto en los archivos del CICR como en los federales, se puede determinar que un delegado del CICR, llamado Giuseppe Giovanni Beretta, fue acusado por la policía turca de estar involucrado en un asunto de tráfico ilícito.
 

Giuseppe G. Beretta, ciudadano suizo, oriundo de Lugano, nació el 27 de octubre de 1900. En 1922, emigró a Estados Unidos; luego, en 1938, regresó a Suiza, pasando por México. En el estado actual de las investigaciones, no se dispone de información alguna acerca de su vida en ese período. Figura como comerciante en los expedientes de la Fiscalía de la Confederación.

El 9 de junio de 1939, Beretta llegó a Zurich, donde residió hasta el 28 de abril de 1942. Estuvo entonces implicado en dos asuntos. En 1941, estuvo comprometido en un asunto con un notario tesinés. Un año más tarde, fue acusado, en Zurich, por un asunto de falsa declaración jurada.

Por este segundo asunto, Beretta estuvo detenido del 27 de febrero al 18 de marzo de 1942. Las diligencias contra él emprendidas fueron abandonadas.

A pesar de esos antecedentes —de los cuales, evidentemente, el CICR no estaba enterado—, el 10 de febrero de 1943, Beretta fue contratado por la Institución. En su expediente no figura indicación alguna relativa a las circunstancia s de su contratación. Según testimonio (datado después del despido de Beretta) de otro delegado, Raymond Courvoisier, Beretta contaba con “la protección de un amigo”.

En el contrato entre el CICR y Beretta se estipula especialmente que “ el señor Giuseppe Beretta se compromete a  

     

  a) atenerse exactamente a las instrucciones que le dará el Comité Internacional de la Cruz Roja;  

  b) (...) observar la más estricta neutralidad en sus declaraciones y en sus actos; abstenerse de toda manifestación de índole política o religiosa, así como de toda actividad comercial, y recordar constantemente su calidad de representante del Comité Internacional de la Cruz Roja ”.

El 15 de febrero de 1943, Beretta partió de Ginebra para Esmirna (Turquía), adonde llegó el 15 de marzo de 1943, pasando por Budapest, Bucarest, Sofía, Estambul y Ankara. En Esmirna estuvo encargado de organizar el aprovisionamiento de la población de las islas griegas del Mar Egeo, donde entonces se registraba una terrible hambruna. Era el adjunto de Raymond Courvoisier, delegado residente en Ankara.

En agosto de 1943, fue trasladado a Estambul, donde se ocupó del tránsito de socorros para los prisioneros de guerra italianos internados en la India.

El 12 de julio de 1944, tras la noticia de la muerte de su madre, Beretta regresó a Suiza, adonde llegó el 15 de julio. Volvió a partir el 16 de agosto de 1944, en compañía de Raymond Courvoisier. Su viaje se interrumpió en Bucarest, a causa de la toma de la ciudad por el Ejército Rojo. Tras una estadía de 5 a 6 semanas en la capital rumana, Beretta reanudó sus actividades en Estambul, adonde llegó a finales de s eptiembre de 1944. Además de la asistencia a los prisioneros de guerra italianos en la India, Beretta se ocupó de ayudar a los alemanes internados en Turquía, tras la ruptura de las relaciones entre ambos países.

En carta del 12 de diciembre de 1944, remitida al ministro plenipotenciario de Suiza en Ankara, Etienne Lardy, el profesor Herbert Melzig, apátrida de origen alemán que enseñaba en la Universidad de Estambul, denunció las actuaciones de dos ciudadanos suizos, Giuseppe Beretta y Richard Gross. Al parecer, habían ayudado a un ciudadano del Reich, Max Willy Goetz, residente en Turquía, titular de un pasaporte húngaro y, en realidad, agente de la Gestapo, a transferir oro y divisas de Hungría a Turquía. Ese oro había sido depositado en una caja fuerte alquilada a nombre de Beretta en la filial del Deutsche Orient Bank en Galata (Estambul). Según parece, Goetz fue después expulsado de Turquía a Siria. El profesor Melzig comunicó su intención de denunciar ese tráfico a las autoridades turcas.

El 18 de diciembre de 1944, Etienne Lardy recibió la carta del profesor Melzig. El 22 de diciembre, en un telegrama confidencial remitido al Departamento Político Federal, Lardy resume la denuncia que recibió con respecto a Beretta. Añade que acababa de enterarse “por otra fuente” de que Beretta había introducido en Suiza un millón de leis (moneda rumana), que vendió al CICR por intermedio de uno de sus parientes; de que Beretta intentó llevar, cuando regresaba a Turquía, grandes paquetes de oro, retirados de un banco suizo, proyecto que abandonó a última hora, bajo la presión de una tercera persona; de que también había enviado de Estambul a Rumanía una valija con oro y con precintos del CICR. El ministro plenipotenciario Lardy sugería que el Departamento Político Federal informó acerca de esos hechos al CICR recomendándole que hiciera regresar a Suiza al susodicho, en caso de que un control de urgencia confirmase todo o parte de los hechos. Por último, sugería que el Departamento Político abriese en Berna los sobres del CICR que llegaban por mediación de su legación, puesto que esos sobres no eran controlados por su cancillería.

