Consolidación de la paz y prevención de la violencia: El papel de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales

31-03-1999 Artículo, Revista Internacional de la Cruz Roja, por Jan Egeland

  Resumen:

El autor recuerda en primer lugar que, ciertamente, el período posterior a la guerra fría se caracterizó por la ausencia de guerras a escala internacional. Pero, en cambio, nunca antes como en nuestros días fue tan grande la inseguridad en ciertas regiones del mundo. Como prueba, menciona el recrudecimiento de conflictos internos así como la proliferación y la disponibilidad de armas de pequeño calibre. Refiriéndose a las experiencias vividas en diferentes situaciones de conflicto, el autor destaca el papel que pueden desempeñar las ONG, no solamente en la búsqueda de una solución negociada, sino también, y sobre todo, en la prevención del recurso a la violencia. Se ponen de relieve, en particular, las actividades del CICR y de ciertas Sociedades Nacionales de la Cruz Roja.
 
 
 
Vivimos en una época de tendencias contradictorias de carácter único. Muchos sintetizan el período posterior a la guerra fría con una frase: aunque la amenaza inmediata es menor, la inseguridad es mucho mayor que nunca antes. Ya no tenemos miedo a una III Guerra Mundial inducida por las superpotencias pero estamos cada vez mas preocupados por los crecientes conflictos y tensiones sociales, para no mencionar las crisis del medio ambiente que surgen amenazadoras en el horizonte.
 

Las paradojas y contrastes de nuestra época son múltiples:

  • menos guerras internacionales, pero más disturbios internos que antes;

  • más democracias, pero también más Estados débiles con vacíos de poder que alimentan movimientos antidemocráticos;

  • más cooperación internacional, pero también más nacionalismo agresivo y xenofobia.

  • menos refugiados internacionales, pero más desplazados que nunca antes; y

  • más gente rica y opulenta que nunca antes, especialmente en Latinoamérica y Asia, pero también más gente que vive en la pobreza absoluta en una época en que hay menos asistencia internacional disponible para el creciente número de sociedades vulnerables necesitadas de ayuda.

 
En el decenio de 1990, los conflictos, la violencia, la proliferación de armas y los disturbios internos son los más serios obstáculos al desarrollo y al crecimiento económico equitativo, así como la causa y la consecuencia de la injusticia social.
 

Teniendo presente este telón de fondo, tenemos que debatir sobre nuevas formas de asociación que permitan a las organizaciones intergubernamentales, a los gobiernos individuales y a las organizaciones no gubernamentales (ONG) responder colectivamente a los retos planteados por la violencia, las emergencias complejas y los conflictos intraestatales. Mientras durante gran parte del período de la guerra fría los gobiernos, los organismos de las Naciones Unidas, los bancos de desarrollo y las ONG tendían a seguir estrategias independientes en el intento de aliviar los efectos de los conflictos, la nueva tendencia se caracteriza por un enfoque integrado y holístico que combina una multiplicidad de métodos. Cada vez es mayor la aceptación de que las fuentes de la violencia y de la inestabilidad social son complejas y multifacéticas y exigen un enfoque cooperativo en el que participen gobiernos, organizaciones intergubernamentales y ONG.

Todos los países democráticos tienen la obligación de mejorar su capacidad de respuesta cuando las iniciativas en pro de la democracia y orientadas hacia la paz requieran un apoyo urgente. Nuestra capacidad con junta para brindar asistencia flexible, rápida y eficaz a quienes mantienen la primera línea de defensa de la humanidad determinará, asimismo, nuestra capacidad de salvaguardar nuestra propia seguridad colectiva.
 

Ante estos enormes retos, ¿tendrán el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), las Naciones Unidas y los gobiernos individuales que luchar una batalla perdida de antemano para conseguir recursos antes de que puedan actuar? No necesariamente: La experiencia muestra que los fondos están cada vez más disponibles para los programas destinados a la consolidación de la paz y a la prevención de la violencia.

