• El graffiti en la pared dice:
    • Algunas personas desplazadas que huyeron de la violencia en sus tierras ancestrales viven ahora en las afueras de Villavicencio, en zonas controladas por grupos armados. Una vez más, están expuestas a la violencia, dado que ésta es una zona afectada por la delincuencia.
      © CICR / B. Heger

    Viven en asentamientos provisionales y en viviendas precarias aferradas a las laderas de escarpadas colinas.

    El graffiti en la pared dice: "Muerte al sapo (traidor) Moirin". La mera sospecha de que cooperan con las fuerzas armadas o con cualquiera de los grupos armados puede dar lugar a amenazas anónimas, lo que induce a los desplazados a huir una vez más.

  • En Bogotá, es fácil ser olvidado; lo difícil es ser encontrado.
    • En Bogotá, es fácil ser olvidado; lo difícil es ser encontrado.
      © CICR / B. Heger
  • En Bogotá, indígenas recién llegados esperan que la oficina abra sus puertas.

    En Bogotá, indígenas recién llegados esperan que la oficina abra sus puertas.

  • Esta madre y su hijo vagaron durante meses por los laberintos administrativos de Bogotá.

    Pese a haber llegado finalmente a su lugar de destino, todavía están desorientados.

  • Las personas indígenas desplazadas, como éstas, tropiezan con procedimientos y normas que las desorientan.

    Siguen adelante con la esperanza de que, al final del camino, haya alguna ayuda para ellas.

  • Estas personas desplazadas finalmente recibieron un cheque que les ayudará a satisfacer sus necesidades básicas durante un breve período.
  • Marta, voluntaria de la Cruz Roja Colombiana desde hace 12 años, distribuye cupones de alimentos y productos de higiene a una familia indígena que llegó hace diez días.

    Marta, voluntaria de la Cruz Roja Colombiana desde hace 12 años, distribuye cupones de alimentos y productos de higiene a una familia indígena que llegó hace diez días.

  • La historia de Anna ilustra la difícil situación de muchas personas desplazadas en Colombia.

    Milagrosamente, la niña sobrevivió. "La vida era tan linda antes", dice Anna. "Éramos una familia feliz. Vivíamos en nuestra hacienda, en el campo".

  • Tras la muerte de su esposo, Anna y sus cuatro hijos se trasladaron a Villavicencio, donde ella trabaja como empleada doméstica.

    Como no tiene suficiente espacio para los niños, éstos viven con su cuñado en Granada, a unas pocas horas por carretera. Anna los visita cada vez que tiene un día libre.

  • En esta habitación duermen 14 personas.

    Cuando un grupo armado los amenazó, los familiares de Jaime huyeron a Villavicencio. La vivienda de un solo ambiente que se ve en la foto alberga a 14 miembros de la familia. "Lo que más extraño es la comida", dice Jaime. "A veces, logramos hacer panqueques de yuca (mandioca), pero aquí, la harina es cara".

  • María aún tiene tres hijos vivos, pero el conflicto armado en Colombia se ha cobrado la vida de su hijo y su esposo.


    "Mi hijo murió en un enfrentamiento tras haber sido reclutado por la fuerza. Mi marido fue asesinado por un grupo armado. Abandoné todo y huimos en busca de seguridad. Villavicencio, el primer lugar al que llegamos, no era bueno para nosotros. Estábamos acostumbrados a vivir en el campo, y a mis hijos no les gustaba la ciudad; el más pequeño estaba enfermo todo el tiempo, así que nos fuimos. Un año y medio después de habernos asentado en otra región, apareció allí un grupo armado. Una vez más, tuvimos que huir para salvar la vida".

  • Maria llama a sus hijos a sus teléfonos móviles si no llegan de la escuela en horario.
  • Maria aún espera que el gobierno le entregue una casa. Mientras tanto, le alquila una habitación a un amable hombre mayor.

    "Muchas veces, me devuelve parte del dinero para que pueda comprar cosas para mi familia. Le estoy muy agradecida. Cuando llegamos a Villavicencio, en 2004, una pareja nos acogió en su casa. Nos llevaron a la Cruz Roja Colombiana, que nos ayudó durante tres meses. Pero sólo cuando llegué a Bogotá me enteré de que tenía derecho a solicitar una vivienda subvencionada por el Estado. Presenté la solicitud, pero aún sigo esperando".

  • Cuando les pregunto si querrían regresar al lugar de donde vinimos, sólo la pequeña responde que le gustaría volver a vivir en nuestra tierra y pescar y bañarse en el río. Pero los otros dicen: "Nunca más. Si regresamos, nos obligarán a unirnos a los grupos armados y tus hijos dejarán de ser tuyos".

  • María se beneficia de los servicios que prestan las autoridades municipales, como la cantina en la que come todos los días. Sus hijos comen gratis, en la escuela.

    "Es muy difícil comer en la ciudad cuando uno no tiene dinero", dice. "Allá, en nuestra tierra, solíamos pescar, recoger frutos y hortalizas y criar nuestros propios pollos. Nada de eso es posible aquí. Pero estoy tratando de transmitir nuestra cultura a mis hijos. Les enseño nuestro idioma y les cuento historias del pasado".

  • Carlos, el sobrino de María, de 17 años, está estudiando para ser chamán; su abuelo es su maestro.

    "Estoy bien integrado aquí, pero deseo mantener vivas nuestras creencias", dice. "Para nosotros, es muy importante respetar a la Pachamama, la Madre Tierra. La mayoría de nuestras tribus proviene de la tierra; por ejemplo, nuestra familia pertenece a la raza de los tigres".

    Carlos muestra el tradicional tocado de los chamanes: "Realmente quiero empezar a usar el tocado tradicional del chamán", dice, "pero tengo que esperar hasta aprender todo lo que necesito saber".

  • El desplazamiento es una tragedia en cualquier lugar del mundo, pero, en el caso de los pueblos indígenas colombianos, puede causar la desaparición de sus culturas e idiomas ancestrales.

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