En carta del 28 de diciembre de 1944, entregada a Frédéric Siordet, presidente de la Comisión de Delegaciones del CICR, el Departamento Político Federal informó al CICR acerca del contenido del telegrama del ministro plenipotenciario Lardy.

El 4 de enero de 1945, el CICR ordenó a Beretta que regresara inmediatamente a Suiza: “ Rogamos venga inmediatamente a Ginebra para informe-punto-rogamos comunique por cable fecha de partida e itinerario previsto ”.

Al no recibir respuesta de su delegado, el CICR volvió a la carga el 10 de enero.

En telegrama del 14 de enero, Beretta comunicó su intención de salir, el 23 de enero, de Ankara para El Cairo.

Sin embargo, se le adelantaría la policía turca. La versión exacta de los acontecimientos difiere según se refiera uno al testimonio de Beretta o a las otras fuentes. Como quiera que sea, el 19 de enero de 1945, viernes (o por esos días), la policía efectuó un registro en el domicilio de Beretta.

Tras ese registro, Beretta entregó a la policía 710 piezas de oro depositadas en una caja fuerte alquilada a su nombre en el Deutsche Orient Bank.

El 20 de enero, sábado, fueron detenidos el ciudadano suizo Richard Gross y varios empleados del Deutsche Orient Bank.

Habiendo obtenido autorización para salir de Turquía, Beretta volvió a Ankara el 26 de enero, viernes. Al día siguiente, tomó un vuelo para El Cairo y prosiguió su viaje a Suiza, adonde llegó el 9 de febrero de 1945.

Tras ser informado acerca de los hechos que se le reprochaban, durante una sesión en la que participaron Frédéric Siordet y Henri Fauconnet, est e último, director de la División de Delegaciones, Beretta presentó su renuncia en carta fechada el 13 de febrero de 1945, declarándose inocente y solicitando que se aclare su caso. Su carta está redactada en términos que incitan a pensar que Beretta actuó por propia iniciativa y “ ruega al Comité Internacional de la Cruz Roja acepte su dimisión como delegado ”.

Sin embargo, en cartas remitidas, los días 13 y 15 de marzo de 1945, al ministro Walter Stucki, jefe de la División de Asuntos Exteriores en el Departamento Político Federal, Beretta se queja de haber sido despedido por el CICR. La Institución utiliza el mismo término en otros documentos. Se puede, pues, deducir que se requirió a Beretta que renunciara.

Por lo demás, el 24 de enero, Jean Pictet, director delegado del CICR, había comunicado a Edouard de Haller, delegado del Consejo Federal para las Obras de Ayuda Internacional, que Beretta había salido con rumbo a Ginebra y que sería rescindido su contrato, “ cualquiera que sea el resultado de la encuesta en curso. Para el Comité es preferible no mantenerlo a su servicio, también a causa de antecedentes con respecto a la época en que estaba en Suiza ”.

Así pues, el CICR estaba entonces enterado de los antecedentes de Beretta. De hecho, el 2 de febrero, la policía federal de extranjeros emitió un aviso de búsqueda de Beretta y, en cuanto éste regresó a Suiza, su teléfono fue intervenido.

A pesar de la renuncia de Beretta, el 14 de febrero, tuvo lugar, en la sede del CICR, una sesión de confrontación, a la que asistieron Frédéric Siordet, Henri Fauconnet, Hector Bachmann, director de la División Financiera del CICR, Théodore Schmidlin, del Departamento Político Federal (servicio de litigios) y Giuseppe Beretta.

Durante esa sesión, Beretta reconoció haber depositado 710 pieza s de oro, pero dijo haber aceptado para hacer un favor a un amigo húngaro, Willy Goetz-Wilmos, periodistaprofesional, residente en Turquía, cuyo temor era que se declarara una guerra entre Turquía y Hungría, y que le confiscaran entonces sus bienes. Afirmó que ese depósito no procedía, en absoluto, de tráfico ilícito alguno y que lo había entregado a la policía voluntariamente, contra recibo, y sin que hubiese habido procedimiento alguno, especialmente registro ni confrontación. También aseguró que, en Turquía, era libre el comercio de oro.

En cambio, Beretta negó rotundamente las demás acusaciones contra él y declaró haber sido víctima de una tentativa de chantaje por parte del profesor Melzing. En cuanto a la supuesta transferencia de un millón de leis, Hector Bachmann señaló que, en la contabilidad, no había rastro alguno de transacción.

El acta de la sesión está firmada por cada uno de los participantes que, además, se comprometen a guardar silencio sobre este asunto.

Al día siguiente, es decir, el 15 de febrero, Frédéric Siordet, escribió a Edouard de Haller para informar acerca de los resultados de la sesión de confrontación y concluye: “ Las negaciones del Sr. B. son plausibles; han sido consignadas por escrito. Por lo tanto, debemos darles crédito, hasta que tengamos mayor información ”. Sin embargo, preocupado por establecer los hechos, Frédéric Siordet solicitó al Departamento Político Federal que encargase al ministro plenipotenciario Lardy el esclarecimiento de los siguientes puntos:

  1. Cuando los hechos tuvieron lugar, ¿era libre el mercado del oro?

  2. ¿Hubo un registro en el domicilio de Beretta?

