Visitamos Unión Alto Sanibeni, una pequeña comunidad Asháninka ubicada en el medio de la selva central del Perú, que padeció graves consecuencias por causa de los frecuentes enfrentamientos armados que ocurrieron durante en conflicto que se vivió en el Perú en las décadas de los 80 y 90. Muchos civiles fueron muertos y desaparecidos, las personas huían mientras sus casas y aldeas eran quemadas. Décadas después, la comunidad no ha cambiado mucho. La gente lleva aún cicatrices físicas y emocionales. La población Asháninka aún vive con miedo por las huellas que dejó la violencia.
"Lo que observamos es que, aunque la violencia armada que aterrorizaba a la población hace 30 años terminó, las secuelas han dejado profundas cicatrices. El tejido social está destruido en gran medida por la violencia pero también por el abandono. Los pobladores aún viven con el miedo de que la violencia pueda regresar", nos comenta Giorgio Negro, delegado del CICR, quien realizó un registro fotográfico en la zona.
Los residentes de Unión Alto Sanibeni, retornantes en su mayoría, no tienen información de sus familiares desaparecidos, el trágico pasado los persigue hasta la actualidad. "Todo el tiempo teníamos miedo de que en cualquier momento lleguen armados y se lleven a la gente, a los niños, que en los enfrentamientos todos se van a matar. ¿A dónde vamos a escapar? tenemos que movernos a otro lugar, siempre pensábamos eso", asevera un poblador Asháninka. El miedo a tener que huir y empezar nuevamente condiciona la idea de futuro en las comunidades, en particular aquellas que se ubican en el área de influencia del conflicto del VRAEM, que viven el presente como una prolongación del conflicto armado interno 1980-2000.
El pueblo Asháninka, asentado en la selva central del Perú, fue duramente golpeado y afectado durante los años del conflicto armado interno. La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) consideró que de 55 mil Asháninkas, fallecieron alrededor de 6 mil, cerca de 10 mil fueron desplazados forzosamente, cerca de 5 mil fueron en algún momento cautivos del grupo alzado en armas Sendero Luminoso y que entre 30 y 40 comunidades Asháninkas desaparecieron.
Nuestro equipo visita las comunidades de esta etnia para evaluar sus necesidades y promover que se les tenga en cuenta en los programas de reparación que el Estado pone a disposición de las víctimas.