Zamzam Murshed y sus tres hijos son desplazados. Viven en la carpa de su anciano padre. Debido a la ausencia del sostén de familia, sus condiciones de vida son muy difíciles. "Mi marido se fue hace ocho meses para pelear. Desde entonces, no he tenido noticias de él. Espero que siga con vida". Hablando de sus sueños, añade: "Mis sueños son modestos: sueño con una vida tranquila. Sueño con volver a casa".
Zamzam Murshed y sus tres hijos son desplazados. Viven en la carpa de su anciano padre. Debido a la ausencia del sostén de familia, sus condiciones de vida son muy difíciles. "Mi marido se fue hace ocho meses para pelear. Desde entonces, no he tenido noticias de él. Espero que siga con vida". Hablando de sus sueños, añade: "Mis sueños son modestos: sueño con una vida tranquila. Sueño con volver a casa".
Zamzam Murshed y sus tres hijos son desplazados. Viven en la carpa de su anciano padre. Debido a la ausencia del sostén de familia, sus condiciones de vida son muy difíciles. "Mi marido se fue hace ocho meses para pelear. Desde entonces, no he tenido noticias de él. Espero que siga con vida". Hablando de sus sueños, añade: "Mis sueños son modestos: sueño con una vida tranquila. Sueño con volver a casa".
Soria, una niña yemení de seis años, huyó de su casa junto con su familia. "Pude traer uno de mis juguetes. No sé qué pasó con los otros", dice ingenuamente. Afuera, su hermano ha instalado una hamaca hecha a mano para ella. “Me gusta la hamaca. También me gustaría tener una bolsa llena de lápices de colores y de libros para pintar. Mi padre prometió comprármelos cuando volvamos a casa", dice.
Soria, una niña yemení de seis años, huyó de su casa junto con su familia. "Pude traer uno de mis juguetes. No sé qué pasó con los otros", dice ingenuamente. Afuera, su hermano ha instalado una hamaca hecha a mano para ella. “Me gusta la hamaca. También me gustaría tener una bolsa llena de lápices de colores y de libros para pintar. Mi padre prometió comprármelos cuando volvamos a casa", dice.
Soria, una niña yemení de seis años, huyó de su casa junto con su familia. "Pude traer uno de mis juguetes. No sé qué pasó con los otros", dice ingenuamente. Afuera, su hermano ha instalado una hamaca hecha a mano para ella. “Me gusta la hamaca. También me gustaría tener una bolsa llena de lápices de colores y de libros para pintar. Mi padre prometió comprármelos cuando volvamos a casa", dice.
Yahia Hizam huyó de su casa cuando se acercaban los enfrentamientos, para garantizar la seguridad de sus hijos. “No tengo trabajo. Mi familia, que es muy numerosa, representa una carga económica importante. En estos momentos, la vida es muy difícil para nosotros". Explica que intenta mantenerse ocupado con diversas tareas al aire libre y haciendo trabajo físico. “Todo el tiempo, me pregunto qué pasará y qué puedo hacer para aliviar las penurias de mis hijos".
Yahia Hizam huyó de su casa cuando se acercaban los enfrentamientos, para garantizar la seguridad de sus hijos. “No tengo trabajo. Mi familia, que es muy numerosa, representa una carga económica importante. En estos momentos, la vida es muy difícil para nosotros". Explica que intenta mantenerse ocupado con diversas tareas al aire libre y haciendo trabajo físico. “Todo el tiempo, me pregunto qué pasará y qué puedo hacer para aliviar las penurias de mis hijos".
Yahia Hizam huyó de su casa cuando se acercaban los enfrentamientos, para garantizar la seguridad de sus hijos. “No tengo trabajo. Mi familia, que es muy numerosa, representa una carga económica importante. En estos momentos, la vida es muy difícil para nosotros". Explica que intenta mantenerse ocupado con diversas tareas al aire libre y haciendo trabajo físico. “Todo el tiempo, me pregunto qué pasará y qué puedo hacer para aliviar las penurias de mis hijos".
Ahmad acaba de llegar a casa con una bolsa de kudam –un pan local- en la mano. Sus labios secos describen su fatiga y la dura vida que lleva. Gana una miseria trabajando como zapatero. "Sigo esperando regresar pronto a nuestra ciudad y a la vida tranquila que llevábamos. La vida aquí es muy difícil. No hay agua, ni alimentos, ni medicamentos, ni estabilidad", dice.
Ahmad acaba de llegar a casa con una bolsa de kudam –un pan local- en la mano. Sus labios secos describen su fatiga y la dura vida que lleva. Gana una miseria trabajando como zapatero. "Sigo esperando regresar pronto a nuestra ciudad y a la vida tranquila que llevábamos. La vida aquí es muy difícil. No hay agua, ni alimentos, ni medicamentos, ni estabilidad", dice.