  3. ¿Se hizo un protocolo durante la reunión, en la que Beretta entregó las piezas de oro de las que era depositario?.

En un telegrama fechado el 20 de febrero de 1945, el Departamento Político Federal encargó al ministro plenipotenciario Lardy emprender esa encuesta.

En carta del 22 de febrero de 1945, Frédéric Siordet confirmó a Beretta que el CICR aceptaba su renuncia, tomaba nota de que el ex delegado negaba muy formalmente las acusaciones contra él, pero señalaba que el hecho de haber aceptado un depósito de oro era, en sí, una grave imprudencia, incluso una falta profesional.

El 26 de febrero, Johann Martig, cónsul de Suiza en Estambul, acompañado por Daniel Henri Gagnebin, agregado en la legación de Suiza, mantuvo una entrevista con Demir Bey, director general de la policía de seguridad en Estambul. Éste confirmó que,efectivamente, se hizo un registro en el domicilio de Beretta e indicó que la encuesta atañía a las acusaciones siguientes:

  1. contrabando de divisas;

  2. exportación de divisas;

  3. espionaje.

Demir Bey consideraba que “ Beretta era el jefe de la banda ” y se comprometió a comunicar el resultado de la encuesta al Consulado de Suiza.

Sin embargo, en carta del 12 de marzo de 1945 (véase anexo 1),

G.K. Komaktz, asesor de la legación de Turquía en Berna, comunicó al CICR de que Beretta, así como otras personas de nacionalidad turca y extranjera “ son sospechosas de haber actuado contra las prescripciones de la ley sobre la protección de la moneda turca y de haber importado algunas mercancías sin declararlas a la aduana ”. En la carta no se menciona la acusación de espionaje.

En nota del 23 de marzo de 1945, el coronel de brigada Roger Masson, jefe del Servicio de Información del ejército suizo, intervino en favor de Beretta, solicitando al CICR que tratase ese caso con “ indulgente comprensión ”.

Richard Gross fue liberado el 3 de mayo de 1945.

El 8 de mayo, Johann Martig y Daniel Gagnebin mantuvieron una nueva entrevista con Demir Bey, en la que se dijo que los motivos de acusación contra Gross y Beretta “ se limitan ahora al tráfico de divisas y al contrabando, delitos de los que se acusa por igual a Gross y a Beretta ”. El cónsul de Suiza añadió: “ A mi pregunta de si, tras la encuesta de la policía, se habían señalado los cargos de espionaje contra ambos susodichos, el señor Demir Bey respondió negativamente, ya que las investigaciones en esa dirección no habían llegado a resultado alguno ”.

En carta fechada el 4 de junio de 1945, el ministro plenipotenciario Lardy respondió a las acusaciones que Beretta hizo contra él y sus colaboradores.

De regreso en Suiza, Raymond Courvoisier fue informado, el 3 de julio de 1945, de que, habida cuenta del cese de las hostilidades en Europa, el CICR “ se ve obligado a prescindir de los servicios de algunos de sus colaboradores ”, entre ellos de él. Sin embargo, tras una entrevista con Jean Duchosal, secretario general del CICR, le propusieron el puesto de delegado adjunto ante el ejército francés en Alemania.Considerando que esa propuesta no correspondía a su experiencia y a los servicios que había prestado a la Institución, presentó su renuncia el 17 de agosto de 1945.

El 30 de agosto de 1945, Raymond Courvoisier remitió al CICR una larga rememoración en la que se traza el historial del asunto y se reiteran las acusaciones anteriormente formuladas contra Beretta. En esa rememoración se repiten y desarrollan las acusaciones contra Beretta, mediante “ la otra fuente ” a la que se había referido el mi nistro plenipotenciario Lardy en su telegrama del 22 de diciembre de 1944, de modo que se puede pensar que los dos informadores del ministro eran el profesor Melzig, por una parte, y Raymond Courvoisier, colega de Beretta, por otra.

El 13 de octubre de 1947, el juez Cemal Bilgin dictó su veredicto en el marco de la acción de oficio incoada contra Dimitri Nikolaydis, Riche (sic) Gross, Hiristo Evangelo e Istefan Ivanco Evangelo “ acusados de haber violado las disposiciones de la ley relativa a la protección de la moneda turca ”. Richard Gross y Hiristo Evangelo fueron condenados a 3 meses de prisión y a una multa de 1.000 liras turcas, con deducción de la detención preventiva, que había durado tres meses menos un día. Los otros dos inculpados fueron absueltos. No se retuvo acusación alguna contra Beretta, cuyo nombre figura una sola vez, aproximativamente (Dretta), como beneficiario de un pago de 3.000 dólares, efectuado por Billi Gütz (sic).