  El reto de los disturbios internos  

 
Es importante tener presente que los disturbios internos y los denominados " conflictos intraestatales " plantean una serie de retos que son considerablemente diferentes de los asociados a los conflictos " tradicionales " entre Estados. La violencia generalizada en las sociedades contemporáneas puede ser de una naturaleza puramente criminal, pero no deja de ser el resultado de la pobreza profunda, de la cada vez más anclada desigualdad social y de la ineficacia en la ejecución de la ley. La violencia puede también ser causada por factores políticos, ideológicos o incluso culturales. O puede tener su origen, como en Colombia hoy en día, en una combinación de todos estos factores.
 

Tales conflictos tienen una serie de características distintivas:

  • ocurren frecuentemente en situaciones de anarquía en donde la autoridad es nula o escasa;

  • a menudo participan en ellos varias partes, con diversos grados de fuerza y control del territorio;

  • generalmente no es clara la cadena de mando dentro de esos grupos;

  • debido a causas c omplejas de índole cultural, económica y social, tales conflictos parecen ser inmanejables;

  • con frecuencia, los derechos humanos y el derecho humanitario se irrespetan en mayor medida que en los conflictos armados internacionales;

  • a menudo, la población civil es el blanco directo de ataques; en general, no se hace la distinción entre combatientes y no combatientes y, como consecuencia de esto, el sufrimiento humano es ilimitado;

  • frecuentemente, los conflictos intraestatales están relacionados con supuestas divisiones " étnicas " o con otros indicadores de identidad definidos por " empresarios del conflicto " quienes, mediante su promoción de disturbios, obtienen lucro personal o grupal.

 
Que no quede pues la menor duda: los conflictos o disturbios internos no son sólo la forma más frecuente de violencia hoy en día, sino que constituyen además un entorno difícil y peligroso para realizar operaciones. Es inútil tratar de proceder con tales conflictos y de resolverlos con una óptica centrada en los conflictos internacionales. Una de las trampas clásicas sería aceptar la definición de conflicto establecida por muchos de los mismos " empresarios del conflicto " ; si los tratamos como trataríamos a las partes en los conflictos armados internacionales, podríamos avalar sus intentos de lograr la legitimidad, reconociendo y alentando a los extremistas.
 

  Transferencias de armas pequeñas  

 
La desaforada proliferación de cientos de millones de armas pequeñas es una de las principales causas de la muerte violenta y de los abusos a gran escala contra los derechos humanos. La sobreabundancia de armas ligeras en el período posterior a la guerra fría transforma incidentes menores en masacres y hace que tensiones grupales a pequeña escala se conviertan en guerras. Se calcula que el 90% de las víctimas en los conflictos contemporáneos - en su mayoría niños, mujeres y otros civiles- es causado por armas que pueden ser portadas por un individuo. Estudios del CICR y de otros organismos demuestran como los esfuerzos de desmovilización y de reconciliación se frustran por el hecho de que estas armas poco costosas pero poderosas caen en las manos equivocadas en el momento inadecuado. A falta de un esfuerzo concentrado para controlar y limitar la producción y transferencia de armas pequeñas, será poco el progreso en la solución de las guerras y complejas emergencias actuales y en la prevención de las del futuro.
 

La Cruz Roja Noruega y la Ayuda de la Iglesia Noruega ( Norwegian Church Aid ), que representan dos vastos movimientos no gubernamentales, han unido sus fuerzas con el Instituto de Investigación de la Paz Internacional de Oslo ( Oslo International Peace Research Institute ) y el Instituto Noruego de Asuntos Internacionales ( Norwegian Institute on International Affairs ) en el lanzamiento de un esfuerzo internacional para estudiar, controlar y limitar las transferencias de armas pequeñas en el mundo. El proyecto ha recibido asistencia económica del Ministerio Noruego de Relaciones Exteriores.
 

