Tortura: una afrenta a la humanidad

25-06-2013 Entrevista

Andreas Wigger, jefe de la división de Protección del CICR, se refiere en esta entrevista a sus encuentros con víctimas de la tortura y al papel del CICR en la lucha contra la tortura y otras formas de malos tratos.

¿Qué es la tortura?

En primer lugar, permítame decirle que la tortura es una afrenta a la humanidad. Es un atentado contra la dignidad humana, una forma agravada de trato inhumano o degradante, que se inflige con el objetivo de obtener información o una confesión, o de silenciar a una persona o grupo, por ejemplo. Además, se la utiliza para ejercer coerción, castigar o intimidar.

Los actos de tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes incluyen la violación y otros actos de violencia sexual, en los que se utilizan dispositivos para causar choques eléctricos en partes sensibles del cuerpo, se priva a las personas de alimentos y agua y de la posibilidad de dormir, se realizan simulacros de ejecuciones, se golpea o se azota a las personas, se las desnuda para humillarlas, se las amenaza con infligirles alguno de estos tratos, por ejemplo. Sería imposible hacer la lista exhaustiva de actos de tortura. La imaginación humana es ilimitada.

De todos modos, los malos tratos no son sólo una "técnica" que figura en una lista, sino que necesariamente también abarcan la experiencia de la víctima como persona y todo un conjunto de circunstancias. Los siguientes factores, que tampoco son exhaustivos, solos o combinados con otros, pueden constituir tratos crueles, inhumanos o degradantes: hacinamiento en lugares de detención, mantenimiento de los detenidos en régimen "incomunicado", falta de luz natural, falta de aire o de ventilación, alimentos y agua potable insuficientes, condiciones sanitarias y de higiene inadecuadas, falta de atención médica, exposición prolongada a temperaturas excesivamente altas o bajas, falta de contacto con el mundo externo, etc.

¿Cómo describiría la situación actual por lo que se refiere a la tortura?

Lamentablemente, hemos podido comprobar que ningún país ni comunidad es inmune a la tortura. Pese a la prohibición absoluta que establecen el derecho internacional y el derecho regional a fin de evitar la tortura y otras formas de malos tratos —o, si no se lo logra, de castigar a los autores de los hechos y ofrecer reparaciones a las víctimas—, esos actos prohibidos se cometen en muchos países, con frecuencia en forma sistemática. El CICR sigue hallando evidencia creíble del uso de tortura, sobre todo en casos de arresto o durante los interrogatorios. En las situaciones en que se logra determinar que se ha cometido tortura, y no se trata sólo de una presunción, lo que suele suceder es que no se toman las medidas correspondientes.

Si bien la tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes no pueden justificarse por ningún motivo, así sean políticos, económicos, culturales, religiosos, de seguridad, no puedo sino lamentar el hecho de que en los últimos años, sobre todo en el contexto de la llamada "guerra contra el terror", muchos Estados hayan intentado justificar el empleo de métodos coercitivos para efectuar los interrogatorios, como método legítimo para proteger la seguridad nacional.

Si nada cambia, decenas de miles de hombres, mujeres e incluso niños continuarán siendo objeto de torturas y de malos tratos. En la medida en que los seres humanos cerremos los ojos ante esta realidad y no hagamos nada para prevenir los actos de tortura, seguirá habiendo torturadores y víctimas.

¿Qué efectos tiene la tortura en las víctimas y en sus familiares?

Para la mayoría de las víctimas, la tortura y otras formas de malos tratos son el comienzo de una pesadilla interminable. Las secuelas físicas son graves y, en algunos casos, irreversibles, hasta llegan a causar la muerte. Sin embargo, también es importante recordar que las cicatrices psicológicas pueden ser más profundas y persistentes. La mayoría de las veces requieren una rehabilitación de largo plazo.

Además, el dolor y las lesiones causados por la tortura afectan no sólo a las víctimas directas, sino también a sus familiares y amigos. El bienestar y la dignidad de los hijos, los padres, los cónyuges y otros parientes y amigos también se ven perjudicados.

Una última consecuencia, aunque no por ello menos importante, es que la tortura tiene efectos en los autores del hecho y en sus superiores, independientemente de que estén actuando en respuesta a una orden específica o por ignorancia, por convicción profunda, por presión social real o percibida o por propio interés.

Por último, la tortura y otras formas de malos tratos repercuten en la sociedad en su conjunto.

¿Qué posición tiene el CICR en relación con la tortura?

La posición del CICR es que la prohibición absoluta de la tortura está establecida en numerosos instrumentos internacionales, incluido el artículo 3 común a los Convenios de Ginebra, pilar del derecho internacional humanitario, que prohíbe los tratos crueles y la tortura, así como los atentados contra la dignidad personal, sobre todo los tratos humillantes y degradantes. La prohibición rige para todos los lugares, en todo momento y en todas las circunstancias.

Un aspecto fundamental de la labor del CICR en favor de las personas detenidas son las medidas contra la tortura y los tratos inhumanos, crueles o degradantes. En el CICR estamos profundamente convencidos de que esas prácticas son del todo inaceptables y luchamos para contrarrestarlas de forma global. El objetivo principal es prestar protección y asistencia a las víctimas y contribuir a su rehabilitación. A fin de ayudar a alcanzar ese objetivo, el CICR está preparado para hacer todo lo que esté a su alcance a fin de crear o fortalecer un entorno propicio a la prevención de los malos tratos.

