Día de las madres: perder a un hijo, un dolor sin nombre
En México y América Central miles de mujeres han perdido a sus hijos como consecuencia de la violencia. No hay una sola palabra para describir ese dolor. En el Día de las madres ellas conmemoran una ausencia.
Cuando Sandra dice el nombre de su hijo, Daniel, la palabra se le quiebra en la garganta. Daniel: el joven enamoradizo que organizaba torneos de futbol en su colonia. Daniel: el muchacho al que le fascinaba comer baleadas y pollo chuco. Daniel: el hijo que buscó llegar a Estados Unidos para tener mejores oportunidades económicas, el que llamaba a casa todos los días. Daniel: el joven hondureño que perdió la vida en México después de ser herido por proyectiles de arma de fuego.
"Perder a un hijo es algo que no le deseo a nadie... no hay palabras para decir lo que uno puede sentir. Es como que le arranquen algo de sus entrañas".
Sandra y miles de madres más que han perdido a sus hijos como consecuencia de la violencia armada, viven con un dolor que no tiene nombre y que solo puede entender quien lo ha vivido.
No todas las heridas que provoca la violencia son visibles y muchas de ellas perduran en el tiempo.
El cuerpo de Alba resintió el dolor que provocó la muerte de su hijo, de apenas 18 años. Con su ausencia, las enfermedades comenzaron a agravarse: la diabetes, el daño en los riñones, su cuerpo entero se ha visto afectado.
El joven había recibido amenazas de parte de grupos armados. Durante dos años y ocho meses vivió escondido, saliendo muy temprano de casa y regresando pasada la media noche, hasta que un día esta táctica de evasión no funcionó más.
Alba recuerda que eran las nueve menos cuarto cuando terminó de desayunar y recibió una llamada del hospital. Ahí estaba su hijo, había recibido varios impactos de arma de fuego. El joven falleció y la vida de su madre cambió por completo.
"A raíz de eso he padecido muchas enfermedades, a toda la familia también le afecta".
Han pasado 10 años y Alba dice que con el tiempo ha logrado hablar más tranquila de todo lo que sucedió, pero el dolor y las secuelas siempre están.
"Me llevó años aceptar su muerte, es un dolor que no se puede expresar, ¿de qué manera?, no hay palabras para expresar ese dolor, la cólera, todo lo que una siente... no hay palabras que puedan expresar todo eso que se vive".
La violencia armada en México y América Central provoca consecuencias humanitarias que afectan la vida de miles de personas y de familias. La muerte de un ser querido es una de las más graves y dolorosas.
En el Comité Internacional de la Cruz Roja trabajamos para prevenir, mitigar y aliviar esos impactos humanitarios en las comunidades y a lo largo de la ruta migratoria, donde las personas enfrentan muchos riesgos a causa de la violencia.
Alba recuerda a su hijo como alguien amoroso. "Era un joven muy guapo, no es porque fuera mi hijo, pero era muy inteligente, muy cariñoso, muy especial".
"Él me miraba mal y me decía: acóstate, madre, yo te voy a sobar tus canillas, yo te voy a dar de comer... él no fue muy bueno para estudiar, no le gustaba, pero ya con el tiempo usted le daba una dirección y a donde fuera, él la encontraba... entonces dijo que ya quería estudiar, su deseo era ser chef".
Recuerda que él cocinaba y que los inventos culinarios le salían ricos; está sentada junto a su mamá, la señora Máxima, quien también fue como una madre para el joven, como lo son muchas abuelas para sus nietos.
Sandra sonríe cuando recuerda la comida que le fascinaba a su hijo. "Era un muchacho hiperactivo, era bien enamorado también, pero bueno... esa era su manera de ser. Fue un buen hijo, que sí me dio muchos dolores de cabeza, pero también me dio muchas alegrías... él ayudaba a mucha gente en la comunidad".
Estas madres, como miles en la región, piensan en sus hijos, en cuánto les extrañan; madres que se han refugiado en su fe y que apelan al cariño de su familia y comunidad para lograr estar en pie. Madres que hoy conmemoran el día con una ausencia.