• Taha (27 años) es un desplazado interno que perdió las dos piernas en la explosión de una mina. Con ayuda del CICR, abrió un pequeño almacén que vende unos pocos productos.
    • Taha (27 años) es un desplazado interno que perdió las dos piernas en la explosión de una mina. Con ayuda del CICR, abrió un pequeño almacén que vende unos pocos productos. Con el tiempo, la tienda se convirtió en un centro social donde se reúnen personas desplazadas que residen en Huzeyran. “No hay nada como tener tu propio negocio”, afirma.
      © CICR / P. Krzysiek / IQ-E-01112
  • Taha lanza la pelota en un partido amistoso de básquetbol para discapacitados en el centro de rehabilitación de Kirkuk, que recibe apoyo del CICR. Allí practica este deporte en su tiempo libre.
    • Taha lanza la pelota en un partido amistoso de básquetbol para discapacitados en el centro de rehabilitación de Kirkuk, que recibe apoyo del CICR. Allí practica este deporte en su tiempo libre.
      © CICR / IQ-E-01110
  • Ahmed (24 años), que antes era obrero de la construcción, perdió las dos piernas en un accidente automovilístico. Va todos los días al centro de rehabilitación de Kirkuk a jugar al básquetbol y levantar pesas. En 2009, Ahmed ganó una medalla de oro en el campeonato nacional de levantamiento de pesas celebrado en Bagdad.
  • Hace dos años, gracias a la ayuda que recibió del CICR, Ahmed abrió un puesto de venta de tarjetas telefónicas cerca de un campo de fútbol en Wasiti, un barrio al sur de Kirkuk.
  • Ensam se fue a vivir a Kirkuk junto con sus dos hijos pequeños cuando su marido murió durante un ataque sectario en 2007. Con un préstamo del CICR, abrió un almacén en Huzeyran, al sur de Kirkuk.
  • La tienda le permite a Ensam mantener a sus dos hijos, e incluso puede ayudar a otras familias, algo de lo que se siente muy orgullosa. Lo más importante fue el cambio social que experimentó.
  • Fatuma perdió a su marido en un tiroteo en un puesto de control de la carretera que une el sur de Kirkuk con Hawija. Sola y con cuatro hijos, debió asumir las responsabilidades de su esposo y proveer el sustento a su familia, además de ocuparse de sus tareas habituales de madre.
  • Aprovechando su experiencia laboral previa, Fatuma estableció un taller de procesamiento de algodón y lana en la zona sur de Kirkuk. Con el tiempo, empezó a tener mucho trabajo.
  • Un niño mira por la ventana mientras su madre, que vino a retirar un vestido, conversa con Galawesh y su hija. En estos días, en el taller de costura de Galawesh hay mucha actividad debido a la cercanía del Newroz, el año nuevo kurdo.
  • Shireen cose un vestido bajo la supervisión de su madre, Galawesh, Viuda desde principios de los años noventa, desde 2012 Galawesh lleva adelante, junto con su hija mayor, un taller de costura situado en Runaki, un barrio de Kirkuk. Si bien no tenían mucha experiencia en trabajos de costura, poco a poco se fueron ganando la confianza de los clientes.

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