Refugiados en Uganda: niños perdidos buscan una nueva vida

15-11-2012 Reportaje

Desde principios de año, más de 35.000 hombres, mujeres y niños han cruzado la frontera de la República Democrática del Congo a Uganda en búsqueda de seguridad. Durante sus visitas a los campamentos de refugiados en Uganda, el CICR encontró a un grupo de niños perdidos procedentes de varias partes del este de la República Democrática del Congo. Algunos desean regresar a sus hogares; otros esperan tener una vida mejor en Uganda o en algún otro país.

 

Eran las cuatro de la tarde de un jueves de agosto, cuando Tomás*, de quince años de edad, finalmente pudo comunicarse con un familiar. Estuvo solo por más de un mes, tras haber huido de los enfrentamientos que estaban teniendo lugar cerca de su casa, en el este de la República Democrática del Congo.

Lo encontramos sentado en una silla de plástico, en la carpa que la Cruz Roja de Uganda tiene en al asentamiento de refugiados de Rwamwanja, donde se alojan unos 26.000 refugiados, en su mayoría procedentes de República Democrática del Congo.

Un contacto frágil

Tomás esperó ansiosamente a que le pasaran el teléfono. Después de dos intentos, el voluntario encargado de la cabina telefónica dijo que había logrado conectarse.

"Hola, hola. ¿Me oyen?". Tomás tuvo que hacer un esfuerzo para escuchar, porque el ruido
de la lluvia repercutía en la lona de la carpa. "Estoy en el campamento Rwamwanja”, le dijo a uno de sus primos.

“Vine desde mi casa hace un tiempo, estoy junto con otros niños huérfanos", dijo Tomás.

Sus padres murieron cuando hombres armados atacaron la casa familias unos meses antes. Tomás huyó de la zona y logró cruzar la frontera hacia Uganda, en condiciones de seguridad.

Noticias decepcionantes

Era la primera vez que lograba hablar con algún pariente desde que ocurrió el incidente. Con ayuda de otros refugiados procedentes de la misma zona que Tomás, el personal de la Cruz Roja logró dar con su primo.

Después de dos minutos, el tiempo permitido para las llamadas, Tomás se despidió y devolvió el teléfono.

Los dos minutos no alcanzaron para ponerse al día, después de meses de violencia, dificultades y soledad. Pero sí fue suficiente para obtener una información importante. El primo de Tomás no puede ir a buscarlo al campamento donde está, lo que significa que el joven de 15 años deberá quedarse en el asentamiento.

Tomás es uno de los tantos niños y adolescentes que llegan solos como refugiados, tras huir de la violencia en República Democrática del Congo, y que ahora intentan restablecer el contacto con sus familiares.

Los "niños perdidos"

Las niñas no acompañadas son ubicadas rápidamente con otras familias en el campamento, que se ofrecen a recibirlas a cambio de que ellas cuiden de sus otros niños o cocinen. En cambio, es más difícil ubicar a los varones; en general se los aloja juntos en carpas destinadas a ellos solos.

Las instalaciones básicas donde duermen tienen camas y mosquiteros. Durante el día, juegan al fútbol o deambulan por el campamento, tratando de conseguir algo más para comer. Al caer la tarde, se preparan raciones de guisantes y maíz cocido en un fuego al aire libre.

Como los "niños perdidos" de la historia de Peter Pan, de J.M. Barrie, se encuentran en el limbo de la "tierra de nunca jamás". Esperan que alguien los encuentre, que alguien los venga a buscar, pero día a día se vuelven más independientes y van alejándose poco a poco de los niños que fueron cuando tuvieron que huir.

Jennifer Seninde es una asistente de búsqueda de personas, que trabaja en Kampala, la capital de Uganda. Ha trabajado en el servicio de búsqueda de personas del CICR, ahora conocido como "restablecimiento del contacto entre familiares" (o RCF), por más de veinte años. Según Jennifer, los menores no acompañados siempre representan una problemática específica.

“Nuestras búsquedas en general dan resultados positivos, pero lleva meses encontrar a las personas y, en ocasiones, cuando las encontramos, los familiares no están en condiciones de llevarse a los niños con ellos ", dice.

Mejores resultados gracias al servicio telefónico

En los últimos meses, Jennifer Seninde ha supervisado la introducción de las llamadas telefónicas al servicio de restablecimiento del contacto entre familiares en Uganda. Es un medio vital para restablecer el contacto, tras años de usar los mensajes escritos a mano y transmitidos de un refugiado a otro, llamados mensajes de Cruz Roja. Jennifer dice que la mejora en los resultados ha sido enorme.

“En el caso de los niños no acompañados, el servicio telefónico nos ha ayudado a encontrar a los familiares con más rapidez. Antes nos llevaba meses obtener información, ahora lo podemos hacer en cuestión de minutos, siempre y cuando las personas tengan un número adonde llamar y podamos establecer la comunicación".

Gracias al nuevo servicio, diecinueve niños y adolescentes que llegaron en el último grupo de refugiados procedentes de República Democrática del Congo, han sido reunidos con sus familiares en los últimos meses.

Otros niños, como Antonio, de doce años de edad, siguen esperando.

“Me han dicho que uno de los hermanos de mi padre también está en Uganda. No he podido encontrarlo, pero todos los días hago un intento y lo llamo", dice.

Muchos no quieren regresar a casa

Según Mark Safari, encargado de búsqueda de personas en Rwamwanja, en muy pocos casos los niños no tienen a nadie con quien comunicarse. El problema es qué hacer con ellos si, como en el caso de Tomás, el familiar no desea hacerse cargo del niño.

Muchos, sobre todo los de más edad, no desean regresar, aunque hallen a sus parientes.

“No quiero volver a mi país", dice Samuel, de quince años de edad, a un colaborador del CICR.

Forma parte de un grupo de niños que se encuentra en el campamento y que ha llegado a Uganda por segunda vez. Hace dos años, huyó de su hogar siendo un tímido adolescente de trece de edad y fue reunido con su abuela en República Democrática del Congo, cuando finalizaron los enfrentamientos.

Ahora se encuentra en la misma situación. Samuel dice que ya ha tenido suficiente.

“Quiero ir a Canadá", dice, simplemente.

Según Safari, cuanto más tiempo se quedan solos los niños no acompañados, más difícil es persuadirlos de que vuelvan con sus familiares.

“Se acostumbran a la vida en el campamento y también oyen por ahí que podrían rehacer su vida en muchas otras partes del mundo", dice Safari. "Para nosotros, ello significa que tenemos que prestar nuestros servicios de búsqueda de la forma más rápida y eficaz posible."

*Los nombres son ficticios