Conflicto de las islas Falkland/Malvinas: "yo reconstruí mi historia preguntando"

29 marzo 2007

Marcelo López participó, en 1982, en el conflicto que mantuvieron la República Argentina y el Reino Unido a raíz de la disputa que tienen por las islas Falkland/Malvinas. Cuando su compañía se rindió, fue hecho prisionero de guerra y luego liberado. A su regreso, no podía recordar detalles del viaje de retorno al continente. Gracias al registro de los prisioneros de guerra argentinos confeccionado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Marcelo pudo, casi 25 años después, obtener datos que le permitieron reconstruir parte de su historia.

" Recuerdo haber viajado en barco y haber llegado a un puerto, pero no me acuerdo qué puerto era. Fue mucho tiempo después que leí, en una nota periodística, que el Norland, uno de los barcos que transportaron a los prisioneros de guerra argentinos, había anclado en Montevideo, la capital uruguaya. Yo había estado en el Norland, entonces pensé:'pero si yo no estuve en Montevideo'. Pero la verdad es que no sabía si había estado o no, tenía un salto en mi memoria hasta el momento de llegar a Buenos Aires, donde nos reciben los del Ejército argentino. Tenía ahí toda una zona nebulosa.

Yo no sabía de qué manera encontrar información sobre cómo o por dónde había regresado. Pero al leer ese artículo, me acordé de que un delegado de la Cruz Roja nos había tomado los datos durante el viaje. Pensé:'tiene que haber algún lugar de la Cruz Roja con el que yo pueda comunicarme para que me digan si yo estuve ahí'. Pasaron 25 años, yo tenía veinte en ese momento. Ahora, veo a mi hijo que tiene veinte años y pienso que entonces yo era muy joven, que todavía hay cosas de mi propia historia que estoy procesando.
Volví de las islas con la sensación de estar medio dormido. No tuve heridas de guerra, pero había bajado unos veinte kilos y estaba mal. No pude retener nada del momento del desembarco.

Empecé reconstruir un poco esa etapa, la del regreso, luego de enviar un mensaje de correo electrónico al CICR. Me comuniqué con la delegación del CICR en Buenos Aires, quienes me contestaron que habían podido encontrarme en los registros realizados en el Norland.

Eso me permitió hacer un cierre. Uno entiende entonces algunas cosas, va cerrando cuentas que le estaban quedando pendientes, porque yo reconstruí mi historia preguntando.

Pero es recién a partir de ese momento que empiezo a reconstruir el final del viaje en el buque, un recuerdo que no tenía claro. Sí me acordaba de que nos tenían en la bodega del barco, de que pasábamos mucho tiempo sentados, porque nos hacían sentar uno detrás de otro, apoyando la espalda en las rodillas del de atrás.

Recordaba también el día en que vino alguien de la Cruz Roja buscando un soldado que lo ayudara a registrar los datos de los que estábamos ahí. Entonces nos ofrecimos un soldado de mi mismo regimiento cuyo nombre no me puedo acordar y yo. Nos llevaron arriba. Lo recuerdo porque era una especie de salón que tenía una puerta abierta por la que se veía e l mar. Ahí estábamos, sentados con el hombre de la Cruz Roja...

No me puedo acordar de su cara. Me parece que tenía bigote, un tipo muy amable. Nos convidó unos caramelos y unos chocolates. Nosotros recibíamos a los que estaban abajo y les tomábamos el nombre y el apellido. En un momento, le dijimos al delegado que pidiera que nos permitieran bañarnos, pero le contestaron que el buque no tenía agua suficiente para eso.

Él estaba todo el tiempo con nosotros. Yo lo recuerdo como un período de mucha amabilidad, venía de vivir una situación difícil, muy dura, de permanecer todas las noches en un estado de alerta permanente, porque esperábamos que de un momento a otro el enemigo desembarcara y nos matara.

De día no dormíamos tampoco, porque el jefe de la compañía decía que no había que dormir, que había que salir. Creo que fueron unos 40 días durante los cuales no dormimos más que por momentos, en una espera que te va desanimando. Finalmente, cuando llegaron los ingleses y comenzaron el bombardeo, nosotros, que estábamos en un nido de ametralladora en la playa, podíamos ver a las fragatas en la línea del horizonte. Veíamos un resplandor, escuchábamos un sonido y al rato nos pasaba una bomba por arriba. Empezábamos a rezar. Con mis compañeros, rezábamos. Siempre le cuento a mi esposa:'el rosario lo gasté de tanto que le daba'.

Cuando dijeron que nos habíamos rendido, para mí fue un alivio. Dejé la ametralladora y el fusil, pero me llevé una cartuchera de cuero en la que tenía todas las cartas de mi familia. Después, fue como cuentan la mayoría de los ex-combatientes: nos tomaron prisioneros los ingleses y nos dieron un trato adecuado.

Y ahí estuvimos, no me acuerdo por cuánto tiempo. En un momento dado, nos empezaron a ordenar para embarcarnos. Cuando llegué al barco, el soldado inglés que controlaba me dijo que tenía que dejar la cartuchera con las cartas, lo ún ico que yo llevaba, porque ni cantimplora tenía. Me dijo que no podíamos tener nada que fuera parte del armamento, entonces le expliqué que en esa cartuchera guardaba las cartas. Era de cuero y la había tomado para eso. Me dijo que me la quedara.

El tipo, el soldado ese, me dejó pasar. Tenía una cantimplora con jugo de naranja o un preparado de naranja y me la regaló, aún la conservo.'For you', me dijo, qué se yo. Así empezó el viaje en el buque. "