¿Qué medidas concretas puede tomar el CICR?

Por su propia naturaleza, la detención implica que los detenidos corren el riesgo de sufrir malos tratos. El riesgo es particularmente elevado en las primeras etapas de la detención, durante el período de investigación, y cuando los detenidos se encuentran totalmente aislados o en sitios secretos no oficiales. Los detenidos que se encuentran en esas situaciones quedan completamente separados del mundo externo y están a la merced de sus captores.

El CICR procura obtener acceso a los detenidos en situación de riesgo lo más pronto posible después del arresto. Se esfuerza por repetir las visitas y por seguir de cerca los casos en forma individual, cuando es necesario. Las visitas del CICR son una primera medida en la lucha contra la desaparición forzada y la tortura. En respuesta a las denuncias de malos tratos, el CICR insta a las autoridades detenedoras, en el marco de un diálogo confidencial, a que tomen todas las medidas necesarias para prevenir tales prácticas y ponerles término. Es crucial poder repetir las visitas para  proteger a los detenidos de posibles represalias, sobre todo cuando se han atrevido a hablar de tortura y otros malos tratos.

Paralelamente al diálogo con las autoridades estatales y los grupos armados no estatales, el CICR es esfuerza por prestar apoyo y asistencia directa a las víctimas de la tortura y a sus familiares. Sin embargo, el apoyo que puede prestar es limitado, lamentablemente, sobre todo si las víctimas siguen estando en manos de los torturadores. De todos modos, el personal del CICR se esfuerza por mostrarles al menos amabilidad y respeto y por escuchar sus preocupaciones. Por otro lado, el personal médico del CICR puede ofrecer asesoramiento médico y asegurarse de que se brinde tratamiento médico cuando sea necesario.

Por otra parte, el CICR también se manifiesta públicamente y con firmeza en favor de la independencia del personal de salud que trabaja en establecimientos penitenciarios y en favor del respeto de la ética médica. Una vez que los detenidos son liberados, o cuando se hallan en un entorno más propicio, el CICR puede prestarles apoyo material o brindarles asesoramiento sobre dónde obtener apoyo psicológico. Por ejemplo, algunas Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja tienen experiencia en esa área y dirigen centros donde se brinda apoyo de ese tipo.

¿Por qué es tan difícil terminar con la práctica de la tortura?

La impunidad de los autores de actos de tortura y el miedo y la parálisis de la sociedad son los principales obstáculos de la lucha contra la tortura. Es incluso más difícil luchar contra la tortura cuando algunos la perciben como una herramienta legítima para imponer el orden. En el debate público, los discursos de los políticos, las películas, la televisión, los juegos electrónicos, por ejemplo, suele haber confusión acerca de la tortura. Muchas veces se hace creer al público que la única manera de proteger la propia dignidad y humanidad consiste en privar "al enemigo" de ellas.

Es nuestra responsabilidad explicar que la tortura y otras formas de tratos crueles, inhumanos o degradantes son las armas que pueden destruir el entramado de una comunidad y poner en riesgo la vida y el bienestar de la población. Los abusos alimentan el odio, erosionan la confianza de la población en el sistema y pueden causar profundos resentimientos dentro de las comunidades. En última instancia, lo que la tortura hace es alimentar un círculo de venganza.

Los Gobiernos también deben cumplir su parte. En primer lugar, deben declarar su compromiso de prevenir la tortura adhiriéndose a los tratados internacionales. Pero también es fundamental que promulguen y apliquen la legislación correspondiente a nivel nacional, que quienes infrinjan esa legislación recurriendo a la tortura sean enjuiciados y castigados, y que las víctimas reciban asistencia. Por otro lado, el pleno respeto de las protecciones jurídicas fundamentales y de las garantías procesales de los detenidos ayuda no sólo a prevenir abusos, sino también a mejorar las condiciones generales de detención.

La tortura no es inevitable, y numerosas organizaciones como el CICR están preparadas para ayudar a los Gobiernos que deseen erradicarla.

Señor Wigger, ¿qué es lo que más lo ha conmovido de las visitas a detenidos que realizó como delegado del CICR?

A lo largo de una carrera de 28 años en el CICR, he trabajado en cárceles y he visitado a muchos detenidos en diferentes países, algunos de ellos arrasados por conflictos armados. Ha sido una experiencia extraordinaria, una experiencia humana muy valiosa.

Me he reunido con personas que habían sido maltratadas o incluso torturadas, lo que me conmovió y perturbó mucho. A veces, uno se da cuenta en esas ocasiones de la importancia de la labor que lleva adelante como delegado el CICR, que va mucho más allá de los objetivos de la misión asignada. Esa labor consiste en establecer una relación de sólida confianza entre uno y las personas que han atravesado experiencias terribles y dolorosas. Escuchar sus historias es entrar en su intimidad de la forma más fuerte posible. Recuerdo la mirada de muchas personas y momentos de silencio que fueron más elocuentes que mil palabras.

Al trabajar en cárceles, uno puede sentirse impotente frente a una realidad que no es propia y que, sin embargo, forma parte de su vida cotidiana. Ahora soy jefe de la división de Protección del CICR. Mi labor consiste en lograr que nuestro compromiso de ayudar a los detenidos siga siendo una de las prioridades del CICR. Sigo estando convencido de que el CICR hace una contribución útil a la lucha contra la tortura y otras formas de malos tratos en todo el mundo, pese a la magnitud de la tarea.