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“Tenía que quedar en su tierra, junto a su hermanito”: el regreso de Kaory a casa

El día que Kaory volvió a casa, su cuerpo fue recibido por su padre y sus hermanos en Honduras. Habían transcurrido 13 días desde su fallecimiento en México y 10 años desde la última vez que estuvo en la tierra donde nació.

Foto de portada: Alejandro Zuno

En 2011, Kaory salió de Honduras huyendo de la violencia. Su sueño era llegar a Estados Unidos, pero se quedó en México. Ahí falleció en condiciones de extrema vulnerabilidad, como las que enfrentan muchos migrantes en sus países de tránsito y destino.

Cuando su familia supo la noticia anhelaba volver a verla y que su cuerpo descansara en Honduras, junto al de su hermano menor, asesinado hace cerca de un año. Pero como muchas otras, la familia de Kaory no tenía el dinero para costear la repatriación.

Cada año miles de personas migran para huir de la violencia y cuando fallecen son inhumadas lejos de sus familias —a menudo en fosas comunes— y sin la oportunidad de ser despedidas según sus creencias.

Por esta razón, en 2020 el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) contribuyó en los procesos de identificación, repatriación, entrega y/o inhumación de los restos de 109 personas fallecidas, de las cuales nueve murieron en el contexto de la migración y 11 a consecuencia de desastres.

El CICR tiene la misión humanitaria de brindar ayuda y proteger la dignidad de las víctimas de la violencia, a través de acciones encaminadas a mitigar su sufrimiento, incluyendo el trabajo con las autoridades para que cumplan con su responsabilidad de dar respuesta a estas necesidades.

En esta ocasión, la delegación regional del CICR para México y América Central apoyó a la familia de Kaory para lograr su regreso a casa, donde pudo ser despedida por sus familiares y sus restos inhumados siguiendo las costumbres y creencias de su familia.

"En este caso específico nos encontrábamos ante el riesgo inminente de que el cuerpo de Kaory fuera inhumado en México, sin posibilidad de exhumarlo por un periodo de 7 años, aun cuando su familia en Honduras expresaba su deseo de recuperarlo. Logramos dar una respuesta humanitaria al llamado de la familia, así como atender sus necesidades de apoyo psicosocial, económico y legal", explica Jérémy Renaux, coordinador del programa para personas desaparecidas y sus familiares en México y América Central.

El CICR acompañó y asistió a la familia durante todo el proceso, que duró aproximadamente 10 días, tiempo que tomó reunir la documentación legal necesaria.

"En México, el CICR realizó las gestiones con la empresa funeraria. Mientras tanto, nuestro equipo multidisciplinario en Honduras mantuvo periódicamente informada a la familia y brindó apoyo psicosocial con el fin de prepararla para recibir el cuerpo de la joven. Finalmente, el día de la repatriación nuestro equipo estuvo presente en el aeropuerto para brindar a la familia acompañamiento emocional y apoyo en las gestiones administrativas y legales", explica Karla Ixchel Romero Serrano, responsable del programa para personas desaparecidas y sus familiares en México y América Central.

Este proceso de repatriación se realizó en coordinación con la familia, la organización mexicana Casa de las Muñecas Tiresias A.C. y el Consulado de Honduras.

Atender las necesidades de la población migrante y de sus familiares es una responsabilidad compartida, tanto por las autoridades del lugar de origen, tránsito y destino, como de la comunidad internacional.

"Para el CICR resulta fundamental contribuir a que las personas fallecidas, en particular las personas migrantes como Kaory, sean tratadas con respeto, y que los procesos de repatriación y restitución de los restos se realicen en condiciones de dignificación de la memoria de la persona. También buscamos promover el trato digno y garantizar el derecho de los familiares de personas migrantes fallecidas a que sus seres queridos les sean entregados de acuerdo con sus tradiciones culturales y religiosas, aspectos clave para facilitar los procesos de cierre y de duelo", explica Renaux.

