Magdaleno pasó dos semanas viajando por tren y autobús. Tiene una esposa y tres hijos en casa.
Él esperaba reencontrarse con su hermano que vivía en Estados Unidos, aunque en ese punto no le había dicho que iba en camino.
Dejar su hogar le dio tristeza, pero la pobreza lo condujo a buscar mejores oportunidades para apoyar a su familia.
Alexis, de Honduras, tiene 17 años. Llevaba viajando ocho días con su tío y su primo. Esperaban encontrarse con su padre en Estados Unidos, pero su primo se cayó del tren y tuvieron que esperar en México a que se recuperara.
Selvin usó el servicio telefónico de Restablecimiento del Contacto entre Familiares, provisto por la Cruz Roja Mexicana, para hablar con su familia en Honduras. No habían sabido nada de él durante diez días y era importante para ellos saber dónde estaba y sus siguientes movimientos.
Germán llevaba ocho meses fuera de Honduras. Al no poder cruzar la frontera decidió regresar a su país.
Mariano llevaba diez días en la ruta. Sus traslados habían sido por tren y por autobús. Él confesó que todavía no sabía a dónde quería llegar.
Joel pasó tres meses trabajando en un circo para ganar dinero para su trayecto. Al no poder cruzar la frontera, decidió regresar a pasar Navidad con su familia para reponerse y volverlo a intentar.
Vicente es de Honduras. Llevaba 23 días en la ruta.
Un lunes a las cinco de la mañana emprendió su camino para ayudar económicamente a su esposa, que necesitaba una operación.
"Yo le dije que el esfuerzo lo iba a hacer por salir adelante con ella", comenta.
A veces le dan ganas de regresarse por lo mucho que extraña a su familia, pero nunca se lo dice.
Ronel es de Honduras. Emprendió la ruta por falta de empleo.
A veces se siente triste y extraña a su mamá. Lo más difícil que le ha pasado es tener que caminar varios días sin tener nada para comer.
Ever es de Honduras.
Él salió con su hermano y otros amigos. Su esposa y su hijo se quedaron en su país.
"Uno se siente, a veces, como abandonado y sin saber por dónde agarrar", comenta.
En Centroamérica, miles de personas al año lo dejan todo buscando una vida mejor. Familias enteras abandonan sus hogares por dificultades para cubrir sus necesidades básicas o para reunirse con algún familiar. Al mismo tiempo, hay un número significativo de personas que huye de situaciones de violencia que ponen en peligro su vida.
Las personas migrantes se enfrentan a un camino incierto, muchas veces lleno de riesgos. Las condiciones del terreno y las carencias con las que se encuentran pueden ocasionar numerosas consecuencias humanitarias. Muchas de estas personas no llegan a su destino; algunas desaparecen, y otras son detenidas. Algunas son retornadas a sus países de origen, donde vuelven a toparse con los problemas que habían hecho que abandonaran sus hogares.
Estas son las historias de algunas personas que han tomado la ruta migratoria con la esperanza de poder empezar una nueva vida.