Declaración

Níger: la región del Sahel sigue necesitando pruebas de humanidad, tras diez años de violencia armada

La región del Sahel es propensa a sufrir conflictos, así como crisis climáticas, socioeconómicas y políticas. Peter Maurer, presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), finalizó hoy una visita de cuatro días en Níger. Estuvo acompañado por el presidente de la Confederación suiza, Ignacio Cassis, y por la presidenta del Consejo Nacional suizo, Irène Kälin. Se reunió con Su Excelencia el presidente Mohamed Bazoum, así como con representantes del Gobierno, dirigentes comunitarios y personas desplazadas en Tillabéri, Diffa y Agadez. Iniciado en enero de 2012 en Malí, el conflicto y la violencia armada han tenido un alto costo para la población del Sahel. El señor Maurer comparte aquí sus impresiones.

Durante esta semana, en Tillabéri y en Diffa, me reuní con familias desplazadas que atravesaron numerosas pruebas insoportables por las que ninguna persona debería tener que pasar. Algunas familias fueron amenazadas y obligadas a huir de sus hogares. Sufrieron la muerte de seres queridos y el saqueo de sus cosechas. Hoy tratan de reconstruir sus vidas en asentamientos informales, en medio de las inclemencias climáticas y de la inseguridad.

Las cuestiones ambientales, el acceso a los servicios básicos y las dinámicas de los conflictos son interdependientes y pesan sobre la vida de millones de personas, para las que tienen consecuencias dramáticas. Cuando la violencia y las crisis se superponen, los pobladores suelen verse obligados a huir varias veces, lo que erosiona sus frágiles medios de subsistencia. Muchos de ellos corren el riesgo de quedar en una situación de inseguridad alimentaria.

Las familias viven en la incertidumbre y no saben si algún día podrán regresar a sus hogares. A pesar de todo, demuestran una valentía fuera de lo común. Más que nunca, desean recuperar su dignidad y lograr autonomía económica.

Los testimonios que escuché en Níger son solo una muestra del drama que perdura también desde hace varios años en los países vecinos, Malí y Burkina Faso. En la región del Sahel, la última década, marcada por la crisis humanitaria, ha sido ardua. Sin embargo, aún es difícil determinar la magnitud de sus consecuencias a largo plazo.

Las dificultades de acceso a los servicios básicos y a la asistencia humanitaria son patentes en las zonas propensas a un conflicto armado o a otras situaciones de violencia. Afectan principalmente a las comunidades que se ven aisladas u obligadas a exponerse a riesgos importantes, al tener que recorrer largas distancias para obtener ayuda. Calculamos que cerca de un millón y medio de personas viven en zonas del Sahel en las que el acceso a la ayuda humanitaria y a los servicios básicos se ha vuelto casi imposible.

Para los organismos humanitarios, la inseguridad generada por la presencia de dispositivos explosivos improvisados, la multiplicación de los actores implicados en la violencia y el nivel de conflictividad en grandes extensiones de territorio dificultan la entrega de ayuda.

En este complejo contexto, el CICR y los voluntarios de las organizaciones de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja brindan asistencia a las personas más vulnerables, siempre guiados por los principios de imparcialidad, neutralidad e independencia. Nuestro diálogo permanente y constructivo, cuando es posible con todos los portadores de armas, es primordial para garantizar el respeto de los principios y las normas del derecho internacional humanitario, en particular, la protección de las personas civiles, las personas heridas o enfermas y las personas capturadas, detenidas o desaparecidas.

En el transcurso de los últimos años, los desplazamientos de población se han multiplicado en la región del Sahel. Esta crisis se ha vuelto cada vez más visible en los centros urbanos y periurbanos, donde se han instalado más de dos millones de personas desplazadas, cada vez más jóvenes y más vulnerables. He visto acelerarse esta triste comprobación, de un deterioro lento pero seguro de la situación humanitaria de millones de personas en toda la región del Sahel, en las frecuentes visitas que realicé a esta región en los últimos años. Hoy, por ejemplo, Burkina Faso hace frente a la peor crisis de su historia, con más de un millón y medio de personas desplazadas. La última década de conflictos y violencia armada multiplicó por diez el número de desplazados, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados [1].

Ciudades enteras están asfixiadas por el éxodo que pone a prueba la hospitalidad y la cohesión social entre las comunidades. Los efectos de una demografía en aumento constante, sumados al cambio climático y a los conflictos, dan lugar no solo a la pauperización y el deterioro de los recursos naturales, sino también a una transformación profunda de la sociedad, tanto agrícola como pastoril. Dada esta situación, es de temer que los conflictos se intensifiquen.

Frente a esta realidad, los servicios básicos se hallan ante un desafío de peso. A pesar de todos sus esfuerzos, las estructuras de salud están totalmente desbordadas por la afluencia imprevisible de heridos y de desplazados que necesitan atención sanitaria. El personal médico es objeto de ataques. Y se cometen robos de ambulancias y medicamentos, por lo que miles de personas se quedan sin el acceso vital a la atención médica.

En la región del Sahel, donde más puede verse la violencia es en el centro de Malí. El número de heridos que ingresan en el hospital regional de Mopti, al que prestamos apoyo, está en aumento constante: pasó de 345 a 610 entre 2019 y 2021. Los equipos médicos atendieron un total de 1485 heridos en el transcurso de los tres últimos años.

Ha transcurrido una década, y sigue planteándose el mismo interrogante: ¿cómo proteger a la población civil de la violencia y darle los medios para recuperar la dignidad y la esperanza, por sí misma y para sí misma?

La respuesta a este interrogante está estrechamente vinculada a la gestión de los recursos naturales, como la tierra y el agua. Se necesitan soluciones duraderas y concretas para ayudar a la población a afrontar los efectos combinados de los conflictos armados prolongados y del cambio climático.

Las respuestas humanitarias ya no alcanzan; no podemos responder solamente a los problemas inmediatos. Los organismos humanitarios, los organismos para el desarrollo y las asociaciones entre el sector público y el privado deben aunar fuerzas para propiciar la recuperación económica de la población. Las familias y, en particular, los jóvenes deben poder retomar el control de sus medios de subsistencia para romper el ciclo de dependencia de la ayuda humanitaria.

La protección de las personas civiles en los conflictos armados es una preocupación primordial del CICR. A pesar de todos los desafíos que se nos plantean, no bajamos y no bajaremos los brazos. Recordamos incansablemente a todos los Estados y a todos los grupos armados su obligación de proteger a la población de las consecuencias de los conflictos y de la violencia armada. La región del Sahel sigue necesitando pruebas de humanidad.

[1] Fuentes ACNUR

Más información:
Halimatou Amadou, CICR, Dakar, tel.: +221 78 186 46 87
Tarek Wheibi, CICR, Niamey, tel.: +227 828 112 71