Honduras: promover valores humanitarios en las escuelas

27-06-2012 Reportaje

Las colonias Los Pinos y Altos de San Francisco, en la periferia de Tegucigalpa, están entre los barrios más afectados por la violencia organizada. Esta violencia no se detiene en la puerta de las escuelas y dificulta la labor de los profesores y el aprendizaje de los alumnos. El proyecto Abriendo Espacios Humanitarios (AEH), impulsado en 2010 por la Secretaría de Educación de Honduras y el CICR, trata de disminuir los efectos de la violencia organizada.

La escuela de Altos de San Francisco se encuentra en la ladera de una colina empinada. Es un edificio alargado, rodeado de un muro alto que lo separa de las casas sencillas del barrio y que lo protege un poco de la violencia del entorno.

La clase de séptimo grado fue la primera en comenzar el proyecto AEH el año pasado con 30 alumnos. Este año, en el octavo grado, solo quedan siete. “Muchos de los padres decidieron enviar a sus hijos a escuelas más seguras“, dice Karen Canales, maestra de Educación Cívica y Estudios Sociales, que imparte los contenidos de AEH en la escuela. Otros se mudaron con toda la familia a barrios menos violentos.

Jorge* y Daniel*, de 14 años de edad, viven muy cerca de la escuela. Como la mayoría de los niños de la zona, sus padres trabajan todo el día. Cuando no están en la escuela, los niños se quedan en casa con sus hermanos.

Cuentan que no salen de casa por temor a la violencia organizada que afecta al barrio. Al mismo tiempo, muestran una peculiar adaptación ante la situación. “Conocemos los grupos”, dice Jorge, “ya no nos hacen nada. Si se meten a nuestra casa a robar, no se llevan nada, solo lo hacen por molestar.”

En el barrio de Los Pinos, María Rivera, docente de español en la escuela, subraya el mismo problema. “La mayoría de los padres trabajan, y los alumnos la pasan solos en la casa.” Añade que “algunos vienen de hogares desintegrados. Hay poco interés, los padres de familia solo vienen a matricular a sus hijos y se olvidan de ellos.”

Con una ansiedad levemente perceptible en su voz, María Rivera cuenta que los miembros de las pandillas entran regularmente en la escuela; ella también tuvo que adaptarse. “Se colocan así, al lado de las aulas, y claro, distraen a los alumnos. Una no les puede decir nada, por temor a represalias. Entonces no les damos importancia, hay que seguir trabajando.”

Frente a esas dificultades, el CICR y la Secretaría de Educación lanzaron en 2010 el proyecto AEH, con el apoyo de la Cruz Roja Hondureña. El proyecto contempla la búsqueda de medidas de seguridad en las escuelas, primeros auxilios y atención médica, apoyo psicológico de urgencia y promoción en las clases de principios y valores humanitarios. En los cursos de AEH, se intenta crear conciencia e inculcar comportamientos de respeto y protección de la vida y la dignidad de la persona.

En Honduras, el proyecto se lleva adelante en 20 escuelas de los cinco departamentos del país más afectados por la violencia organizada. Aproximadamente 7.500 alumnos y 80 docentes se benefician de forma directa del proyecto.

Para María Rivera, en Los Pinos, “el programa AEH ha ayudado a los alumnos en términos de seguridad. Se les explica que tienen que estar en la casa y ser obedientes a sus padres.” De ese modo, se logra reducir su exposición a los riesgos en las calles del barrio.

Pero también está cambiando la actitud de los alumnos. “Después de empezar el programa AEH, se notó que los alumnos eran más despiertos, tenían más confianza”, explica María. “Se han vuelto más responsables, más seguros de sí mismos y más comunicativos. También son más disciplinados, lo que nos ayudó a nosotros, los profesores”, concluye.

