Para los rehenes en Gaza, la Cruz Roja es neutral, pero no una mera observadora

Este artículo de opinión de Julien Lerisson se publicó originalmente en el periódico Haaretz.
La primera etapa del acuerdo de cese de hostilidades entre Israel y Hamás ha llegado a su fin. Ha sido un mes y medio angustioso, agotador, arduo, en el que se combinaron inmensas alegrías con un dolor indescriptible. Treinta rehenes volvieron a Israel con vida, se devolvieron los restos de ocho personas fallecidas para tener un entierro digno y 1.510 detenidos palestinos fueron liberados.
Yo no estaba en Israel el 7 de octubre, pero cuando llegué, era imposible no sentir, casi físicamente, el dolor de ese día terrible que seguía presente en cada rincón y en cada persona. Era evidente que esta grave crisis humanitaria había cambiado por completo a la sociedad israelí.
Como organización humanitaria, el cometido del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) es ayudar a las personas, a todos los seres humanos afectados por conflictos armados. Llevamos adelante esa labor en algunos de los lugares más difíciles del mundo, a veces con más éxito, a veces con menos. Lo hacemos con una metodología que puede resultar ajena para muchos: la neutralidad. No tomamos partido en conflictos ni controversias de orden político, racial, religioso ni ideológico. Intentamos oficiar de puente entre las partes beligerantes, como una entidad que se ocupa únicamente de los intereses de las personas afectadas a ambos lados del conflicto.
Esta forma de trabajo genera muchas críticas: muchos creen que la neutralidad es un fin en sí mismo; algunos llegan a afirmar, de buena fe o en forma malintencionada, que es una manera de tomar partido. Sin embargo, no es así.
Aunque no solemos pronunciarnos públicamente, nunca nos quedamos callados allí donde consideramos que tenemos influencia. Desde el primer día de la guerra, condenamos la toma de rehenes, dejamos en claro que era ilegal e inaceptable, y exigimos la liberación de las personas cautivas.
La neutralidad nos permite ejercer influencia en ambos bandos para que actúen conforme a las leyes de la guerra. El trabajo diplomático confidencial, en el que las cosas se dicen con claridad pero a puertas cerradas, sin denuncias ni apoyos públicos a nadie, es lo que hace posible la labor humanitaria. Tomar partido sin que medie un pensamiento estratégico puede poner en peligro precisamente a las personas que intentamos ayudar.
Esta metodología es lo que nos da acceso a lugares a los que otras entidades no pueden llegar. Es lo que debería darnos acceso a los rehenes en Gaza y lo que nos permite implementar los acuerdos que facilitan su liberación.
Así y todo, la neutralidad no es un método perfecto: no hemos podido obtener acceso a los rehenes en Gaza, lo que constituye una enorme decepción para nosotros, para el público israelí y para muchas personas en todas partes del mundo. Pero la falta de éxito no se debe a una falta de motivación, de atención ni de esfuerzo, ni a los móviles siniestros que se han atribuido, con malicia y falsedad, a nuestra organización.
Desde el 7 de octubre, hemos mantenido decenas de reuniones para lograr ese tan esperado acceso. Hablamos con Hamas y con Israel, con los mediadores y con todas las partes que creímos que podían ayudar. Esas reuniones se realizaron en Israel, en Gaza, en Qatar, en Líbano, en Europa y en Estados Unidos, y en todas ellas planteamos una posición inequívoca: dejamos en claro que la toma de rehenes es una violación del derecho internacional humanitario, y que todos los rehenes debían ser liberados de inmediato y sin condiciones. Agregamos que, hasta que eso ocurriera, se nos debía permitir el acceso a ellos, e imploramos a las partes que se ajustaran a las leyes de la guerra. Lamentablemente, esos esfuerzos, que continúan al día de hoy, no han dado frutos.
Ahora bien, no se trata de un fenómeno que se da solamente en este conflicto armado. En otras partes del mundo también se nos niega el acceso a rehenes, a personas detenidas y, en ocasiones, hasta a soldados capturados. El Gobierno israelí también se ha negado a darnos acceso a los detenidos palestinos desde el 7 de octubre.
Es válido criticar nuestra metodología; sin embargo, hemos constatado en diversos países del mundo —Colombia, Yemen, Nigeria— que esto es lo que funciona y lo que, en última instancia, nos permite contribuir a que los rehenes sean liberados.
Nuestra forma de trabajar hizo que las partes, Israel y Hamás, nos pidieran que fuéramos el puente entre ellas durante las operaciones de liberación simultáneas que se llevaron a cabo en las últimas semanas. Y es lo que nos permitió, en noviembre de 2023 y en estas seis semanas que pasaron, traer a 147 rehenes de regreso a Israel, operaciones por las que también se nos critica. Para quienes no están familiarizados con lo que implica una operación de liberación, es fácil pasar por alto los esfuerzos que conlleva y criticar el modo en que se hacen las cosas.
En el momento de la verdad, soy yo quien tiene que tomar decisiones, decisiones que pueden afectar la vida de las personas que se confían a mi cuidado. Fui yo quien no estuvo dispuesto a arriesgar la vida de los rehenes, de los que estaban en la tarima, de los que esperaban que su liberación fuera la próxima.
A pesar de las escenas difíciles —y aunque instamos una y otra vez a las partes y a los mediadores a que las operaciones se realizaran con el máximo respeto por la dignidad, la privacidad y la seguridad de los rehenes—, fui yo quien tomó la decisión de seguir adelante. Nuestra función, en virtud del acuerdo de cese de hostilidades alcanzado entre las partes, era llevar a los rehenes de regreso a su hogar. En esa instancia, eso significaba que 38 rehenes se reunieran con sus familiares o pudieran tener un entierro digno.
Desde el 7 de octubre, en promedio, nos hemos reunido una vez por semana con representantes de los familiares, con la intención de escuchar su historia y conocer sus necesidades. Entendemos la decepción que provoca el hecho de que no hayamos podido visitar a sus seres queridos en Gaza.
Uno de nuestros objetivos es evitar causar cualquier daño adicional a quienes intentamos ayudar. Sabemos que, en estos momentos extremadamente difíciles, no pudimos ofrecer el apoyo que muchas personas necesitaban, y también en este sentido intentamos mejorar.
A los familiares de los 59 rehenes que permanecen en Gaza, quiero asegurarles que seguiremos haciendo todo lo posible para que se concrete su liberación e intentando sin descanso obtener acceso a ellos. Para nosotros, aliviar el sufrimiento humano durante los conflictos armados es más importante que cualquier cuestión política, de reputación o de comunicación.
Julien Lerisson es jefe de la delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja en Israel y los territorios ocupados