Por lo que sabemos, Beretta no fue inculpado ni condenado por esos hechos, sea en Suiza sea en Turquía. No se menciona condena alguna al respecto ni en los expedientes del CICR ni en los archivos de la Fiscalía de la Confederación.

Giuseppe Beretta falleció el 11 de octubre de 1956 en Viganello (Suiza).

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Aunque no se hayan podido dilucidar todos los elementos de este muy lamentable asunto, se pueden sacar algunas conclusiones:

  1. Todo indica que este asunto es de índole crapulosa y que, ante todo, Beretta estaba motivado por el afán de lucro. A pesar de sus relaciones con Willy Goetz, nada indica que Beretta había sido un agente alemán o que lo movía una simpatía por la Alem ania nazi.

  2. Nada permite concluir, a la vista de los expedientes consultados, que Beretta había dispuesto de complicidades en el CICR. Sus asociados, cuyos nombres figuran, con regularidad, en los expedientes, no trabajaban para el CICR, y no se puede deducir de la alegación de RaymondCourvoisier, según la cual Beretta había sido contratado gracias a “ la protección de un amigo ”, ya que Courvoisier no dio la identidad del amigo aquel, que no necesariamente formaba parte del CICR. Además, la alegación de Courvoisier es posterior a la dimisión de Beretta.

  3. En el estado actual del expediente, no hay prueba alguna de que Beretta hiciera uso indebido del correo del CICR para transferir fondos o valores a Suiza. No tuvieron resultados las investigaciones efectuadas por Hector Bachmann, director de la División Financiera del CICR, con objeto de dar con el rastro del millón de leis, que se pretende fue vendido al CICR. Tampoco tuvieron resultados investigaciones recientes sobre el mismo asunto. En cuanto a las 710 piezas de oro, reaparecieron en Estambul, el mes de enero de 1945; esas piezas habían sido entregadas a Beretta el mes de mayo de 1944 y éste se había trasladado a Suiza, a mediados de ese año, tras la muerte de su madre.

  4. En los documentos disponibles en los archivos del CICR y en los archivos federales no consta indicación alguna de la procedencia de las 710 piezas de oro entregadas a Beretta. Un diario de Estambul (Yeni Sabah, número del 14 de febrero de 1945) sostenía que esas monedas procedían del saqueo efectuado en los campos de concentración en Austria y en Hungría. No es imposible, pero tampoco, en el estado actual del expediente, hay documento alguno en que se confirme esa alegación.

  5. Cabe preguntar, tras la intervención del coronel Masson, si Beretta no pertenecía al Servicio de Información del ejército suizo. Hasta la fecha, no hemos descubierto prueba alguna sobre el particular. De hecho, pa rece poco probable que Beretta fuese un agente del Servicio de Información suiza, ya que, en ese caso, el coronel Masson tendría que haber demostrado la más elemental prudencia y haberse abstenido de hacer gestiones por escrito, cuyo resultado inmediato habría sido desenmascarar a uno de sus agentes.

  6. Por último, se debe poner de relieve que las acusaciones contra Beretta y contra sus coacusados iban perdiendo crédito. La acusación de espionaje fue rápidamente abandonada. La posesión de piezas de oro no era en sí un delito, ya que el comercio de oro era libre en Turquía. Por último, sólo fue retenida la acusación de violación de las prescripciones relativas a la protección de la moneda turca; en otros términos, de haber cambiado dinero en el mercado negro. Cuando se juzgó ese asunto, dos de los inculpados fueron absueltos, mientras que los otros dos fueron condenados a penas de 3 meses de cárcel, correspondiente a la duración de la detención preventiva ya purgada. Como observó el ministro plenipotenciario de Suiza en Turquía, el asunto terminó “en agua de borrajas”.

  II. Acusaciones de espionaje  

a) En otros documentos de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) se pone en entredicho a delegados del CICR residentes en África del Norte y, subsidiariamente, en Nápoles y en Marsella.

Esas alegaciones se basan, en gran parte, en las declaraciones de Jean-Roger Pagan, ciudadano suizo detenido, el 14 de octubre de 1943, en Argelia por agentes de la seguridad militar francesa, en flagrante delito de espionaje en beneficio del Servicio de Información alemán.

Pagan trabajó para el CICR de marzo de 1941 a marzo de 1942, como empleado del Servicio colonial de la Agencia Central de Prisioneros de Guerra, que se ocupaba de la correspondencia de los prisioneros oriundos de las colonias francesas. El mes de febrero de 1942, de jó de prestar servicios para el CICR por propia iniciativa; en su carta de dimisión, anuncia su próxima partida hacia Marruecos y añade: “ en el futuro, las negocios me obligarán a regresar a Suiza; me sería, pues, fácil prestar servicios como corresponsal de la Agencia de Prisioneros de Guerra ante diferentes organismos franceses de la Cruz Roja en Marruecos, Argelia y Túnez ”. El CICR le contestó negativamente. El mes de agosto de 1942, Pagan ofreció nuevamente sus servicios al CICR, pero esta vez para representar en Dakar, adonde iba, según sus declaraciones, para ocuparse de asuntos comerciales. Su propuesta fue nuevamente rechazada.

