5 de agosto de 2025
“Que todas las almas aquí descansen en paz, porque no repetiremos el mal”.
Esta afirmación está grabada en el cenotafio del Parque Conmemorativo de la Paz situado en Hiroshima. El aniversario de la horrorosa tragedia causada por el uso de armas nucleares hace ochenta años nos obliga a preguntarnos: ¿nos tomamos en serio este compromiso?, ¿hacemos lo suficiente para mantener vivo el recuerdo de lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki? Y, aún más importante, ¿bastan los esfuerzos actuales para librar al mundo de estas armas devastadoras?
Hace ochenta años, Hiroshima y Nagasaki quedaron reducidas a cenizas, y decenas de miles de personas murieron en cuestión de segundos. Según lo registrado, estas bombas atómicas dejaron un saldo de más de 540.000 víctimas, incluidas las que murieron tras sufrir los efectos radioactivos a largo plazo. Esta cifra sigue aumentando hasta hoy.
Actualmente, las personas que sobrevivieron los ataques —conocidas como hibakusha— continúan sufriendo las secuelas físicas y emocionales que provocaron esas armas. Aún reciben tratamiento en los hospitales de la Cruz Roja Japonesa por enfermedades derivadas de la radiación, lo cual pone de relieve las consecuencias duraderas de la guerra nuclear.
El riesgo que conlleva el uso intencionado o accidental de armas nucleares es una realidad aterradora. Hoy el número de armas nucleares es muy superior al de hace ochenta años. Además, son mucho más potentes. En la actualidad, la bomba lanzada sobre Hiroshima, cuya potencia equivale a 15.000 toneladas de TNT, se consideraría un arma nuclear pequeña.
Todo uso de armas nucleares representaría un fracaso de dimensiones catastróficas por parte de la humanidad. No existe respuesta humanitaria alguna que pueda hacer frente al sufrimiento que provocaría una detonación nuclear en una zona poblada o en sus inmediaciones. Es sumamente improbable que las armas nucleares puedan utilizarse respetando los principios y las normas del derecho internacional humanitario.
Hace dos años, en vísperas de la Cumbre del G7 celebrada en Hiroshima durante mayo de 2023, emitimos una declaración conjunta en la que instábamos a la comunidad internacional a eliminar las armas nucleares.
Pese a ello, en lugar de encaminarnos hacia el desarme nuclear, observamos que cada vez se da más importancia a las armas nucleares en posturas y doctrinas militares, a la par de una modernización y expansión de arsenales atómicos.
Sin embargo, hay motivos para no perder la esperanza. Muchas naciones comparten el deseo de vivir en un mundo libre de armas nucleares. El número de Estados Partes en el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) es cada vez mayor: 73 Estados ya son Partes, mientras que otros 25 lo han firmado.
La experiencia de lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki hace ocho décadas debería ser prueba suficiente de que las armas nucleares suponen un peligro demasiado grande para que el mundo las conserve.
Instamos nuevamente a todos los Estados a no utilizar ni amenazar con utilizar armas nucleares, a adoptar medidas de reducción de riesgos para evitar su uso deliberado o accidental, a no contar con ellas como medio de seguridad nacional y a trabajar en pro de eliminarlas enteramente ya sea adhiriendo al TPAN o por otras vías similares.
Asimismo, instamos a los Gobiernos a impartir educación para sensibilizar a futuras generaciones sobre los peligros que representan las armas nucleares, de modo que nunca olvidemos el daño inconcebible que estas infligen a la población civil.
Más información:
Hitomi Makabe, CICR Tokio, +81 (0) 804 142 97 23, hmakabe@icrc.org