Colombia: el drama de los muertos sin nombre en los cementerios

18-04-2012 Reportaje

Este texto forma parte de la publicación "Situación humanitaria: Informe de actividades Colombia 2011".

El cementerio se funde de imprevisto con las casas y los locales comerciales del pequeño municipio de la costa Pacífica colombiana. No está claro en qué lugar exacto terminan las viviendas o los almacenes llenos de mercancía y donde empiezan las tumbas, los mausoleos, las fosas. Más aún, tampoco se sabe en qué lugar del terreno que se pisa están, bajo nuestros pies, enterrados los NN, esos muertos sin nombre que abundan en tantos cementerios de Colombia.  En el cementerio de Bocas de Satinga, municipio de Olaya Herrera (Nariño), están enterrados, según cuentas de Chaín, el sepulturero del pueblo, los cuerpos de 51 personas sin identificar (podrían ser muchas más) que bajaron por el río, que aparecieron en el pueblo, que no tienen papá ni mamá ni esposo conocido. Todos estos cuerpos fueron recogidos por Chaín y preparados en la morgue sin luz y sin recursos del pequeño cementerio. La mayoría fueron inhumados sin ninguna identificación ni separación ni protección en el lote del cementerio.

Aunque no se conocen sus nombres, sí hay información (brindada en especial por el sepulturero) que algún día podría facilitar la identificación de estos cuerpos y su entrega a los familiares que los buscan en algún lugar de Colombia.  Para preservar esta información, el CICR, con la ayuda de Chaín y de la Alcaldía, empezó a identificar y a marcar con placas de cemento los lugares donde estarían los cuerpos, como el primer paso para el proceso de identificación.  Asimismo, a través del análisis de las actas de levantamiento y los protocolos de necropsias de más de 20 personas y de la información recolectada en trabajo de campo, el CICR consiguió información que puede ser útil para un posterior trabajo de identificación. La idea es que el proceso no se quede solo en la marcación sino que, asumiendo el caso, las autoridades forenses realicen el registro, exhumación, identificación y, por último, la entrega de los restos a las familias. El CICR también asumió la rehabilitación de la morgue y habilitó pabellones para NN y cuartos fríos.

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© El Espectador / N. Sierra