Los alumnos de la escuela Altos de San Francisco añaden que la violencia entre ellos disminuyó gracias al proyecto. Adriana*, de 13 años de edad, una de las alumnas que siguió el primer año de AEH el año pasado, cuenta que “antes se peleaban por un vaso de leche, ahora ya no lo hacen”.

Jorge, que está en clase con Adriana, solía ser uno de los alumnos más inquietos de la escuela. “Me subía al palo de toronjas, las arrancaba y desde arriba se las tiraba en la cabeza a los más pequeños, además de robarles la comida o botarles el agua. Pero cambió cuando estudié el programa AEH. También peleaba mucho con mi hermano y decidí parar.” Para Daniel, su amigo, el programa AEH “ayuda a la juventud a que no se pierda en la maldad de robar y asaltar”.

“Lo más importante que he visto es su valoración como personas”, afirma María Rivera. “Se les habla de dignidad humana, de la cuestión de la violencia, y pudimos notar que cambiaron. Antes se veía mucho egoísmo, ellos se peleaban así por cualquier cosa, ahora hay más compañerismo, y menos violencia.” Los alumnos de su clase dicen que aprendieron que “la violencia no resuelve nada.”

Adriana dice que la cosa más importante que aprendió fue el respeto. “Por ejemplo, él es negro, yo soy blanca”, cuenta, “pero por eso no tenemos que faltarnos el respeto”. Adriana, rubia de tez blanca, es diferente de sus compañeros. Se percibe, cuando habla, que probablemente fue ella quien a veces sufrió la discriminación.

Por las risas y las burlas que se escuchan en la clase cuando habla, es evidente que todavía hay trabajo por delante para disminuir la discriminación. Para reforzar las ideas de respeto y dignidad, el proyecto AEH se extenderá a partir de este año a octavo y noveno grado en las 20 escuelas escogidas en Honduras.

*Los nombres de los alumnos fueron cambiados

Fotos

Karen Canales, maestra de educación cívica y estudios sociales, en la escuela de los Altos de San Francisco, en Tegucigalpa. Es la maestra que imparte los contenidos de AEH en la escuela. 

Karen Canales, maestra de educación cívica y estudios sociales, en la escuela de los Altos de San Francisco, en Tegucigalpa. Es la maestra que imparte los contenidos de AEH en la escuela.
© CICV / O. Moeckli

Alumnos de la clase de octavo grado en la escuela de los Altos de San Francisco, en Tegucigalpa, durante una clase de educación cívica, con la maestra Karen Canales. Fueron los primeros a seguir AEH en la escuela durante su séptimo grado. 

Alumnos de la clase de octavo grado en la escuela de los Altos de San Francisco, en Tegucigalpa, durante una clase de educación cívica, con la maestra Karen Canales. Fueron los primeros a seguir AEH en la escuela durante su séptimo grado.
© CICR / O. Moeckli

Alumnos de la escuela “Jaime Romero Zuniga”, durante el recreo, en Los Pinos, Tegucigalpa. 

Alumnos de la escuela “Jaime Romero Zuniga”, durante el recreo, en Los Pinos, Tegucigalpa.
© CICR / O. Moeckli

La maestra María Rivera con sus alumnos durante una discusión sobre AEH, en la escuela de Los Pinos, Tegucigalpa. Fueron los primeros alumnos a seguir AEH en la escuela durante su séptimo grado. 

La maestra María Rivera con sus alumnos durante una discusión sobre AEH, en la escuela de Los Pinos, Tegucigalpa. Fueron los primeros alumnos a seguir AEH en la escuela durante su séptimo grado.
© CICR / O. Moeckli

Alumnos durante una discusión sobre AEH, en la escuela de Los Pinos, Tegucigalpa. Fueron los primeros alumnos a seguir AEH en la escuela durante su séptimo grado. 

Alumnos durante una discusión sobre AEH, en la escuela de Los Pinos, Tegucigalpa. Fueron los primeros alumnos a seguir AEH en la escuela durante su séptimo grado.
© CICR / O. Moeckli