La finalidad última de este proyecto es formar la coalición más amplia posible de gobiernos y de ONG de similar orientación, en una campaña para controlar y limitar la transferencia de armas pequeñas a zonas y comunidades en donde pueden incitar al conflicto, a la violencia y a los abusos en contra de los derechos humanos. En mayo de 1998, el CICR y la Cruz Roja Noruega organizaron conjuntamente una reunión de expertos internacionales al respecto. Dada la vasta escala del problema, los objetivos serán especificados progresivamente a medida que se fortalezcan la campaña y la coalición. Es importante darse cu enta de que este proceso será muy diferente del exitoso esfuerzo para promover un tratado que impusiera una proscripción total a las minas antipersonal que fue negociado en Oslo durante septiembre de 1997 y adoptado por más de un centenar de gobiernos en Ottawa, en diciembre de 1997.
 

Hasta ahora, el mayor avance en el esfuerzo para limitar la proliferación de armas pequeñas ha sido la moratoria sobre la producción, importación y exportación para el período de los siguientes tres años, firmado el 30 de septiembre de 1998 en Abuja, Nigeria, por los Jefes de Estado de los quince países miembros de la Comunidad Económica de los Estados del África Occidental (ECOWAS). La iniciativa noruega sobre armas pequeñas ayudó de muchas maneras a garantizar el apoyo gubernamental y no gubernamental para la moratoria en el África Occidental y entre países exportadores de armas.
 

  Criterios para la intervención de terceros  

 
La mayor conciencia sobre la manera en que los conflictos intraestatales difieren de las guerras tradicionales ha dado lugar al replanteamiento de la manera tradicional de abordar los conflictos internos " centrándose en el Estado " y, en particular, a reconsiderar el papel de los gobiernos que tratan de intervenir en tales conflictos. ¿Cuáles son las oportunidades de los gobiernos y de las ONG para desempeñar un papel informal de " terceros " en una situación de conflicto - ya sea como facilitadores o como mediadores-? De que manera, por ejemplo, ¿puede un país pequeño como Noruega contribuir a la resolución de conflictos y al establecimiento de la paz en conflictos internos?
 

Sobre la base de la experiencia lograda en los procesos de facilitación de la paz en el Oriente Próximo, Centroamérica, los Balcanes y otras regiones, el autor considera que hay cinco requisitos fundamentales para que la intervención de terceros sea eficaz:

  • Todos los bandos deben percibir que el país que intervenga no tiene intereses nacionales en el conflicto, distinto a su interés en una solución imparcial y a la promoción de los derechos humanos. La tercera parte debe ganarse la confianza de las partes en el conflicto.

  • Debe haber en el tercer país un consenso político nacional que le permita utilizar a largo plazo las herramientas políticas, diplomáticas y económicas para facilitar el proceso de paz en cuestión.

  • El tercer país debe tener la experiencia, los conocimientos especializados y la capacidad que se requieran para mantener el impulso de su participación.

  • Hay que disponer de importante asistencia económica externa, con suficientes fondos discrecionales para financiar, si es necesario, las negociaciones y los programas de reconciliación ( " capital de riesgo para la paz " ).

  • La tercera parte debe ser capaz de recurrir a las redes flexibles de ONG y hacer uso de ellas.
     

  El papel de las ONG  

 
Múltiples son las ventajas de la participación de las ONG. En primer lugar, estas organizaciones cuentan con expertos locales y con vínculos con actores locales. En general, pueden conseguir acceso a las zonas de conflicto en donde los representantes oficiales no deben o no pueden ir. Las facciones beligerantes generalmente consideran a las ONG como bienhechores humanitarios, lo que los convierte en eficaces asociados en las iniciativas de paz.
 

