República Democrática del Congo: heridas invisibles y servicios locales de apoyo para la recuperación

10-10-2012 Reportaje

Al celebrarse el Día Mundial de la Salud Mental (10 de octubre), el CICR centra su atención en la situación de los niños y jóvenes reclutados por la fuerza para integrar los grupos armados y en los servicios de apoyo psicosocial prestados por asistentes locales para aliviar su pesada carga cuando regresan a su hogar. Sus historias se narran con imágenes tomadas en dos aldeas en el territorio de Ango, en la provincia Oriental, República Democrática del Congo (RDC).

Camino principal en Dakwa, Ango

Dakwa y Banda son dos aldeas situadas en el nordeste de la RDC, una región asolada desde 2009 por la violencia relacionada con la presencia del Ejército de Resistencia del Señor y las operaciones militares lanzadas para contenerlo. Las imágenes captan el dolor de los niños y los jóvenes reclutados por la fuerza para integrar grupos armados, y la acción que llevan adelante los actores locales para aliviar la pesada carga de estos niños cuando regresan a su hogar. El CICR trabaja en estrecha cooperación con estas comunidades, impartiendo formación a los voluntarios de la Cruz Roja, las familias de acogida, los docentes y los líderes espirituales a fin de mejorar el apoyo psicosocial que prestan a estos niños en su proceso de recuperación. En el relato que sigue, los niños anteriormente asociados con un grupo armado, los miembros de la comunidad, los colaboradores del CICR y los voluntarios de la Cruz Roja comparten sus experiencias y observaciones acerca de las invisibles heridas psicológicas de los niños que, si no se tratan, pueden seguir afectando negativamente su futuro.

Los habitantes de comunidades como Dakwa y Banda, unas bellas y pintorescas aldeas situadas en el territorio de Ango, son algunas de las principales víctimas de la violencia que afecta la zona desde hace varios años y que llegó a su punto culminante en 2009. Aunque los niveles de violencia han disminuido, siguen registrándose incidentes esporádicos y las comunidades viven con el constante temor a nuevos ataques y saqueos.

 

Niños juegan al fútbol en el centro de la localidad de Dakwa

Heridas invisibles, pero profundas

"El secuestro de los niños destruye la unidad familiar y socava el tejido social", dice Kevin Davies, responsable del programa psicosocial del CICR en la provincia Oriental. "Los niños secuestrados en las aldeas como Dakwa o Banda pueden ser muy pequeños y tener cuatro o cinco años, pero también 14 o 15. Los grupos armados los retienen durante diferentes períodos, desde unos pocos días o unas semanas, hasta años enteros. Lo que ellos ven, lo que experimentan o lo que les ordenan hacer puede ser atroz, y eso deja huellas en la mente y en el comportamiento de los niños".

Algunos niños son utilizados como porteadores, como cónyuges o como mano de obra forzada, mientras que otros son obligados a combatir. Algunos no vuelven jamás, pero otros logran escapar y sobrevivir al largo viaje de regreso a su hogar. Normalmente, las heridas más difíciles de curar son las menos visibles: los traumas psicológicos.

Esforzarse por olvidar 

Estuve con ellos siete meses antes de escapar... Pero después, tuve que esperar un mes en Banda para reencontrarme con mi familia [en Dakwa]. Allí, la gente me preguntaba cosas como: "¿Mataste a alguien" o "¿Te obligaron a ser esclava sexual?" Esto me traía a la mente memorias desagradables; yo desviaba la mirada y no respondía", cuenta Marie*

"Lógicamente, las reacciones son muy diferentes e individuales", dice Davies. "Algunos de los niños que han escapado son muy sensibles a los ruidos y reaccionan con ira cuando oyen gritos. Algunos se quejan de una constante fatiga y parecen participar menos en las actividades cotidianas de la aldea. Dicen que están cansados por las pesadas cargas que los obligaron a transportar por el escabroso terreno que cubre gran parte de la provincia. Están sentados, juegan a las damas y tratan de olvidar".

Vivir con la carga

Tras regresar a su hogar, los ex niños soldados también luchan contra las reacciones de los demás y contra el estigma de haber pertenecido a un grupo armado. Junto con las dificultades emocionales y psicológicas que experimentan, también deben hacer frente al temor, al rechazo o a las agresiones de quienes los rodean. 

"Si alguien ha perdido un familiar en los enfrentamientos, a veces te llaman "tongo tongo" [nombre que se da a los miembros del Ejército de Resistencia del Señor en el dialecto local] y te dicen que tienes la culpa. Es doloroso".

Una esperanza para el futuro: la educación

Jonathan* fue secuestrado por un grupo armado durante una incursión lanzada contra su aldea en 2009, cuando tenía unos 15 años. Pasó un año en el bosque con el grupo, que lo obligó a luchar. Él y unos diez niños más lograron escapar durante un ataque sorpresivo del ejército del gobierno del Congo.

"En el bosque, la vida fue muy difícil para mí. Me obligaron a hacer ciertas cosas. Cuando regresé a casa, no tuve que hacerlas más... Tengo dos hermanos mayores, que me ayudan mucho. Pero lo mejor fue volver a la escuela. Perdí un año, pero quiero recuperarlo y seguir estudiando".

