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El hombre del mes: Jakob Kellenberger

25-02-2005 Artículo, Bilanz, por Thomas Knellwolf

Extractos del artículo escrito por Thomas Knellwolf acerca de la inmediata reacción del CICR ante el tsunami en Asia. El artículo fue publicado en alemán por la revista suiza Bilanz, en enero de 2005, y se reproduce aquí con la gentil autorización de la revista. Las opiniones expresadas en el artículo no reflejan necesariamente las del CICR. Tres de los cinco colaboradores desaparecidos que se mencionan en el artículo han sido hallados luego de la fecha de publicación.

  Además del secretario general de la ONU, Kofi Annan, el presidente del CICR, Jakob Kellenberger, es quien más intensamente debe ocuparse de catástrofes. El maremoto en el océano Índico requirió que su Institución despliegue actividades a plena capacidad. Cuaderno de bitácora de la sede de la Cruz Roja.  

Jakob Kellenberger espera con alegría pasar un fin de año tranquilo. Tiene planeado trabajar la semana entre navidad y año nuevo. En el otro lado del mundo, en la capital indonesia, Yakarta, el Instituto de Meteorología y de Geofísica registra un maremoto de una magnitud de 6,4 grados en la escala de Richter. Otros servicios miden hasta 8,9. Es el 26 de diciembre, 1.59 h de Europa central, cuando los aparatos comienzan a oscilar desenfrenadamente. Pocas horas después, el experto en gestión de crisis Jakob Kellenberger y la Institución del CICR en Ginebra están en el meollo de la acción para sobreponerse a la inundación del siglo. La operación que se pone en marcha en el CICR está bien probada.

  Domingo, 26 de diciembre  

El día de san Esteban, pocos son los colaboradores designados para un servicio de turno en la sede del CICR. Como su más alto jefe, pasan los días navideños con sus familias en Ginebra y alrededores. Unos han ido a los Alpes. Todos deben estar localizables por teléfono las 24 horas del día y, en caso de urgencia, deben estar en la oficina en el plazo de una hora. 

En el camino de regreso de la iglesia a su casa, el economista diplomado por la Escuela Superior de San Gallo, Walter Füllemann, director adjunt o de Actividades Operacionales del CICR en todo el mundo, escucha en World Radio Geneva las noticias de la BBC sobre una catástrofe natural en el océano Índico, cuyo saldo es de «unos 100, quizás 1.000 muertos». En un primer momento, no piensa que esto pueda echar por la borda los planes familiares para los días de fiesta. El CICR, Institución para la cual trabaja, desde 1989, este colaborador oriundo de Turgovia, se ocupa principalmente de las consecuencias de las guerras y no de la destrucción causada por la naturaleza. 

Al mismo tiempo, Yves Etienne, jefe de la División de Asistencia, del CICR, subordinado de Füllemann, escucha la noticia del terremoto frente a la isla indonesia de Sumatra. El geólogo, que antes de prestar servicios en el CICR, había trabajado en Indonesia, intuye el alcance de la catástrofe. Se pone en contacto con un colega geólogo en el Servicio Sismológico de Ginebra, quien comparte sus temores. Los colegas encargados de las actividades en Asia averiguan por teléfono qué socorros hay inmediatamente a disposición. La respuesta de Etienne: el CICR está preparado para lo peor. 

El CICR está presente en tres zonas que han sido damnificadas por la inundación. Es imposible ponerse en contacto con las oficinas en Aceh y en Myanmar (ex Birmania). Igualmente, las conexiones telefónicas con Sri Lanka no funcionan. Allí, el CICR tiene nueve oficinas y pone a contribución su misión humanitaria para el alto el fuego. En Ginebra, hay gran preocupación por los colegas sobre el terreno. 

Todavía no se sabe que, en Sri Lanka, los casi 350 colaboradores del CICR, de los cuales 42 expatriados, o sea, delegados que están fuera de su país de origen, ya están prestando los primeros auxilios con la Sociedad Nacional de la Cruz Roja y los voluntarios. 

Las noticias acerca de la envergadura de la catástrofe siguen siendo contradictorias. Pero, tras analizar los datos fidedignos, Yves Etien ne y sus colegas asignados para prestar el servicio de turno deciden enviar los primeros socorros a Asia. El depósito de socorros del CICR más grande del mundo está en la capital de Kenia, Nairobi. Habitualmente, de allí se envían los socorros a zonas africanas en crisis, como Darfur. El depósito está provisto de material de socorro como mantas y medicamentos. Walter Fülleman libera un crédito de un millón de francos para el transporte aéreo de África a Asia. 

La sede moviliza en servicio de turno para el día siguiente a todos los colaboradores que aún no se han puesto en contacto con sus colegas. Hoy ya no se puede hacer más. La situación es demasiado confusa. En las regiones de la catástrofe es de noche. La contrarreloj comienza en Ginebra al día siguiente. 