En Noruega, la experiencia ha demostrado a menudo que los grupos no gubernamentales son los que mejor acceso tienen a las personas necesitadas y poseen redes que pueden movilizarse rápidamente. Muchas de las ONG más importantes tienen experiencia de larga data en el trabajo con organismos gubernamentales y conocen bien las ex igencias, las especificaciones y los procedimientos presupuestarios de los gobiernos, pero mantienen su capacidad para operar de una manera muy flexible. Las decisiones pueden descentralizarse y las operaciones pueden comenzarse rápidamente. A menudo, las ONG pueden localizar personal fundamental cuya existencia los gobiernos quizá ni siquiera conozcan. Son capaces de desplegar importantes recursos, a menudo en cuestión de horas.
 

En resumen, las ONG muestran frecuentemente una creatividad impresionante para resolver problemas prácticos y desempeñan un papel importante en la preparación del camino para la aplicación de las medidas de resolución del conflicto.
 

No obstante, como bien sabemos, hay demasiados ejemplos que muestran que las operaciones en la vida real no siempre funcionan tan fácilmente. Quizá el mayor obstáculo reside en la falta inherente de coordinación entre diversos organismos y organizaciones participantes en dichas acciones. Parte del problema es que tradicionalmente las ONG y los gobiernos han tenido actitudes mentales diferentes en lo relativo a lo cultural y a lo institucional y, a veces, incluso, objetivos diferentes.
 
Inevitablemente, los gobiernos tienden a concentrarse en cuestiones " amplias " y de más largo plazo, mientras que las ONG tienden a gravitar en torno a cuestiones micro, de más corto plazo, más basadas en lo social. Por otra parte, los gobiernos pueden considerar que su función primordial en un conflicto es contribuir al acuerdo global entre las partes beligerantes (llevar la paz a una región, incluso si a veces esto implica concesiones mas bien dudosas como, por ejemplo, la concesión de amnistías a los responsables de abusos contra los derechos humanos). Las ONG, en cambio, tienden a examinar los puntos débiles y las consecuencias de los acuerdos de paz -qué tan justos son; cuál es su impacto en las minorías; si se protegen o no los derechos humanos- y, lo que es importante y mo tivo de controversia, hacen campaña para que los responsables de los abusos en contra de los derechos humanos sean juzgados y sancionados por sus crímenes.
 

En las situaciones contemporáneas de conflicto, el interés de los medios de comunicación ha llevado, a menudo, a un alto nivel de conciencia internacional sobre un conflicto dado, lo que ha subsiguientemente estimulado una serie de iniciativas paralelas y a menudo completamente descoordinadas para afrontarlo. No es en modo alguno raro que en una zona de conflicto determinada estén presentes cientos de ONG internacionales. Muchos de estos organismos son muy pequeños. Su nivel de competencia, como por ejemplo el conocimiento de la región en que trabajan, es muy variable.
 

No obstante, la situación tampoco es ideal en el ámbito intergubernamental. También los organismos de la ONU han mostrado bastante descoordinación. Hay numerosos ejemplos de situaciones en que los organismos militares y humanitarios funcionan de manera aislada, aunque trabajen en la misma zona.

En resumen, el resultado de tal falta de colaboración es, en el mejor de los casos, que los escasos recursos no se usan para alcanzar un efecto óptimo. En el peor de los casos, la variedad de actividades internacionales puede dar lugar a situaciones en las que una serie de organismos y organizaciones diferentes bien intencionados se anulan mutuamente en sus respectivos trabajos.
 

  Cómo mejorar la cooperación entre ONG y gobiernos  

 
Hay muchas maneras de aprovechar más eficazmente las capacidades de las ONG y de los gobiernos:

  • se pueden hacer más eficaces los mecanismos de cooperación o consulta, tanto en el terreno como en las sedes;

  • se pueden coordinar más estrechamente las políticas y estrategias en ámbitos fundamentales o, al meno s, se puede entablar un diálogo al respecto;

  • tanto las ONG como los gobiernos deben reconocer la importancia de los papeles mutuos en la resolución de conflictos y en la consolidación de la paz; y

  • las ONG y los gobiernos deben trabajar conjuntamente para participar más activamente en casos de conflicto intraestatal, por ejemplo, tomando medidas preventivas, mejorando la coordinación humanitaria y contribuyendo con una mayor preparación internacional .  