Durante el interrogatorio tras su arresto, Pagan denunció a Georges Graz, director técnico de la Agencia Central de Prisioneros de Guerra, que entonces efectuaba una misión en Argelia y que era uno de sus condiscípulos. Éste fue detenido en seguida, la noche del 14 al 15 de octubre de 1943, en la habitación que ocupaba en el hotel Aletti. Durante el registro que luego se hizo, los agentes de la seguridad militar requisaron sus papeles.

Georges Graz, en África del Norte desde abril de 1943, tenía especialmente la misión de examinar los puntos siguientes: organización general de las delegaciones del CICR en África del Norte (Argelia, Marruecos, Túnez), transmisión al CICR de información acerca de los prisioneros de guerra (PG) e internados civiles en poder de las autoridades francesas y angloestadounidenses, mejoras que debían introducirse para el intercambio de mensajes civiles entre África del Norte y Francia metropolitana y, más en general, para las comunicaciones postales marítimas y aéreas entre Europa y África, repatriación de heridos graves.

Recordemos que, por entonces, en poder de las autoridades francesas había 55.000 PG, de los cuales 17.000 alemanes y 38.000 italianos, mientras que en poder de los anglosajones había 210.000 PG, de los cua les 111.000 alemanes y 99.000 italianos.

Georges Graz desplegó una intensa actividad visitando, en difíciles condiciones, numerosos campamentos (cada viaje suponía un recorrido de 2.000 a 3.000 km, por caminos pedregosos), hasta tal punto que comprometió su salud. Obligado por la enfermedad a prolongar varias semanas su estadía en Argelia, se reunió fortuitamente con Pagan, su condiscípulo, que lo visitaba casi a diario y le hacía pequeños favores, mecanografiando algunas notas.

Georges Graz fue sometido a interrogatorio hasta el 18 de octubre de 1943, fecha en que fue liberado. Tras una última confrontación con Pagan, salió de Argel el 25 de octubre de 1943.

Entre los documentos incautados en su habitación por agentes de la seguridad militar, había copia de un informe, redactado por iniciativa del delegado y que contenía impresiones personales acerca de la situación en Marruecos, en Argelia y en Túnez. Ese informe, en el que se señalaba la dependencia de las autoridades de Francia libre con respecto a sus aliados angloestadounidenses, fue probablemente considerado entonces como una circunstancia agravante.

Persuadido de la absoluta lealtad de su delegado, el CICR reaccionó oficialmente tras el arresto del mismo, mediante una nota del 3 de febrero de 1944 remitida a las autoridades francesas en Argel. La respuesta, fechada el 29 de abril de 1944, fue firmada por el comisionado para Asuntos Exteriores del Comité francés de Liberación Nacional, embajador Masigli. Tras haber indicado que la gravedad de las responsabilidades que incumben a los servicios competentes no les había permitido hacer abstracción, en su encuesta, de los contactos continuos que, en su vida privada, mantenía el señor Graz con el inculpado (Jean-Roger Pagan), precisamente cuando éste desplegaba su actividad criminal, el embajador prosigue en estos términos:

Sin embargo, estos servicios no permitieron sacar conclusión alguna en contra del señor Graz, puesto que, tras solicitud mía, autorizaron que éste saliera muy rápidamente del territorio de África francesa del Norte, donde, por las relaciones que había mantenido con el inculpado X, la prolongación de su estadía habría planteado problemas.  

     

  Totalmente de acuerdo con mi Comisionado, señalaron claramente que deseaban no poner en tela de juicio la actividad del señor Graz como representante del Comité Internacional de la Cruz Roja. A este respecto, deseo reiterar, muy formalmente, lo anteriormente dicho ”.

En conclusión, no se retuvo cargo alguno contra G. Graz, y éste no fue objeto de enjuiciamiento alguno, lo que se confirma en una carta del 7 de noviembre de 1996 del oficial secretario principal, jefe del Depósito Central de Archivos de la Justicia Militar, en Le Blanc (véase anexo 2). Sin embargo, se puede reprochar al delegado del CICR haber sido imprudente, por haber dejado ir a visitarlo, cuando estaba enfermo y en cama, a un compañero de la niñez; pero, después de todo, no tenía razón alguna para desconfiar de él.

Según los documentos de la OSS, cuyo valor de prueba sobre el particular disminuye a la vista de la carta del 7 de noviembre de 1996 del Depósito Central de Archivos de la Justicia Militar francesa, Pagan también había implicado, de entre los colaboradores del CICR, a los señores Wyss-Dunant, Sublet, así como a un tal “Pasch”. Según esos documentos, Pagan había sido reclutado en Suiza por M. von Engelbrechten, cónsul encargado de los asuntos de la Cruz Roja en el Consulado General de Alemania en Ginebra, y por un tal Von und zur Mühle, de la legación de Alemania en Berna. Sumisión, por la que había, según parece, recibido entre 10.000 y 20.000 francos suizos, consistía en transmitir información de índole económica y militar acerca de los aliados en África del Norte y en África occidental francesas.