Sin embargo, la familia de Jonathan no puede solventar el costo de la escuela y los libros, y las organizaciones sólo ofrecen becas para los niños más pequeños. Muchos menores como Jonathan, que volvieron tras haber estado en un grupo armado, han sobrepasado la edad límite para solicitar becas. Tras haber perdido parte de su juventud en el bosque, esta situación puede hacerles sentir que no valía la pena regresar.  

 La supervivencia: una hazaña 

"Es muy importante ayudar a un niño a comprender lo que le sucedió y por qué experimenta ciertos sentimientos. Además de enseñarnos a escuchar, el CICR nos ha transmitido algunas "técnicas de normalización". Por ejemplo, los niños a veces no se dan cuenta de que el hecho de haber sobrevivido es una hazaña. Les recordamos esto, cómo lograron sobrevivir solos en el bosque y volver a casa. Tratamos de restablecer su esperanza y les mostramos que hay una luz al final del túnel", dice Léocadie, una de las dos asistentas psicosociales contratadas y formadas por el equipo del CICR.
Léocadie y su colega Ferdinand actualmente prestan servicios de apoyo a unos 30 niños y sus familiares, en Dakwa y en las aldeas vecinas.

 Familias de acogida transitoria

Naomi (a la derecha de la foto, vestida de verde) y su esposo aceptaron desempeñarse como familias de acogida transitoria para ex niños soldados cuando la Cruz Roja les informó de una joven que había huido de un grupo armado y que se alojaba en el campamento militar. La Cruz Roja aún no había logrado localizar a sus padres. El esposo de Naomi fue a buscar a la niña y le ofreció un hogar provisional. La niña no quería comer, lloraba a menudo y dormía mucho. Tenía heridas en distintas partes del cuerpo y le dolía el cuello debido al tiempo que pasó caminando largas distancias con cargas muy pesadas. Desde entonces, Naomi ha acogido a muchos niños, pero insiste que las familias de acogida transitoria deben seleccionarse con cuidado y recibir información sobre las necesidades emocionales y psicológicas de los niños. Esto es fundamental para ayudar a los niños a redescubrir quiénes eran antes y poder darles la "bienvenida" cuando regresan. 

 

Lo que los niños dejan atrás

 "Como usted está sola ahora, porque se han llevado a sus dos hijos, le dejo a mi hija, para que la ayude y le haga compañía. Cuando usted se sienta mejor y vea que está bien, me la puede regresar". El Pastor Sampson, nacido en Banda y habitante de esa aldea, ha participado activamente en los cursos y talleres sobre asistencia psicológica y social del CICR y, una vez por semana, dirige grupos musicales formados por niños anteriormente asociados con los grupos armados. Señala que no sólo los niños viven con estas heridas invisibles. Hay innumerables padres que soportan la pérdida de hijos que, tal vez, no vuelvan más. Hace dos meses, la desesperación de una madre cuyos únicos dos hijos habían sido secuestrados lo conmovió a tal punto que le "dio" una de sus hijas, para que la consolara y le hiciera compañía.   

 

Sami (derecha), voluntario del equipo de reunificación familiar de la Cruz Roja, en Banda, prepara a los familiares de ex niños soldados para lo que puede suceder cuando los niños vuelven a casa. Explica los diferentes tipos de reacciones emocionales y psicológicas que pueden tener los ex niños soldados y que, a la luz de lo que han experimentado, esas reacciones pueden ser completamente normales. Como es frecuente que estos niños y sus padres no se entiendan, el seguimiento y el asesoramiento constituyen aspectos muy importantes de este trabajo.

La facilitación, factor esencial del enfoque del CICR

El concepto fundamental sobre el que se basa el enfoque comunitario a la atención psicosocial elaborado por el CICR es la facilitación. Sus equipos facilitan cursos de formación y grupos de debate orientados hacia las soluciones, pero, en última instancia el proceso es participativo y ascendente. Davies lo explica así: "Creemos que las soluciones están dentro de cada persona, dentro de la comunidad, y que la mejor manera de llegar a una solución es que cada uno la encuentre por sí solo. El tránsito a la recuperación tiene varias etapas, desde los sentimientos de pérdida, negación, ira y culpa, hasta la aceptación. Cada persona sigue su propio proceso de recuperación a su propio ritmo. Es mucho lo que la comunidad puede hacer para ayudar en este proceso. Queremos ayudar a estos niños y a sus comunidades a que atraviesen este proceso juntos, para que sea más rápido y menos doloroso. En última instancia, la esperanza y la compasión son elementos clave en cualquier proceso de recuperación, físico o mental. Éstas son algunas de las actitudes que tratamos de fomentar".

 

Un adolescente y su pequeño hermano caminan en Dakwa, una localidad que se ve pintoresca y apacible.

 

Desde septiembre de 2011, el equipo de apoyo psicosocial del CICR ha impartido formación a más de 150 voluntarios de la Cruz Roja, maestros y líderes religiosos y espirituales en las aldeas de Doruma, Banda y Dakwa, para ayudarlos a comprender mejor los síntomas psicológicos y emocionales e integrar este tipo de atención en su labor ordinaria. También se capacitó a dos asistentes de cada comunidad para que proporcionen apoyo más especializado. Tras los buenos resultados obtenidos en la creación de un "terreno más fértil" para la recuperación de los niños, el CICR prevé iniciar programas de este tipo en otras aldeas.

 * Los nombres de los niños asociados con las fuerzas o grupos armados se han cambiado.

Photos: © CICR / K. Armstrong