Comunidades se fortalecen contra la violencia en El Salvador
En comunidades afectadas por la violencia la vida diaria transcurre principalmente en espacios privados o entre calles claramente delimitadas. No siempre los niños tienen lugares seguros donde jugar o tomar el sol, tampoco hay espacios establecidos para el intercambio comunitario: la violencia es la principal pandemia que limita movimientos, interacciones sociales y afecta el acceso a servicios básicos como la salud y la educación.
"La verdad, no juegan: mi hija no sale, no solo por la pandemia, también por la seguridad".
Ana* es una niña de 9 años de una colonia afectada por la violencia en El Salvador, y que ha crecido con el miedo de su mamá a que algo malo le pase, sin espacios suficientes para el esparcimiento, sin lugares en su barrio en los que correr y jugar con otros niños con tranquilidad.
Además de sus manifestaciones claras y palpables como enfrentamientos de los que resultan personas heridas o asesinadas, entre otras, la violencia genera múltiples consecuencias invisibles, incluyendo el debilitamiento del tejido comunitario y las afectaciones a la salud mental, lo que muchas veces genera sentimientos de miedo y zozobra entre los habitantes y limita su potencial de desarrollo.
"No salir a jugar afecta a los niños en todo; en lo emocional, se aceleran, se ponen más rebeldes. Imagínese, en un encierro uno piensa mil y una cosas. Los niños necesitan quemar calorías, jugar con otros. Salir a la cancha es para ellos una motivación... ahora no tienen motivaciones", cuenta Lorena*, la madre de Ana.
Infraestructura para la convivencia
Tras realizar talleres con la participación de los habitantes y entender sus necesidades específicas en materia humanitaria, el CICR, de la mano de la Cruz Roja Salvadoreña (CRSAL), empezó a trabajar en una comunidad del municipio de Apopa conformada por 1.300 familias, quienes decididamente quieren emprender acciones que contribuyan a fortalecer el tejido social, los espacios de interacción comunitaria y mejorar la convivencia.
"Ustedes ponen el material y nosotros la mano de obra junto con la alcaldía", explica Hugo, uno de los líderes de la comunidad, al referirse a las diferentes obras de infraestructura que empezaron a realizarse en este lugar: un proyecto para mejorar las condiciones de vida de la comunidad acordado entre los habitantes, liderado y ejecutado por ellos y apoyado por el CICR.
Los trabajos que se están realizando se definieron como prioritarios por la comunidad a través de procesos de consulta participativa impulsados por el CICR y la Cruz Roja Salvadoreña para asegurar que sus opiniones y necesidades quedaran reflejadas. Además de definir las necesidades, la comunidad se comprometió a participar activamente en el proceso de construcción lo que permite la apropiación de las obras y que ellos mismos sean protagonistas de los cambios.
"Vamos a mejorar la estructura de la casa comunal para tener un lugar seguro donde reunirnos. También vamos a aplanar ese terreno—Hugo señala un espacio con una montaña de arena y pasto— y vamos a poner un parque para los niños, rodeado de un muro perimetral, para que no se vaya la bala. Al final vamos a adecuar un paso para que los niños puedan ir de forma segura a la escuela, el paso de ahora es muy peligroso".
En la mitad de la comunidad, lejos de las fronteras con otros barrios y con presencia de otros grupos armados, también se va a construir una cancha para que los niños y jóvenes, que componen juntos más de 50% de la población del barrio, puedan jugar básquet, fútbol y vóley.
"Esta es la prioridad porque los niños no tienen espacios seguros: la cancha que tenemos está en un límite donde hay otros grupos. Es difícil para los niños salir a la carrera cuando empieza una balacera", explica la coordinadora de deportes de la asociación comunitaria, y cuenta también que tras tener la cancha la idea es fundar la escuela de fútbol de la colonia.
Todas las nuevas instalaciones van a tener rampas para el acceso de personas con discapacidad o con limitaciones en el movimiento y también para que sean más accesibles para personas de la tercera edad: "La idea es que estos se conviertan en espacios de convivencia que nos ayuden a vivir mejor, que nos den alegrías", dice Hugo, consciente de que sumar fuerzas entre todos es mejor que el trabajo individual.