Por lo que atañe al doctor Edouard Wyss-Dunant, delegado en Argel, el CICR no ha encontrado indicio alguno que pueda hacer suponer que desplegaba actividades de espionaje, y que haya sido acusado por ello.

Colaborador benévolo del CICR en Tánger, desde octubre de 1943, Jean Sublet estaba encargado de despachar la correspondencia de las delegaciones del CICR a España, Portugal o África del Norte, así como de acelerar el despacho de paquetes, cuyos destinatarios eran, por una parte, los PG franceses en Alemania y, por otra, los PG alemanes en África del Norte.

Según parece, en 1942, dio al Consulado de Alemania en Tánger indicaciones relativas a un prisionero francés procedente de Alemania, que, por sus actuaciones en favor de esa potencia, había sido condenado a muerte por un Tribunal Militar en Marruecos. Gracias a esa intervención, ese francés pudo eludir su condena y continuar su actividad contra su país. Huelga decir que el CICR nada sabía de ese hecho cuando se designó a J. Sublet, arquitecto en Tánger y que también desplegaba actividades de importación y exportación. A finales de noviembre de 1944, el CICR renunció a esa colaboración, en cuanto se enteró de las actividades reprochadas a Sublet, que, a pesar de reconocer los hechos, sólo admitió haber hecho confidencias de manera inconsiderada.

J. Sublet, que, en 1945, figuraba en las listas negras de los Aliados, fue borrado de ellas un año más tarde, en el marco de una amnistía general.

Según los documentos de la OSS, un tal “Pasch” —que, hasta la fecha, no ha podido ser identificado— puso a Pagan, cuando éste aún prestaba servicios para el CICR, en contacto con M. von Engelbrechten. De hecho, había numerosos colaboradores apellidados Pasche, que trabajaban para el CICR como empleados remunerados o como b enévolos. Sin embargo, ninguno desempeñaba funciones con responsabilidades en la Institución y todos eran de la plantilla subalterna.

Por último, Maximilian von Engelbrechten, como cónsul encargado de los asuntos de la Cruz Roja en el Consulado General de Alemania, era un interlocutor, y no un empleado del CICR.

En cuanto a Jean-Roger Pagan, el mes de septiembre de 1944, fue condenado a muerte por el Tribunal Militar de Argel y ejecutado el 2 de diciembre del mismo año.

El CICR no tiene constancia de que otros delegados, cuyos nombres figuran en los documentos de la OSS, hayan sido inquietados en el marco de ese asunto o que hayan estado involucrados de alguna manera en actividades de espionaje.

b) El autor del memorándum del 4 de febrero de 1944 de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) también pone en entredicho las actividades del delegado del CICR en Marsella, François Ehrenhold:

Otra de las personas en la Cruz Roja cuyas actividades son dudosas es EHRENHOLD, el jefe suizo alemán del CICR en Marsella (...) Sin embargo, según ciertos informes portugueses, suele entrevistarse con la tripulación de barcos que hacen escala en Marsella, obteniendo así información naval. También sabemos, según fuentes que para nosotros son fidedignas, que un tal GUILLENNE CONCALVES COSTA CURTO, oficial jefe del SS AMBRIZ portugués, transmite información a EHRENHOLD en cigarrillos, que recibe en tierra, cada vez que el barco está en el puerto de Marsella, y que EHRENHOLD y otros alemanes preguntan por CURTO, cada vez que el barco hace escala allí ”.

Cabe señalar a este respecto que François Ehrenhold dirigía el Servicio de barcos que navegaban con el pabellón de la Cruz Roja y estaban asignados para el transporte de envíos (socorros y correspondencia) destinados a los prisioneros de guerra. Esta función imp licaba especialmente las actividades siguientes: control de la carga de los barcos, a fin de cerciorarse de que no se utilizaban con otra finalidad que para actividades de la Cruz Roja Internacional, repartición del tonelaje entre los diversos envíos, recepción y reexpedición de la carga, trazado del programa de viaje (que debía notificarse a los beligerantes interesados) y transmisión de las instrucciones necesarias a los armadores o a sus agentes, especialmente por lo que atañe a los signos distintivos, al horario y al itinerario, al tratamiento de las cuestiones relativas al tráfico con las autoridades locales, a la relación con los transportistas encargados de la vigilancia durante la navegación y durante las escalas.

El año 1943, período al que se refieren las alegaciones de la OSS, hicieron escala en Marsella 103 barcos procedentes de Filadelfia, de Buenos Aires y de Lisboa, que llevaron 110.000 toneladas de socorros, reexpedidas por la delegación hacia Suiza en 9.400 vagones, a fin de repartirlos en los diferentes campamentos de prisioneros de guerra.

El barco “Ambriz”, del que se habla en los documentos de la OSS, era uno de los barcos que cubría la línea de correspondencia Lisboa-Marsella. El 5 de mayo de 1944, efectuó su quincuagésimo viaje con el signo del CICR.