 
Para conseguir esta coordinación y cooperación se requiere una actitud de concesiones mutuas, de parte tanto de los gobiernos como de las ONG. Habrá ocasiones en que será difícil alcanzar una posición común, y otras en que las ONG y los gobiernos tendrán que convenir en estar en desacuerdo.
 

En Noruega se ha desarrollado un modelo de cooperación con las ONG que ha demostrado su eficacia en muchas de estas cuestiones problemáticas.
 

  La cooperación noruega con ONG en situaciones de crisis  

 
En 1991, tras la crisis de los refugiados kurdos, se crearon el Sistema Noruego de Preparación para Emergencias ( Norwegian Emergency Preparedness System -NOREPS-) y el Banco Noruego de Recursos para la Democracia y los Derechos Humanos ( Norwegian Resource Bank for Democracy and Human Rights -NORDEM-). Se trata de mecanismos de contingencia flexibles para labores humanitarias de derechos humanos y relacionadas con el conflicto, para beneficio de los organismos de la ONU y del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. El sistema recurre a organizaciones voluntarias, instituciones gubernamentales y círculos académicos y está coordinado por el Ministerio de Relaciones Exteriores .
 

Hay más de veinte ONG noruegas que reciben apoyo gubernamental para asistencia humanitaria, prevención de conflictos y actividades de derechos humanos, en cerca de un centenar de países. Con los años, decenas de miles de noruegos han adquirido experiencia en el terreno, gracias a su trabajo con estas organizaciones, o con el organismo gubernamental para el desarrollo -NORAD-. Por otra parte, se calcula que el número de noruegos que han tomado parte en operaciones de la ONU para el mantenimiento de la paz es ahora más del 1% de la población (unos 55.000). Varios cientos de estos expertos tienen acuerdos con sus respectivos empleadores y pueden ser desplegados rápidamente para operaciones de prevención de conflicto.
 

A través del NOREPS y del NORDEM, más de 1.500 socorristas, asesores en derechos humanos, mediadores y observadores de la paz han sido despachados a más de treinta países en África, Asia, Latinoamérica, Europa y el Cercano Oriente, a solicitud de los organismos de la ONU, de nuevas democracias o de partes en el conflicto. Entre el personal en cuestión figuran facilitadores de tiempo completo para contactos entre comunidades a ambos lados de las viejas líneas del frente en Chipre y en el Cercano Oriente, personal para las " comisiones de la verdad " en Sudáfrica y Guatemala, detectives para los Tribunales Penales Internacionales de Ruanda y la antigua Yugoslavia, especialistas en remoción de minas para Angola y el norte de Irak, asesores en derechos humanos para Etiopía y Eritrea, y observadores sobre los derechos humanos para Hebrón en Cisjordania.
 

Además de sus contribuciones a través del NOREPS y del NORDEN, Noruega ha procurado contribuir, tras bambalinas y respetando los propios términos de las partes, en varios procesos de paz. El ejemplo más conocido es quizá la facilitación en el proceso de paz del Cercano Oriente y la negociación de los acuerdos de Oslo. Asimismo, Noruega ha participado acti vamente en iniciativas para resolver conflictos en Guatemala, la ex Yugoslavia, Sudáfrica, Sudán, el Cáucaso y Sri Lanka.
 

  Esfuerzos a largo plazo para solucionar conflictos  

 
El CICR, más que cualquier otra institución humanitaria internacional, ha recibido el siguiente mensaje en el campo de batalla: cuando la tensión interna ha escalado hasta convertirse en verdaderos combates, el esfuerzo para restaurar la verdadera paz, independientemente de la calidad de este esfuerzo de mediación y de la fortaleza de la presión internacional, será largo y penoso. Las nuevas concepciones erróneas y causas del odio se combinan fácilmente con las ya existentes y la gente tarda mucho en olvidar.
 

