Niños de Sudán del Sur
Los menores de edad son los más vulnerables en el conflicto en Sudán del Sur: separación familiar, hambre y falta de una adecuada atención de salud ponen en riesgo la integridad y hasta la vida de muchos niños.
Sudán del Sur, campamento para personas desplazadas. CC BY-NC-ND / CICR / Erika Tovar
En Sudán del Sur, los niños y las niñas conocen la peor parte de la guerra: las pesadillas, la angustia, la soledad, el dolor, el enojo y la desesperanza. Desde que se desató el conflicto hace más de cinco años, no hablan de la escuela ni de las amistades, sino de guerra y de muerte. No saben lo que es un juguete o un regalo: solo saben de crímenes y armas.
Goi tiene diez años. No recuerda exactamente qué sucedió en su aldea, pero, en los últimos dos años, lo acechan pesadillas en las que sus amigos se queman vivos dentro de sus casas. Es huérfano. Extraña comer y jugar con sus padres y sus hermanos.
Área de Udier. Una mujer, rodeada por niños, prepara algo de comer con lo poco que ha conseguido. CC BY-NC-ND / CICR / Mari Aftret Mortvedt
Muchas víctimas jóvenes sufren pesadillas y tienen sentimientos de desesperanza, ira, temor y tristeza. Este es el futuro de Sudán del Sur: un país con niños que, muy a menudo, sufren en silencio.
Los niños suelen ser los más afectados por los conflictos armados. En Sudán del Sur, muchos son heridos o se enferman gravemente enfermos cuando huyen. Otros mueren.
— CICR (@CICR_es) November 8, 2018
Algunos niños que sobreviven a este trauma no pueden regresar a la escuela, ni simplemente volver a ser niños. pic.twitter.com/sT1aW0DpWg
Niños de Sudán del Sur : retorno a casa tras una larga espera
Algunos sonríen, otros parecen nerviosos. Más de treinta niños y 12 adultos esperan embarcar en los aviones del CICR que pronto los llevarán de regreso a su lugar natal, en Sudán del Sur.
En el aeródromo, Ador piensa en sus hijos, a quienes debió dejar hace algunos años. "Reconstruiremos nuestra casa y podremos volver a vivir juntos." Ese día, a mediados de enero, todas las personas presentes en la pista de tierra en el aeródromo ven un futuro lleno de esperanza e incertidumbre. Algunos sienten temor ante lo desconocido: "¿Me aceptará mi familia después de tanto tiempo?"
Ador confía en regresar a su antiguo empleo como cocinera en un pequeño restaurante. Si bien no habla con sus familiares desde hace años, se siente segura y desea regresar a su pueblo. "Nací y crecí allí", cuenta Ador. "Quizás me encuentre con que algunos de mis familiares murieron – así es la vida. Pero nada se compara con la alegría de volver a casa."
Mientras vivían en un lugar lejano y desconocido, Ador y su marido tuvieron dos hijos más. Ador espera encontrar a sus otros cinco hijos y recuperar su antiguo trabajo de cocinera. CC BY-NC-ND / Alyona Synenko / CICR
"Cuando se llevaron a nuestros hijos, se llevaron nuestros corazones."
El 28 de agosto de 2016, Emmanuel (4), Monika (6) y Victor (12) fueron secuestrados en su aldea, en Sudán del Sur. "Se los llevaron cerca de las siete de la tarde. A esa hora solemos sentarnos alrededor del fuego. En un momento, escuchamos a un vecino gritar '¡Mis hijos, mis hijos!', y de repente alguien entró y comenzó a golpear a mi marido. Emmanuel lloraba y decía 'baba, baba'. Fue entonces cuando el hombre que había entrado lo vio, lo tomó y escapó corriendo", explica Rosa, la madre de Emmanuel.
Un año después, el CICR logró reunir a los niños con sus padres. El CICR ayuda a las familias separadas por conflictos y otras situaciones de violencia a restablecer el contacto con sus seres queridos. Registra los datos de los familiares y busca a los integrantes desaparecidos, dentro o fuera del país.
Juba, delegación del CICR. Programa Restablecimiento del Contacto entre Familiares. Federiko se reúne con su hijo, Víctor, después de más de un año de diferencia. CC BY-NC-ND / CICR / Mari Aftret Mortvedt
Historias de niños de Sudán del Sur
Kersto
Kersto, de tres años de edad, llegó a Deim Zubeir junto con su madre y cuatro hermanos, todos provenientes de Raja. El CICR registró los datos de su familia: el niño comerá papilla el día siguiente. CC BY-NC-ND / CICR / Mari Aftret Mortvedt
Julia
Después de que se le cayó un diente, Julia lo puso encima de su tukul (*cabaña donde duermen ella y su familia), porque la tradición indica que luego volverá a crecer. Julia tiene vergüenza de abrir la boca: otros niños a veces se ríen de ella porque le faltan dientes. “Estoy segura de que van a crecer de nuevo”, dice la niña. CC BY-NC-ND / CICR / Mari Aftret Mortvedt
Oliver y Manuel
"Nuestra vida va a cambiar, ahora que se distribuyen estos artículos. Pasará de ser una mala vida a una buena vida. Finalmente, podremos dejar de comer hojas, que provocaron diarrea y enfermaron a los niños", dice la madre de Oliver Layo (12 años de edad) y de su hermano Manuel (3 años de edad). CC BY-NC-ND / CICR / Mari Aftret Mortvedt