Competía, pues, a François Ehrenhold mantener contactos con la tripulación de los barcos, en particular con el jefe oficial e intercambiar información, ya que, por lo demás, las cuestiones de seguridad eran particularmente importantes.

c) Según los documentos de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), otro delegado es sospechoso porque viajó a El Cairo cuando allí tenía lugar una importante conferencia diplomática:

Cuando WYSS DUNANT convocó a Bon y a Kuhne a Argel, anunció que enviaba a DUCHOSAL a El Cairo. No parece que El Cairo sea un importante centro de actividades para el CICR, pero es significativo que DUCHOSAL haya sido enviado precisamente allí cuando se celebraba la Conferencia(...) ”.

Se sabe por qué Jean Duchosal fue a El Cairo: debía intentar entrevistarse con un diplomático soviético, a fin de reanudar el contacto con las autoridades de la URSS.

Además, el embajador de Estados Unidos en Argel, que estaba informado de la finalidad de esa misión, puso a disposición del delegado un avión para trasladarse a esa ciudad.

Por último, si el CICR recurría, a veces, a la valija diplomática de Estados Unidos, no era, como se sugiere en los documentos de la OSS, con objeto de escapar a la censura, sino para intentar remediar la irregularidad y la lentitud de las comunicaciones, que causaban numerosas dificultades a la Agencia Central de Prisioneros de Guerra. Redundaba en interés de los países captores que la información llegara lo más rápidamente posible a Ginebra y, de allí, a los países de origen de los prisioneros para conseguir, recíprocamente, la misma rapidez en el otro sentido.

d) El autor del memorándum del 4 de febrero de 1944 de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) confunde al doctor Paul Burkhard, médico, delegado en Nápoles, con el profesor Carl Burckhardt, conocido historiador y diplomático, ex alto comisionado de la Sociedad de las Naciones en Dantzig, miembro del CICR y presidente de la Comisión Mixta de Socorros de la Cruz Roja Internacional. Sin duda esta confusión fue la que indujo al autor del memorándum a concluir que había una infiltración en la “Cruz Roja Internacional” a nivel de sus órganos dirigentes, lo que denota su falta de conocimiento acerca del CICR.

e) El autor del memorándum reprocha a los delegados del CICR, sobre todo al doctor Paul Burkhard, delegado en Nápoles, haber transmitido información relativa al barco S.S. CANADA: “ A finales de diciembre, la sede de la CRI en Ginebra transmitió por cable a la CRI en Argel los detalles de un complicado sistema de comunicación para la Cruz Roja entre África de Norte y el sur de Italia. Se designó a un tal doctor BURKHARD como corresponsal y, más tarde, como codelegado de la CRI para el sur de Italia. Se pidió a KUHNE que se pusiera en contacto con él. Tenían que trabajar en los campamentos de prisioneros en el sur de Italia. Todo esto parecía tener un aspectonormal en el marco de las actividades de la Cruz Roja. Sin embargo, en los cables se daban los planes de un sutil sistema de comunicaciones, así como detalles de la utilización de un barco, el S.S. CANADA, en términos bien poco necesarios, aparentemente para uso ordinario, o incluso extraordinario, de la Cruz Roja. En vista de que ya se sospecha de KUHNE, debido a sus asociados, cabe, pues, poner en duda la inocencia de los planes. Tras los primeros cables, se han seguido transmitiendo otros similares con pormenorizada información ”, (memorándum del 4 de febrero de 1944 “Enemy agents and the International Red Cross” (Agentes enemigos y la Cruz Roja Internacional), sin nombre de autor, página 3).

De hecho, en carta del 24 de diciembre de 1943, el Comité francés de Liberación Nacional en Argel solicitaba al CICR que notificara al Gobierno del Reich y a la comandancia italiana la puesta en servicio del barco hospital CANADA, comunicándole todas sus características, de conformidad con las disposiciones del Convenio X de La Haya del 18 de octubre de 1907 (véase anexo 3). Posteriormente, el 25 de noviembre de 1944, el Gobierno francés solicitó al CICR que hiciera una nueva notificación relativa al mismo barco (véase anexo 4).

f) Asimismo, el autor del informe del 21 de febrero de 1944 reprocha al delegado DECHEVRENS, que residía en Túnez, haber comunicado por telegrama la identidad y la dirección de dos representantes (“trustees”, fideicomisionados) de los prisioneros de guerra al emanes: el cabo jefe Fritz WINKELMANN y el cabo jefe Karl KLINGEMANN; en el documento se añade: “ El hecho de que un prisionero de guerra alemán sea un fideicomisionado en un campamento de prisioneros no parece ser de utilidad alguna para la Cruz Roja, sino, visiblemente, de interés para el ejército alemán ” (informe del 21 de febrero de 1944, página 6).

Tras verificación, parece ser que los cabos Winkelmann y Klingemann eran los hombres de confianza de los prisioneros de guerra alemanes, en el sentido del artículo 43 del Convenio de Ginebra del 27 de julio de 1929. El CICR solía dar en sus informes la identidad de los hombres de confianza de los prisioneros de guerra, por lo que esta información no es, en absoluto, de índole confidencial.