Ahmad acaba de llegar a casa con una bolsa de kudam –un pan local- en la mano. Sus labios secos describen su fatiga y la dura vida que lleva. Gana una miseria trabajando como zapatero. "Sigo esperando regresar pronto a nuestra ciudad y a la vida tranquila que llevábamos. La vida aquí es muy difícil. No hay agua, ni alimentos, ni medicamentos, ni estabilidad", dice.
Damaj tiene 12 años. Huyó de su hogar con sus familiares cuando los enfrentamientos se intensificaban cerca de ellos. “No quiero recordar ese día horrible. Sueño con volver a la escuela. Quiero jugar con mis amigos. Extraño mi casa", dice Damaj. "Pero, hasta que volvamos, seguiré jugando con mis hermanos y hermanas y ayudando a mi madre con las tareas domésticas".
Damaj tiene 12 años. Huyó de su hogar con sus familiares cuando los enfrentamientos se intensificaban cerca de ellos. “No quiero recordar ese día horrible. Sueño con volver a la escuela. Quiero jugar con mis amigos. Extraño mi casa", dice Damaj. "Pero, hasta que volvamos, seguiré jugando con mis hermanos y hermanas y ayudando a mi madre con las tareas domésticas".
Damaj tiene 12 años. Huyó de su hogar con sus familiares cuando los enfrentamientos se intensificaban cerca de ellos. “No quiero recordar ese día horrible. Sueño con volver a la escuela. Quiero jugar con mis amigos. Extraño mi casa", dice Damaj. "Pero, hasta que volvamos, seguiré jugando con mis hermanos y hermanas y ayudando a mi madre con las tareas domésticas".
Zahra Farea es una señora yemení de edad, que vivía en una barriada situada en una zona rural cercana a la frontera entre Yemen y Arabia Saudita. Cuando se intensificaron las hostilidades, su vivienda fue bombardeada. Perdió a su esposo y a sus hijos en un abrir y cerrar de ojos. "Caminé descalza horas y horas en busca de seguridad. Ni siquiera tuve la oportunidad de enterrar a mi marido y a mis hijos. Fue un día horrible", dice suspirando. Resume su situación del siguiente modo: "Mi vida no es mejor hoy. Vivo en esta carpa, sola. Sin familia, sin dinero y sin pertenencias”.
Zahra Farea es una señora yemení de edad, que vivía en una barriada situada en una zona rural cercana a la frontera entre Yemen y Arabia Saudita. Cuando se intensificaron las hostilidades, su vivienda fue bombardeada. Perdió a su esposo y a sus hijos en un abrir y cerrar de ojos. "Caminé descalza horas y horas en busca de seguridad. Ni siquiera tuve la oportunidad de enterrar a mi marido y a mis hijos. Fue un día horrible", dice suspirando. Resume su situación del siguiente modo: "Mi vida no es mejor hoy. Vivo en esta carpa, sola. Sin familia, sin dinero y sin pertenencias”.
Zahra Farea es una señora yemení de edad, que vivía en una barriada situada en una zona rural cercana a la frontera entre Yemen y Arabia Saudita. Cuando se intensificaron las hostilidades, su vivienda fue bombardeada. Perdió a su esposo y a sus hijos en un abrir y cerrar de ojos. "Caminé descalza horas y horas en busca de seguridad. Ni siquiera tuve la oportunidad de enterrar a mi marido y a mis hijos. Fue un día horrible", dice suspirando. Resume su situación del siguiente modo: "Mi vida no es mejor hoy. Vivo en esta carpa, sola. Sin familia, sin dinero y sin pertenencias”.
En los dieciocho meses que lleva el conflicto en Yemen, tres millones de personas se han visto obligadas a dejar sus hogares a causa de los enfrentamientos y la inseguridad. A veces, estas personas lamentablemente se transforman en meros números y estadísticas en los titulares de los medios de comunicación.
Sin embargo, detrás de las cifras del conflicto, se esconden historias reales de personas que tienen sueños, esperanzas y aspiraciones incluso en las circunstancias más difíciles. Esta galería fotográfica nos presenta a algunas de estas personas. Nos invitan a sus viviendas provisionales y comparten con nosotros sus pensamientos y sueños.
Para ayudar a las personas desplazadas en Yemen, en lo que va del año, el CICR proporcionó alimentos y artículos domésticos esenciales a más de 400.000 personas en todo el país. También se iniciaron varios proyectos de subsistencia, cuya finalidad es apoyar actividades generadoras de ingresos y ayudar a los desplazados a ganarse la vida.