Yaser Mohammed tiene 13 años y proviene de Sadá, en el noroeste de Yemen. La única ropa que posee son algunas camisas y un pantalón, que su madre lava una y otra vez. Muchas veces, solo lleva un chal, que enrolla alrededor de su cintura. Debido al conflicto, hace tres años tuvo que dejar la escuela y comenzar a trabajar para ayudar a su familia. Ahora, junta botellas de plástico para revenderlas y con el dinero que gana mantiene a su familia, compuesta por siete personas. Viven en un refugio provisional para personas internamente desplazadas situado en el distrito de Dharwan, al norte de Saná, la capital de Yemen. Según estimaciones de las Naciones Unidas, el 83% de las personas desplazadas que regresan a sus lugares de origen son mujeres y niños (cifras de OCHA).
Fotografía: Yahya Arhab
Según las Naciones Unidas, aproximadamente dos millones de niños han dejado la escuela y más de 2.000 escuelas han sido dañadas o destruidas por la guerra. Para muchos niños, resulta sumamente difícil acceder a la educación. A medida que se esfuman las oportunidades para ampliar sus horizontes, se va perdiendo una generación entera. Hoy, las dificultades de acceso a la educación se traducen en menores posibilidades de obtener oportunidades y trabajos futuros, que permitirían a los niños evitar quedar atrapados en trabajos de baja categoría. El espacio para gozar de una infancia normal, con juegos, estabilidad y rutinas, ha desaparecido. La destrucción de las escuelas, que son más que las meras cuatro paredes dentro de las cuales los niños reciben educación, también ha destruido el espacio donde muchos niños cimentaron amistades duraderas.
Los conflictos fuerzan a los niños a crecer antes de lo debido. A menudo, se transforman en los sostenes de la familia, viéndose obligados a trabajar; a veces, terminan pidiendo limosna en las calles. Con frecuencia, su educación se interrumpe, su tiempo de juego se reduce y su niñez es alterada para siempre.
Se estima que, en Yemen, 3,2 millones de niños y mujeres sufren de malnutrición aguda. La mitad de todos esos niños experimentan un retraso irreversible en su crecimiento. Según OCHA, debido a la catastrófica situación humanitaria en Yemen, aproximadamente 7,4 millones de niños necesitan ayuda humanitaria.
El 38% de los pacientes que asisten a los centros de rehabilitación apoyados por el CICR son niños que necesitan servicios de prótesis y órtesis debido a la pérdida de sus miembros o a lesiones graves. A medida que las líneas del frente se corren y expanden, crece la superficie contaminada por artefactos sin estallar y minas terrestres. Los niños son particularmente afectados por esas armas, ya que a menudo las tocan porque las confunden con juguetes.
Según información de Save the Children, en Yemen se han registrado más de 200.000 presuntos casos de cólera en niños y al menos 193 muertes relacionadas con el cólera. El deterioro de la infraestructura y la falta de saneamiento adecuado propician la propagación de esta enfermedad prevenible. Todos los veranos, en la estación de las lluvias, se producen nuevos brotes de cólera.
En Yemen, unos 17,8 millones de personas carecen de acceso al agua potable y a servicios de saneamiento adecuados debido al deterioro de la infraestructura causado por el conflicto. Hoy, hasta los más jóvenes deben valerse por sí mismos. En muchas ciudades de Yemen, ahora es común ver niños con bidones en los lugares donde corre agua.
Los conflictos, los desastres naturales y la migración pueden causar la separación de los miembros de las familias. Algunos desaparecen y nunca más se sabe de ellos. Para los niños, la pérdida de la vida familiar y de la seguridad que representan sus padres y hermanos es una experiencia devastadora. Además, si pierden al sostén de familia, se ven obligados a subsistir por sus propios medios. En Yemen, en los asentamientos de personas desplazadas hay al menos 1.200 menores no acompañados y separados (Evaluación Multisectorial de Lugares de 2018). Al no saber qué sucedió con sus familiares, los que quedaron separados tienen muchas dificultades para superar la situación y llevar una vida normal. Siempre estarán buscando a sus seres queridos y esperando su regreso.
En Yemen, los derechos de los niños son violados en forma cotidiana. Los hechos de violencia que afrontan los niños abarcan desde presenciar actos violentos de muerte y destrucción hasta sufrir lesiones o la muerte, ser reclutados por grupos armados o explotados en el trabajo, o verse sometidos al matrimonio infantil o a la trata de personas. Los efectos en el bienestar psicológico de los niños son graves. Muchos sufren pesadillas o trastornos del sueño, sienten culpa, o exhiben conductas sociales alteradas, entre otras consecuencias. Se perturba su vida cotidiana, su sentido de estabilidad desaparece y sus temores frente al futuro son abrumadores.
¿Qué sucede con la inocencia de los niños durante la guerra?
Las luchas y los sufrimientos, claramente visibles, marchitan esa inocencia. Esto se ve en las calles, donde los niños arrastran sus bidones para buscar agua; se ve en las escuelas destruidas, en las que los niños tratan de aprender entre las ruinas; se ve en las tiendas y otros lugares, donde los niños se ganan la vida a duras penas realizando los trabajos más humildes, solo para sobrevivir. Sobre todo, se ve en sus ojos, atormentados por la violencia que han presenciado y experimentado.
El conflicto de Yemen ha invadido todos los aspectos de la vida de los niños, con consecuencias muy penosas. Aquí, nos centramos en algunas historias, sabiendo que, por cada niño que ha hablado con nosotros, son muchos los relatos que quedan por contar.