México y América Central: “Sigo de pie y me siento fuerte”
Julieta, Emma, Yesenia, Natalia, Yeni y Sara tienen una cosa en común: comparten la fuerza que las ha mantenido de pie y las ha impulsado a seguir adelante, por ellas y sus seres queridos, frente a diversas situaciones.
En países afectados por la violencia, las mujeres están en una situación especial de vulnerabilidad que debe ser mirada para responder a sus necesidades humanitarias con un enfoque diferenciado. En México y América Central, miles de madres, hermanas, hijas, tías son quienes encabezan la búsqueda de sus seres queridos desaparecidos, al tiempo que son el sostén de sus familias o quedan a cargo del cuidado de niñas, niños y adolescentes.
Quienes han decidido migrar o han sido desplazadas por la violencia, a menudo junto a sus hijas e hijos, enfrentan el reto de encontrar un lugar seguro y medios de vida que les permitan subsistir y recuperar sus proyectos de vida; además de dificultades para acceder a servicios esenciales, como productos de higiene menstrual, alojamiento seguro, alimentación y mecanismos de protección. Las mujeres migrantes también están altamente expuestas a la posibilidad de ser víctimas de abuso sexual.
Por su parte, las mujeres privadas de libertad con frecuencia deben cumplir sus condenas en lugares construidos en función de las necesidades de los hombres, y no adaptados a sus necesidades, las cuales quedan invisibilizadas en varios planos: desde el diseño de los centros penitenciarios, el reglamento, los programas de rehabilitación, entre otros.
La respuesta humanitaria a las consecuencias de la violencia debe escuchar a las mujeres para comprender y abordar sus necesidades específicas de manera integral y sensible al género. Esto implica garantizar su acceso a servicios específicos de protección, atención médica, apoyo psicosocial y medios de vida, así como su participación en la toma de decisiones y planificación, y su respuesta ante las emergencias humanitarias. Al atender las necesidades de las mujeres, no solo se promueve la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, sino también fortaleciendo la eficacia y la sostenibilidad de las intervenciones humanitarias.
Julieta, Emma, Yesenia, Natalia, Yeni y Sara son el testimonio de la resiliencia de las mujeres frente a las consecuencias humanitarias de la violencia.
Yesenia, mujer privada de libertad.
"Yo, Yesenia, me considero una mujer fuerte, luchadora, humilde y sencilla. Soy madre de 4 hijos de los cuales solo tengo tres; hace tres meses, falleció mi única hija mujer, a quien, desde que caí aquí, no pude ver más.
Tengo mis tres hijos varones afuera; uno es menor de edad, que está pasando algo mal porque al estar yo acá no quiere seguir estudiando y no puedo ayudarlo porque estoy aquí.
Mi plan es salir de aquí, seguir luchando por mis hijos, darles lo mejor de mí; que vean que a pesar de mi error puedo seguir adelante y sacarlos delante de otra manera, una mejor".
Yeni, integrante de la comunidad de acogida .Comarca Emberá-Wounaan. Comunidad de Canaán Membrillo en Darién.
"Soy madre soltera, tengo cuatro hijos. Soy una mujer Wounaan fuerte, he nacido aquí y soy de aquí.
Aquí comienzo a cocinar, así que dejo a mis hijos en la casa. Cocino y comienzo a recibir a los migrantes, también despacho la tienda; a veces los migrantes vienen sin comida y les doy comida, nos cuentan que no tienen dinero para tomar refresco y les doy cosas de la tienda a los que no tienen nada. A veces llegan madres con bebés sin dinero para comer, así que les doy comida de la cocina".
Emma Mora Liberato, busca a su hijo José Alberto Téllez Mora desde el 20 de septiembre de 2011
"Hemos tenido que aprender muchas cosas que nunca imaginé aprender. Jamás me imaginé tener que aprender a buscar a un hijo con una varilla, un pico y una pala, y eso para mí es muy doloroso. Y a costa de qué hemos aprendido después de todo este camino, de caminar 7 años con la asociación y 11 desde la desaparición de mi hijo. Para poder empoderarnos, saber cómo pedir y exigir a la autoridad lo que nos corresponde.
A veces uno hace cosas sin pensarlo, solo te mueve el amor, por encontrarlos. La búsqueda es un proceso de resistencia."
Natalia, mujer privada de libertad
"Llevo aquí seis meses y yo sentí que la vida se me caía cuando llegué aquí. Tengo una hija, un esposo y una familia que me esperan allá afuera. Independientemente de que estemos encerradas la vida no para, pero para nosotros sí.
El tiempo está detenido, porque casualmente hace unos días regresó una persona que se había ido hace un año y vio a las mismas personas, les preguntó qué han hecho este año, y decían "lo mismo de siempre, la misma rutina", y ella venía con muchas historias, muchas cosas que había hecho en un año. Y a mí me preguntaron y yo dije que yo quería ser la excepción y que cuando me preguntaran que qué había hecho aquí, yo les iba a decir "escribí un libro", porque eso estaba haciendo afuera, yo escribo mucho. Esto no me va a parar y tengo una novela en proceso".
Julieta Adelina, su padre Pablo desapareció en 1982, durante el conflicto armado interno de Guatemala.
"Ha sido difícil la espera, porque no esperábamos que lo fuéramos a encontrar y hace dos años empezamos la exhumación. Pero gracias a Dios fue identificado en casi dos años.
Ha sido un proceso bastante complicado, especialmente siendo niña, porque yo pensé que mi papá iba a regresar en cualquier momento y tenía esa esperanza. Es importante darles una sepultura digna a nuestros familiares. No sabemos por qué pasan las cosas, pero yo creo que todo pasa en la vida porque algo tenemos que aprender y tenemos que aprender a sobrevivir, a ser fuertes, a luchar, y con lo que podemos hacer, pues hacer esa búsqueda que es tan necesaria para que ellos también tengan paz y alancen esa paz que nosotros por mucho tiempo no tuvimos. Y entonces la familia sana, se curan esas heridas y es parte de una sanación interna".
Sara, mujer desplazada por la violencia.
"Lo más difícil que he vivido es salir del lugar donde estaba mi casa y no saber a dónde iba a llegar. Las necesidades que uno enfrenta es no tener dónde vivir, dónde resguardar la vida de los hijos y de uno mismo.
Ahora yo me dedico a hacer artesanías, trabajo el yute, hago camisas artesanales y hago aceites medicinales para poder salir adelante. Este es mi nuevo proyecto de vida, porque para mí este es un nuevo empleo, porque de aquí empieza un nuevo futuro para mí y para mis hijos, de aquí tiene que salir para la escuela, para la comida, todo lo que se necesita para la supervivencia de un ser humano".
El CICR, fundado en 1863, ayuda a personas de todo el mundo afectadas por conflictos armados y otras situaciones de violencia, haciendo lo posible por proteger su dignidad y aliviar su sufrimiento, y respondiendo a sus necesidades humanitarias específicas.
Trabaja a menudo junto a sus asociados de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. Además, la Institución procura prevenir el sufrimiento mediante la promoción y el fortalecimiento del derecho y de los principios humanitarios universales.