Al final, el plan es que artistas locales pinten un mural en la cancha para embellecer los espacios, reflejar los anhelos de la comunidad y lograr la apropiación comunitaria de las nuevas obras.
Estudiar, aunque el camino esté difícil
Otra de las obras priorizadas por la comunidad es la construcción de un pasaje peatonal que comunique al barrio con la escuela de la colonia vecina a la que asisten la mayoría de los niños de la comunidad. La ruta más rápida para llegar es una vía de acceso principal en la que a menudo puede haber enfrentamientos de grupos armados.
La vía alterna está en un terreno destapado que es más seguro al no ser disputado por grupos armados, pero que se empantana cuando llueve, en la que se debe cruzar un río y que tiene un precipicio: acá el peligro es deslizarse o caerse, pero es la mejor forma de esquivar la violencia de camino a la escuela.
"Esta ruta con una pasarela que los proteja nos deja más tranquilos, los niños más grandes podrían irse caminando solos", asegura una de las madres de la comunidad. Este tipo de obras contribuye a mejorar el acceso a la educación y a evitar la deserción escolar de niños y jóvenes, que ya no estarían tan expuestos a la violencia.
Acceder a la salud, no siempre fácil
La falta de acceso a la salud es otra de las consecuencias de la violencia en muchas comunidades, a la falta de infraestructura médica se suma muchas veces la imposibilidad de acceso para ambulancias en casos de emergencias. Por esta razón, el CICR ha adelantado capacitaciones en primeros auxilios comunitarios, que permitan fortalecer la atención de urgencias por parte de la comunidad.
El CICR y la CRSAL buscan con esta iniciativa crear un comité de salud que esté integrado por un grupo de primeros respondientes ante emergencias, así, entre los mismos vecinos pueden auxiliarse mientras reciben la asistencia médica.
Ser capaces en la misma comunidad de entregar la primera atención puede ayudar a salvar muchas vidas, el mejor ejemplo de esto es el de Gabriel*, un enfermero empírico que apoya a la comunidad cuando hay emergencias de salud: desde aquellas producidas por la violencia, hasta infartos, caídas o golpes.
"En el pasado, cuando veía que a los jóvenes los baleaban me di cuenta de que tenía que hacer algo. Yo aprendí primeros auxilios y entonces empecé a comprar cosas y armar un botiquín propio para atender a la comunidad. Cuando es muy grave, los sacamos, si no, yo los atiendo... lo importante es tener cómo atender una emergencia que puede ser por la violencia, pero también por otras causas: infartos, caídas".
"A un muchacho lo tuve que coser en la tiroides, sin anestesia, tipo Rambo, porque ahí hay muchos ganglios y me daba miedo anestesiarlo. Le dije que respirara y el muchacho aguantó: le puse cuatro puntos y logré ayudarlo".
Además de capacitar a la comunidad en primeros auxilios, también se busca vincularla con la Unidad de Salud Comunitaria más cercana para que así puedan establecerse relaciones y puentes de comunicación que permitan a la comunidad manifestar sus necesidades y acceder a los servicios de salud que el centro ofrece. En el desarrollo del proyecto se han realizado también jornadas médicas impulsadas por el Ministerio de Salud que han facilitado que los servicios lleguen hasta la comunidad: en estas jornadas los habitantes de la colonia tuvieron acceso a consultas médicas, accedieron a la vacunación y obtuvieron algunos medicamentos para mejorar la salud de los pacientes.
Junto con la conformación del comité de salud comunitaria y las brigadas médicas, se concientiza a la comunidad sobre la importancia del respeto al personal y la infraestructura de salud para sensibilizar sobre que cuando se pone en riesgo la atención en salud se afecta a toda la comunidad.
Nota final
Parte del trabajo que realiza el CICR en El Salvador busca reducir el impacto humanitario de la violencia, fortalecer la capacidad de resiliencia de las comunidades y hacerlas menos vulnerables. Buscamos también mejorar el acceso a servicios básicos, tales como salud y educación, y favorecer la asistencia y atención de calidad a las personas afectadas por la violencia, en sus múltiples formas.
*Algunos nombres fueron cambiados para proteger la identidad y seguridad de las personas que participaron con información para este reportaje.