Una época de confusión: Peter Gill habla acerca del futuro del humanitarismo

19 mayo 2016
Una época de confusión: Peter Gill habla acerca del futuro del humanitarismo
Un niño gravemente enfermo es evacuado por la Media Luna Roja Árabe Siria durante una operación de ayuda conjunta con el CICR en Moademiyeh, Siria. CC BY-NC-ND / CICR / Pawel Krzysiek

Peter Gill es un periodista especializado en cuestiones relativas a los países en desarrollo y autor de cuatro libros. En su última obra, Today We Drop Bombs, Tomorrow We Build Bridges: How foreign aid became a casualty of war ("Hoy bombardeamos, mañana construimos puentes: de cómo la ayuda extranjera pasó a ser una víctima de guerra"), publicado este mes, analiza con rigor la politización de la ayuda. Tras haber viajado a algunos de los lugares más afectados por conflictos en el mundo para revelar la nueva relación entre las organizaciones humanitarias y la seguridad vista desde la perspectiva de Occidente, Gill plantea una cuestión crucial: ¿las naciones occidentales pueden entrar en guerra con un país y al mismo tiempo brindarle ayuda?

En vísperas de la celebración de la Cumbre Humanitaria Mundial, nos reunimos con Gill para hablar sobre el futuro de la ayuda, los principios humanitarios y el papel que desempeña el CICR en un mundo que cambia constantemente.

¿Cómo resumiría los cambios principales a los que se enfrenta el concepto de acción humanitaria en nuestra época, para organizaciones humanitarias como el CICR?

Vivimos en una época en la que los intereses de seguridad del mundo occidental se encuentran involucrados en los peores conflictos modernos, y esto representa una gran presión, incluso para la mejor organización de ayuda. Además de todos los problemas relativos a la seguridad y el acceso del personal, un problema esencial en esta época consiste en defender la importancia de los principios humanitarios al brindar ayuda a las poblaciones afectadas. Pocos organismos pueden proclamar una verdadera independencia o defender los principios clásicos del humanitarismo; por ende, resulta doblemente importante que el CICR proclame su compromiso con esa modalidad de trabajo.

Quienes critican al CICR han acusado a la Institución de aferrarse a principios obsoletos. ¿Cuán convencido está usted de que el CICR se encuentra en el camino correcto?

Siempre me sorprende la vehemencia de los comentarios en contra de los principios humanitarios, sobre todo por parte de ciertos académicos que argumentan que el enfoque del CICR es parte de nuestro 'pasado nostálgico', que sus principios son las 'protestas de los tradicionalistas' y que aquellos que intentan seguirlos son como 'personas mayores en un pueblo aislado' que se aferran desesperadamente a un idioma antiguo. Creo que estas agresiones deberían fortalecer en vez de debilitar la decisión del CICR de aferrarse a sus principios.

¿La Cruz Roja sigue siendo un símbolo de protección o, como cita en su libro, se ha vuelto "más bien un punto de mira"?

La llamativa cita pertenece a Manuel Bessler, quien trabajó para el CICR en un momento y ahora es jefe de la unidad de ayuda humanitaria del gobierno suizo. Hizo ese comentario luego del asesinato de un delegado del CICR en Libia en 2014. En esta época de confusión, es lamentable que algunos grupos armados no distingan entre soldados, diplomáticos, periodistas o trabajadores humanitarios. Ese comportamiento se ve alentado por la dependencia y la parcialidad de gran parte del sector humanitario. Esto no significa que organizaciones como el CICR o Médicos Sin Fronteras deban abandonar sus principios. Más bien, deben reafirmarlos y proclamarlos.

Usted presta mucha atención a uno de nuestros colaboradores, Alberto Cairo. De hecho, en el título de su libro, cita sus palabras. ¿Por qué eligió a Cairo en particular y, en su opinión, cuál es el significado del papel que desempeña?

Decidí contar algo de la historia de la ayuda humanitaria en Afganistán a través de tres trabajadores humanitarios que me impresionaron. Uno era un cuáquero estadounidense que dirigía Save the Children, el segundo un británico convertido al Islam que trabajaba para Islamic Relief y el tercero el extraordinario Alberto Cairo, que dirige los centros ortopédicos del CICR. Es el trabajador humanitario con más experiencia en Afganistán y sus veinticinco años en el país le dan una visión única respecto de la turbulenta historia reciente del país. Es contundente y franco al expresar sus opiniones, y sigue los dictados de su propia conciencia y su juicio. No es casual que uno de sus comentarios -en el que de hecho cita a sus amigos y contactos en Afganistán- se haya convertido en el título de mi libro.

En su libro escribe que si se aspira a que el humanitarismo "sobreviva y prospere en el siglo XXI, se deben reafirmar sus principios ". En vísperas de la celebración de la Cumbre Humanitaria Mundial, ¿cómo se podría lograr esto en esta "época de confusión"?

En un momento tan crítico y tan próximo al desastre en Siria, uno esperaría ver algo de optimismo sobre el resultado de esta Cumbre que celebrará en Estambul. Sin embargo, diplomáticos y trabajadores humanitarios me han comentado que las expectativas son modestas, en el mejor de los casos. Donde debería haber ambición, solo existe una estimación pesimista de lo poco que podrá lograrse. La decisión de Médicos Sin Fronteras de no participar de la Cumbre fue un golpe muy duro. Todavía es posible lograr algún progreso para que las sociedades civiles nacionales y locales tengan mayor poder de decisión, lejos de los 'grandes personajes' humanitarios del mundo occidental. Se abordarán otras cuestiones tecnocráticas. Pero sigue habiendo un gran riesgo de que se le preste muy poca atención a la necesidad de reafirmar los valores fundamentales del humanitarismo.

La confidencialidad, la discreción y una "imparcialidad minuciosa" son parte importante del modus operandi del CICR, como explica en su libro. Usted se pregunta si el CICR debería expresarse más abiertamente, pero, en su opinión, ¿en qué debería basarse esa mayor comunicación?

Durante mi investigación, me convencí que el CICR podría lograr mucho más sin hacer mucho ruido, y así lo afirmo en mi libro. Con esto me refiero a un aspecto fundamental de las relaciones del CICR con los Estados, en las que la 'confidencialidad' y la 'discreción' pueden garantizar el avance hacia los objetivos humanitarios. También existe el problema de que es lento para condenar a un bando u otro en conflictos civiles intrincados y complejos. Sin embargo, los principios fundamentales del CICR deben promoverse con mucha más fuerza dentro del propio sector de ayuda humanitaria y ante el público en general, en especial en el Occidente democrático. El hecho de que grandes organizaciones de ayuda humanitaria se comporten como contratistas de los gobiernos en zonas de conflicto implica el riesgo de que se pasen por alto el valor y la trascendencia de los principios de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. En mi opinión, el CICR debe promover enérgicamente estos conceptos.