La misma tarde en que el cuerpo de Kaory llegó a su país fue sepultado por su padre y hermanos. Sobre su tumba hay una corona de flores en forma de corazón que su familia colocó.

Estela, la madre de Kaory, a quien hemos cambiado el nombre para proteger su identidad, dice que está alegre porque su hija por fin llegó a Honduras: "donde nació, su tierra, donde tenía que quedar, junto a su hermanito".

Estela responde nuestras preguntas desde otro país, adonde migró en busca de mejores oportunidades de vida.

"Ay, amor, ¿por qué se me fue?"

Kaory era apenas una adolescente cuando salió de Honduras, víctima de la violencia por ser una mujer trans: tenía 17 años. Los abusos y la violencia habían sido una constante en su vida y conforme crecía se volvían más y más graves, más y más reales.

"A mí me daba no sé qué cuando llegaba llorando", recuerda su madre, quien cuenta que a los 7 años Kaory abandonó la escuela para evitar el acoso. Luego, cuando cumplió 12 años, le dijo a su madre que la habían amenazado de muerte.

Kaory sabía que en cualquier momento esta amenaza podría cumplirse —Honduras tiene una alta tasa de asesinatos de personas trans en el mundo, de acuerdo con TvT Project—, así que quiso irse.

En 2011, sin decir nada a su familia, Kaory emprendió un viaje hacia México, como miles de personas que dejan todo para sobrevivir.

- Ay, amor, ¿por qué se me fue?

- Yo ya no podía vivir ahí, ya usted bien sabe que me querían matar y me vine. Mami, pero yo estoy bien, usted no se preocupe.

"No se preocupe", insistió Kaory, pero Estela no pudo evitarlo. La joven le dijo una y otra vez que estaba bien, que tenía empleo en un restaurante... pero luego no volvió a llamar más.

Crédito: Jair Cabrera Torres

Crédito: Jair Cabrera Torres

Lo que siguió fueron 10 años de silencio, tiempo en el que Kaory se enfrentó a la violencia y discriminación por ser una persona migrante, una mujer trans y, más tarde, también por dedicarse al trabajo sexual.

La joven se alojó en la Casa Hogar Paola Buenrostro, un refugio para mujeres trans creado por iniciativa de la activista Kenya Cuevas. En este lugar Kaory encontró un techo para vivir, pero también una red de apoyo. Sin embargo, cuando la joven supo que su hermano menor fue asesinado en Honduras, víctima de la violencia, su mundo otra vez se vino abajo.

"Yo me preocupé muchísimo, la verdad. Le dije: 'mi amor, váyase mejor para donde su padre'", recuerda Estela. Pero esta no era opción para la joven, de 27 años.

"Mamá, yo no me quiero ir, porque qué tal si están los mismos que me amenazaron allá".

La última vez que hablaron Kaory volvió a pronunciar estas palabras: "Mami, estoy bien, usted no se preocupe". Dos semanas después Estela recibía la noticia de que su hija había muerto.

Huir para sobrevivir

La violencia es una de las principales causas por las que miles de personas salen de sus países buscando sobrevivir. "Siempre estás viviendo con miedo, como que algo te va a pasar, que a lo mejor te van a matar dentro de tu casa", dice Estela.

Ese miedo que Kaory cargaba en forma de amenaza fue lo que la hizo salir de Honduras y dejar de ver a su familia, con quien ahora se encuentra de nuevo.

En México, la joven encontró otro hogar: sus amigas de la organización Casa de las Muñecas Tiresias y de la Casa Hogar Paola Buenrostro, quienes hicieron todo por verla reunida con los suyos y la acompañaron durante los días que duró su proceso de repatriación. En su funeral, la despidieron con cantos. Sobre su ataúd colocaron flores y una foto donde se ve una Kaory sonriente, con la libertad de ser.

Hoy Kaory descansa cerca de los suyos, quienes también pueden comenzar su proceso de duelo.