  Lunes, 27 de diciembre  

A las 8.30 h se reúnen 15 colaboradores para un Grupo operativo en la sede del CICR. La mitad se ocupa, sin interrupción, de Indonesia, la otra, de Sri Lanka. Las siguientes dos semanas dejarán sus oficinas sólo para ir a dormir. Aunque no hay listas de comprobación para la catástrofe o planes concretos para las actividades de urgencia, todos saben lo que tienen que hacer. El CICR emplea en su sede casi únicamente ex delegados, que han trabajado sobre el terreno. Todos han realizado cinco, seis o más misiones sobre el terreno y saben lo que es un período de crisis. Trabajan rápidamente y sin burocracia. En la jerga de las actividades de socorro, esto se denomina " cultura operacional " . 

Los datos sobre la situación en las regiones damnificadas por la catástrofe siguen siendo contradictorios. Lo único seguro, es que cabe prever más que los 10.000 muertos de que dan cuenta los diarios. Urge obtener más información de lo que pasa en esos lugares. 

Con respecto a otras zonas, el caso de Sri Lanka es más fácil, pues, poco a poco, se logra entablar contacto con las oficinas sobre el terreno. Pronto, se sabe con certeza que la infraestructura en todo el país está intacta. Los días siguientes, se comprobaría que todos los empleados del CICR en la isla habían sobrevivido ilesos la catástrofe.

En Indonesia, la cosa es más complicada. Sin embargo, se establece rápidamente contacto con los delegados que están fuera de Aceh. Se sabe que están ilesos muchos de los 22 expatriados y de los 100 colaboradores locales. Los colaboradores de la capital, Yakarta, tampoco tienen noticias de la capital provincial de Banda Aceh. Se ha permitido al CICR mantener sólo una pequeña oficina en la región en guerra civil. Los dos delegados debían dar cuenta ante las autoridades indonesias de cada gestión que emprendían. Las imágenes difundidas por televisión hacen temer lo peor para ellos. Banda Aceh es una ciudad en escombros.

Jakob Kellenberger, que también en su despacho, recibe ininterrumpidamente noticias acerca de la suerte corrida por los colaboradores y sobre el estado de las actividades operacionales. No es menester que intervenga, aún no.

Cientos de miles de personas buscan a sus familiares en las regiones inundadas. Empleados de la Cruz Roja de todo el mundo, cuya especialidad es la reunión de familiares se ponen en contacto, en Ginebra, con el encargado de la protección de detenidos y personas civiles en Asia, Marco Kirschbaum. Éste envía a seis de esos especialistas a Sri Lanka. Viajan en avión a las regiones damnificadas transportando socorros de urgencia, así como muchos teléfonos satelitales.

Sobre el terreno, ya están manos a la obra los expertos locales en reunión de familiares. Ponen a disposición sus teléfonos satelitales, por ejemplo, en templos o escuelas, que han sido habilitados como refugios de urgencia. 

Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja ofrecen su ayuda a Ginebra. El CICR mantiene un constante contacto con la Federación de Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, sita también en la ciudad del Ródano, y con la ONU. El objetivo: empleo óptimo de la ayuda, cobertura de todas las regiones damnificadas, eliminación de la duplicación de esfuerzos. Yves Etienne y sus colaboradores organizan más envíos de socorros a la zona damnificada: lonas para carpas, bolsas para cadáveres, tabletas de cloro para el tratamiento del agua o vacunas, procedentes de Asia, Europa y África. Colaboradores del CICR son (re)enviados sin demora a las regiones damnificadas por la inundación. Deben interrumpir inmediatamente la realización de otras misiones o sus vacaciones. 

Sobre el terreno, se presta asistencia a plena capacidad. La delegación del CICR en la capital de Sri Lanka, Colombo, constituye un depósito de socorros en una escuela cercana a su oficina. La población local y turistas donan ropa, víveres y artículos de aseo, que se transportan en paquetes a las regiones en situación de urgencia.

En razón del gran número de desaparecidos, no cabe duda de que el CICR pondrá otra vez en funcionamiento su página Family-Links. En el verano de 2004, quedó demostrada la eficacia de este buen servicio durante la inundación en Haití, así como en la guerra de Irak. La página web ayuda a encontrar a familiares y amigos cuyo paradero se desconoce. 

A las 15.30 h, el Grupo Operativo vuelve a reunirse en la sede. Se sigue sin saber nada de la oficina en Aceh.