Recordemos, no obstante, que la resolución de conflictos no implica que la gente deba dejar de estar en desacuerdo. El conflicto en forma de desacuerdo es el estado normal de las cosas en las sociedades en todo el mundo. Lo que no debemos tratar de detener - o incluso mejor, no permitir que comience- es el conflicto violento. La finalidad de una buena gestión del conflicto debe ser que los intentos de arreglar las disputas mediante la violencia se transformen en procesos pacíficos de búsqueda de una avenencia. Las elecciones democráticas y la (re)introducción de la participación popular en la política es una manera de alcanzar este propósito.
 

Una paz duradera requiere un sano y equitativo desarrollo económico, en particular en los ámbitos de vivienda, atención pública en salud, empleo, etc. Exige, asimismo, desarrollo social. Tras una guerra civil, los enemigos tienen que vivir de nuevo juntos. Para que esta propuesta sea viable, hay que transformar los modelos sociales de conflicto en modelos de coexistencia. Una vez más, esto tiene que suceder no sólo en los altos niveles de la política, sino también entre la gente del común en cada población, en cada ciudad.
 

Las ONG pueden hacer importante contribuciones, ya que pueden actuar como facilitadores entre comunidades que han quedado polarizadas por el conflicto. A nivel popular, los grupos de voluntarios han logrado convencer a los antiguos enemigos de que trabajen en proyectos conjuntos, promoviendo el diálogo y ayudando así a resolver las disputas a nivel local.
 

  Argumentos en pro de la acción preventiva  

 
Como se mencionó al comienzo de este trabajo, vivimos en una época de transición mundial caracterizada por tendencias contradictorias. Los regímenes autoritarios están dando paso a fuerzas más democráticas y la cooperación internacional está aumentando, pero, al mismo tiempo, estas tendencias positivas están siendo contrarrestadas por el nacionalismo agresivo y por violentos disturbios étnicos, sociales y religiosos. Los retos ecológicos son desalentadores y en la situación actual de desigualdad mundial persistente y extrema, una quinta parte de la población del mundo sigue viviendo en una deprimente pobreza. En esta era de la revolución de la información, el segmento rico del mundo no puede ya cerrar sus ojos a estas realidades. Estamos, pues, ante nuevas oportunidades, así como ante nuevas amenazas.
 

El sistema mundial de seguridad actual fue diseñado en el período posterior a la II Guerra Mundial. En gran medida basado en la disuasión nuclear y encaminado a evitar una confrontación nuclear entre las superpotencias, fue útil para esos propósitos. Pero no evitó la irrupción de numerosos conflictos locales y regionales. Se evitó una gran guerra, pero no las guerras más pequeñas.
 

Los esfuerzos futuros para garantizar la paz y la seguridad   deben centrarse cada vez más en la resolución de los problemas antes d e que éstos escalen y se conviertan en crisis o conflictos. En vista de las múltiples demandas de recursos que escasean, la acción preventiva focalizada es la manera más eficaz de salir airoso ante las amenazas del mañana en lo relativo a la seguridad colectiva. Si se quiere que las medidas preventivas sean eficaces, se necesita actuar con prontitud. La asistencia internacional puede mantener la paz, salvar vidas y proteger los derechos humanos y la democracia -si llega a tiempo a las comunidades vulnerables -. Con demasiada frecuencia, hemos permanecido como observadores pasivos mientras se perdían oportunidades únicas porque no se movilizaron a tiempo los necesarios recursos. Un ejemplo particularmente horroroso es la interminable brutalidad contra los civiles en la región de los Grandes Lagos del centro de África. Demasiado a menudo, se ha comprobado que los mecanismos de respuesta son inadecuados para satisfacer las necesidades primarias de las democracias asediadas o de comunidades con problemas y propensas al desastre.
 