Además, a lo largo de toda la guerra, el CICR comunicó a la respectiva Potencia de origen y a los respectivos familiares los nombres y apellidos, los datos de identidad y la dirección de varios millones de prisioneros de guerra, no solamente alemanes e italianos, sino también polacos, franceses, belgas, holandeses, noruegos, yugoslavos, griegos, británicos, estadounidenses, etc. En 1944, había que estar muy mal informado para no saberlo.

g) Las demás alegaciones relativas a los delegados del CICR parecen derivarse de simples rumores. Así, varios delegados están catalogados de sospechosos por el solo hecho de haber compartido una habitación con oficiales estadounidenses en el hotel Aletti en Argel, lo que se explica fácilmente, dada la falta de alojamiento hotelero en una ciudad promovida súbitamente a la categoría de capital de Francia libre y convertida en cuartel general de las fuerzas aliadas que operaban en el Mediterráneo occidental.

Asimismo, con respecto a varios delegados, en los informes se señala que debían ser vigilados, lo que nada tiene de sorprendente. De hecho, es muy legítimo que un Estado en guerra e jerza una vigilancia por lo que atañe a personas que deben desplazarse con frecuencia en el país y en el extranjero, que tienen acceso a los campamentos donde hay prisioneros enemigos con los cuales están autorizados a entrevistarse sin testigos y, a veces, en su mismo idioma, que mantienen también contactos con las autoridades militares, que a menudo deben reunirse con representantes del enemigo, sea en las líneas de alto el fuego sea en país neutral, etc.

Como quiera que sea, no tenemos conocimiento de que las autoridades superiores estadounidenses hayan dado a esos informes la importancia que ciertos órganos de prensa intentan darles hoy. Ni el Gobierno estadounidense ni el Gobierno francés retiraron su confianza al CICR; tampoco solicitaron que retiraran a sus delegados.

  III. Conclusiones  

Fueron colaboradores del CICR, permanentes o temporales, 18 de las 49 personas —de las cuales se afirma que 21 eran representantes de la “Cruz Roja Internacional”— cuyos nombres y apellidos figuran en los documentos estadounidenses publicados estos últimos meses.

Por lo que sabemos hasta la fecha, 3 de esas 18 personas incurrieron en actividades reprensibles.

En un caso, un delegado estuvo implicado en un asunto, al parecer, de índole crapulosa. En cuanto tuvo conocimiento al respecto, el CICR prescindió de los servicios del delegado en cuestión. Sus tentativas para aclarar el caso quedaron frustradas rápidamente.

En los otros dos casos, se trata de asuntos de espionaje. Sin embargo, cabe destacar que las personas encausadas desplegaban esas actividades, cuando ya no estaban —o aún no estaban— al servicio del CICR (donde sólo ejercieron funciones subalternas) y, por supuesto, sin que la Institución lo supiera.

Las alegaciones relativas a los demás delegados d e CICR están fundadas en rumores y dan muestras de no poca ignorancia acerca del cometido y de las actividades de la Institución, puesto que los autores de los informes tildan de espionaje actividades perfectamente legítimas, desplegadas con total transparencia y con el asenso o a petición de las autoridades aliadas.

Por último, cabe recordar que el CICR contó, durante la Segunda Guerra Mundial, con los servicios de más de 3.000 empleados en Suiza, que principalmente trabajaban para la Agencia Internacional de Prisioneros de Guerra y para la División de Socorros, y de hasta 180 delegados repartidos en 92 delegaciones o subdelegaciones en 61 países diferentes, así como de varios miles de empleados seleccionados localmente. En 30 de junio de 1947, los ficheros de la Agencia Central de Prisioneros de Guerra tenía cerca de 36 millones de fichas. En esa fecha, el CICR había recibido más de 59 millones de solicitudes —en las que se requería esencialmente información acerca de prisioneros de guerra o de personas de las que no se tenían noticias— y había remitido más de 61 millones de respuestas; los delegados del CICR habían efectuado más de 11.170 visitas en campamentos de prisioneros de guerra o de internados civiles, y se habían encargado del transporte y de la distribución de 470.000 toneladas de socorros para los prisioneros de guerra y los internados civiles —principalmente en Alemania— o sea, el equivalente de unos 90 millones de paquetes de 5 kilos. La Comisión Mixta de Socorro había enviado y distribuido unas 165.000 toneladas de víveres, medicamentos y otros socorros para la población afectada; tan sólo en Grecia, el CICR, el Gobierno sueco y la Cruz Roja Sueca repartieron más de 750.000 toneladas de víveres y de socorros diversos.

François Bugnion

Ginebra, 28 de febrero de 1997 

  Anexos   (no disponibles en esta versión electrónica)   :  

  1. Carta del 12 de marzo de 1945 de la Embajada de Turquía en Berna al CICR.

  2. Carta del 7 de noviembre de 1996 del secretario principal, jefe del Depósito de Archivos de la Justicia Militar en Le Blanc (Francia).

  3. Carta del 24 de noviembre de 1943 del Comité francés de Liberación Nacional.

  4. Carta del 25 de noviembre de 1944 del Gobierno francés.

  Notas:  

  1. Véase la primera versión de este documento en la RICR, no 137, septiembre-octubre de 1996, pp. 601-607.