  Martes, 28 de diciembre  

Las noticias son menos confusas, hay cada vez más certeza de la situación catastrófica en lugar. El jefe de la División de Recursos Exteriores, Jean-Daniel Tauxe, comienza a redactar un llamamiento, a fin de solicitar ayuda a los Estados donantes. El CICR no se procura el dinero para constituir reservas, sino siempre para acciones concretas. En estos días, el señor Tauxe, oriundo de la Suiza de habla francesa, presencia lo que nunca había visto en sus 25 años en el CICR. Sin haberse hecho llamamiento público alguno, llegan, en poco tiempo, muchos donativos, incluso uno anónimo un total de un millón de francos.

Los socorros sobre el terreno siguen siendo insuficientes; ante la enorme catástrofe, sólo pueden ser insuficientes. Un avión de carga Antonov 124 del otrora Ejército Rojo despega de Nairobi, Kenia, rumbo a Colombo, con una carga de 110 toneladas de socorros. Con ese material se puede proporcionar alojamiento de urgencia y medicamentos a 30.000 personas. Desde Ginebra, donde hay otro gran depósito del CICR, despega también, rumbo a la capital de Sri Lanka, un segundo Antonov con diez toneladas de socorros, entre los cuales artículos de aseo, medicamentos y vacunas. 

Un experto en agua y abastecimiento viaja en avión de Ginebra a Sri Lanka. Un ingeniero del CICR viaja de Bangkok a Indonesia. Otros expertos en búsqueda parten de sus países de origen rumbo a la región damnificada. Pronto, hay nueve equipos, y cada uno tiene dos teléfonos satelitales. Se ocupan de adultos y de niños errantes. Donde pueden, ponen en contacto a las personas, les prestan ayuda.

El segundo día de la catástrofe, la página Family-Links registra consultas 650.000 veces. El servidor no puede atender a todas las solicitudes. En la sede del CICR, especialistas informáticos y asesores externos prestan apoyo. Se instala un segundo servidor. 

Por primera vez, cunde una buena noticia en la sede: los delegados en Aceh han sobrevivido a la catástrofe, con colaboradores indonesios, en una isla ubicada en frente de Sumatra. Sin embargo, cuando regresan a su residencia en Banda Aceh, encuentran su vivienda completamente destruida. Si hubiesen estado allí, apenas habrían tenido posibilidad de sobr evivir. La oficina en Aceh está en pie, así como un tercio del depósito. Mediante la mínima infraestructura, el CICR puede efectuar inmediatamente una acción en la provincia en guerra civil, y donde las autoridades siguen sin permitir la ayuda internacional. Se sigue sin tener noticias del paradero de cinco colaboradores locales.

  Miércoles, 29 de diciembre  

Los dos aviones Antonov procedentes de Nairobi y de Ginebra llegan simultáneamente a Colombo. La descarga de los socorros demora, puesto que los aviones que aterrizan congestionan el aeropuerto.

En la sede del CICR, se adquiere una especie de rutina en la gestión de la crisis. A causa de la diferencia horaria en la región de la catástrofe, los colaboradores del CICR deben estar muy temprano en las oficinas. Se ponen en contacto con el " terreno " , se informan, organizan. Al mediodía, se reúne el Grupo operativo. 

Los días feriados, de los 800 colaboradores, hay presentes apenas más de 20 en la sede. El CICR afronta la crisis de manera descentralizada. El objetivo es tener a colaboradores donde es más acuciante la necesidad de ayuda. A comienzos de enero, el número de expatriados en la delegación de Sri Lanka aumenta de 22 a 50; en Indonesia, de 42 a 70. A esta plantilla, se añade un gran número de colaboradores y voluntarios locales.

Hay luz en las oficinas de la sede. No hay una central de actividades, como la que opera la Cadena de la Felicidad. El ambiente es grave; pero, no deja de ser un poco navideño. En una oficina, hay pasteles, en otra, café. Los colaboradores, que se conocen desde sus misiones sobre el terreno, funcionan como una sociedad conjurada. Saben que es importante prestarse apoyo mutuamente en estos difíciles momentos. Especialmente, a los que conocen a personas en las regiones damnificadas por la catástrofe. Y la mayoría co noce a alguien.

La asesora médica, Michèle Jotterand, de la " Unidad Estrés " en la sede del CICR, redacta un mensaje para los que prestan ayuda en las regiones damnificadas: el personal sobre el terreno tiene que dormir lo suficiente, observar una buena alimentación e higiene, pues se requerirán sus servicios de urgencia durante días y semanas, si no, meses. Se trata de evitar una sobrecarga de trabajo, enfermedades y traumas. «Nuestro personal está entrenado para administrar el estrés», explica el jefe de Actividades Operacionales, Walter Füllemann. «Pero, no es normal tener que ver cientos de cadáveres, y es difícil incluso para colaboradores con años de experiencia».