Afortunadamente, existe una conciencia cada vez más mayor entre los mediadores y facilitadores de la paz, así como entre los gobiernos en el hemisferio norte y en el hemisferio sur, de que las operaciones humanitarias emprendidas por el CICR, por las organizaciones gubernamentales internacionales y por las ONG internacionales, son una de las más importantes fuerzas preventivas existentes. La acción humanitaria eficaz e imparcial provee vínculos en sociedades destruidas por la guerra, disminuye la tensión y ayuda a evitar las amarguras duraderas.
 

Asimismo, tanto el CICR como las partes en numerosos conflictos se han dado cuenta de que el Comité Internacional puede facilitar las conversaciones de paz y promover la labor de los mediadores. En muchas zonas de conflicto, el CICR se ha ganado la confianza de las partes, gracias a su manera imparcial de prestar sus servicios humanitarios, convirtiéndose así en la opción obvia para el su ministro de apoyo logístico para el proceso de paz.
 

  Observaciones de conclusión  

 
En conclusión, ¿qué lecciones pueden aprenderse de la experiencia en los intentos para facilitar la restauración de la paz en los conflictos intraestatales en los diferentes continentes y en diferentes circunstancias?

En primer lugar, no puede haber verdadera paz a menos que las mismas partes - tanto los líderes como la población en su conjunto- tengan la voluntad de hacer el esfuerzo necesario para alcanzar una solución. La paz duradera no puede imponerse desde el extranjero. Esta clase de compromiso con la paz por las partes mismas parece al fin haber emergido en Guatemala. La razón por la cual todavía no hay verdadera paz en Bosnia Herzegovina, Sudán o Sri Lanka es que en cada uno de estos contextos hay al menos una de las partes que no está aún interesada en obtener la paz en términos que parecen ser legítimos para un extranjero.

En segundo lugar, incluso cuando las partes beligerantes desean hacer la paz, es posible que, a causa de un mecanismo inadecuado de mediación y de la falta de canales discretos para los contactos, se puedan frustrar las más nobles ambiciones. En el Cercano Oriente, así como en Guatemala, se pudo llegar a acuerdos sólo después de años de contactos de bajo perfil continuos y a través de facilidades hechas a la medida de las partes y puestas a su disposición.
 

En tercer lugar, la diplomacia internacional tiene una sorprendente falta de preparación en términos de suministro de personal, conocimientos especializados y apoyo material necesario para la facilitación eficaz de un proceso de paz. La fortaleza del modelo Noruego de cooperación entre los organismos gubernamentales, las ONG y las instituciones académicas reside en el hecho de que ha incrementado su capacidad para poner de inmediato a disposición las herramientas apropiadas para un proceso de mediación. La gama de estas herramientas puede ir desde expertos en la separación de las fuerzas militares y asesores jurídicos constitucionales hasta personal de socorro de emergencia y asistencia económica.
 

Existe, en resumen, un margen para alianzas creativas entre: gobiernos, la ONU, el CICR y las ONG. Países como Noruega están dispuestos a desempeñar un papel activo y constructivo en la resolución de conflictos en asociación con las Naciones Unidas y sus miembros. Nuestra experiencia muestra que la cooperación entre gobiernos y ONG ofrece importantes ventajas. Aunque cada una de estas entidades pueda operar efectivamente por separado, en los esfuerzos para el establecimiento de la paz hay muchas circunstancias en que la cooperación entre ambas es mutuamente benéfica.
 

Es posible que sólo uno de cada cien esfuerzos para alcanzar la paz fructifique. Pero aún así, vale la pena el esfuerzo. Como decían los estudiantes de París en 1968: " Sean realistas, pidan lo imposible " .
 
 
  Jan Egeland   es asesor especial de la Cruz Roja Noruega, en Oslo .