El Gobierno indonesio, que hasta la fecha había rechazado la ayuda extranjera, permite ahora la ayuda de organizaciones internacionales en Aceh, región en guerra civil, ubicada en el norte de la isla Sumatra. Las organizaciones de ayuda solicitaban insistentemente ese asenso desde hacía días. Una de las tareas esenciales de Jacob Kellenberger es obtener a su personal el acceso a las regiones en crisis. Así pues, el pasado mes de marzo, logró concertar con el Gobierno sudanés la acción en Darfur, o el año 2000, con el presidente ruso Putín, las visitas a prisioneros en Chechenia, que se reanudaron entre tanto.

La catástrofe de la inundación no requiere intervención de la más alta jerarquía, tampoco requiere que Kellenberger se desplace a la zona en crisis, puesto que hubo signos tempranos de un cambio de actitud por parte del Gobierno indonesio. Por lo demás, sobre el terreno las labores han avanzado bien. «Me desplazo únicamente al lugar donde quepa prever que mi presencia redunda en una plusvalía de beneficios», explica Kellenberger. «Plusvalía de beneficios» es una palabra que suele emplear este diplomático confirmado. Cuando no se logran resultados mediante gestiones a niveles más bajos, opina que generalmente se consigue poco beneficio donde zumban las cámaras y se obtiene mucho beneficio mediante el diálogo directo y un mensaje inequívoco a los responsables. Así era cuando ejercía como secretario de Estado y negoció los acuerdos bilaterales II con la Unión Europea. No le agrada hacer viajes de resonancia publicitaria, como los de la ministra de Relaciones Exteriores, señora Calmy-Rey, que viajó a Asia apenas ocurrió la catástrofe. De todas maneras, el modesto presidente Kellenberger no quiere que lo comparen con otras personas. 

El encargado del servicio de búsqueda, Marco Kirschbaum, recibe las llamadas de personas que buscan a familiares. «Sólo podemos decir a los que llaman, que hacemos lo humanamente posible», dice Kirschbaum. «Pero, si pasada media semana desde la catástrofe, no se encuentra a alguien en los hospitales, es claro, para ambos lados del teléfono, que es muy probable que la persona buscada esté entre las víctimas». Le corren las lágrimas por las mejillas.

En Aceh, los médicos del CICR comprueban inmediatamente la situación en los hospitales de urgencia. La Cruz Roja Indonesia distribuye 1.000 planos para carpas de urgencia y 1.800 paquetes familiares. Sólo en Banda Aceh, recoge 6.000 cadáveres.

El tercer día tras el maremoto, se registra ya un total de un millón de consultas en la página electrónica del CICR para la búsqueda de personas. Sobre el terreno, las listas de nombres inscritos de personas buscadas y sobrevivientes se imprimen y se colocan en murales.

  Jueves, 30 de diciembre  

Se traza el «Plan de acción de ayuda tras el maremoto». Ginebra calcula 17,7 millones de francos de costos adicionales para la ayuda de urgencia en Indonesia y, 7,9 millones para Sri Lanka. El jefe de la División de Recursos Exteriores comprueba que los donantes, tanto Estados como particulares, ya han prometido el dinero. Jakob Kellenberger consulta el Plan con la Dirección y somete para aprobación la extensión de presupuesto, mediante una conferencia telefónica, al Consejo de la Asamblea, que es una especie de consejo administrativo. 

Hasta el cuarto día tras el maremoto, el presidente del CICR casi no ha tenido que intervenir de modo operacional. Esto se sustenta en la cultura operacional y la organización descentralizada del CICR, pero también en los principios de dirección del más alto jefe. Los más importantes son: «claros procedimientos estratégicos», «confianza en los colaboradores, mientras no se demuestre que sea erróneo» y «toma de decisiones operacionales lo más cerca posible de la situación sobre el terreno». En los días siguientes al maremoto, se comprueba lo acertado de estos principios.

Esta casi realizada la primera fase de ayuda para Sri Lanka. Dado que se ha reanudado el funcionamiento de la red telefónica, 88 colaboradores del CICR, expertos en búsqueda ayudan, desde hace poco, a expedir partidas de defunción, y continúan recogiendo datos de personas desaparecidas. En Sri Lanka, pronto se alcanzará el objetivo de procurar a 200.000 sobrevivientes socorros de primera necesidad.

Durante todos estos días, el CICR no ha causado gran sensación en la televisión. Algunas Sociedades de la Cruz Roja exigen que la sede haga esfuerzos para una mayor presencia mediática, a fin de que los donantes puedan ver lo que se hace con su dinero.

Desde año nuevo, la sede del CICR funciona normalmente. Habrá un nuevo Grupo operativo para las consecuencias del maremoto, los demás colaboradores se ocuparán de las otras crisis y catástrofes en el mundo. En Aceh, a pesar de todos los esfuerzos para prestar ayuda, la situación sigue siendo catastrófica. Desde Noruega, se envía en avión un hospital de urgencia de la Cruz Roja, incluido el personal. 

Apenas se albergan esperanzas respecto de los cinco colabo radores locales del CICR.