La atención médica en la línea del fuego
21-05-2013 Artículo
En este artículo de opinión conjunto, publicado originalmente por Al Jazeera, el presidente de Médicos sin Fronteras Internacional, Dr. Unni Karunakara, y el presidente del CICR, Peter Maurer, explican las amenazas contra la asistencia de la salud, sus consecuencias y las medidas que han tomado las organizaciones para introducir cambios reales en el terreno.
Hombres armados en hospitales asediando a pacientes; instalaciones de salud utilizadas para identificar y capturar a enemigos; clínicas abandonadas y hospitales destruidos. Servicios de emergencia sobrepasados; personal médico aterrorizado por las represalias que podría sufrir por haber atendido a un paciente; ambulancias impedidas de llegar hasta los heridos o retenidas durante horas en los puestos de control; animosidades y divisiones arraigadas que impiden que determinados grupos de personas reciban la asistencia médica que necesitan.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y Médicos sin Fronteras (MSF) condenan con firmeza todo acto que deliberadamente intente obstaculizar la acción médica e impedir que heridos y enfermos reciban asistencia de salud. Un paciente nunca puede ser un enemigo. Los heridos y los enfermos no son combatientes. La ética médica obliga a todos los trabajadores de la salud a atender a todos los pacientes y a mantener la acción médica ajena a toda interferencia. El personal médico debe actuar con imparcialidad y dar prioridad a la prestación de salud basándose solamente en criterios médicos. Para ello, los lugares en los que trabajan, ambulancias, clínicas móviles, puestos de salud y hospitales, deben ser espacios neutrales y seguros.
Sin embargo, de Siria a la República Democrática del Congo, de Bahrein a Malí o Sudán, esa imparcialidad, al parecer, no se respeta. Y los que pagan el precio más alto son los civiles, ya que miles de personas se ven privadas de atención médica.
La acción médica beneficia a todos, combatientes y no combatientes, y toda persona que la necesite debe poder acceder a ella, sin condiciones.
Desde diciembre pasado, se ha dado muerte a 29 personas mientras participaban en campañas de vacunación contra la poliomielitis en Nigeria y Pakistán, dos de los tres países en los que esa enfermedad sigue siendo endémica. Como en muchos otros casos de violencia contra las instalaciones y el personal de salud, la tragedia de la muerte de las víctimas y el dolor de sus familiares no son sino las consecuencias más directas de esos ataques. Miles de niños que podrían haber recibido las vacunas ahora corren el riesgo de padecer poliomielitis y parálisis. Las organizaciones de la salud se han visto obligadas a revisar sus actividades y a añadir la cuestión de la seguridad a los retos que afronta la prestación de asistencia de salud.
La magnitud del problema es preocupante. Y no se informa de la mayoría de los incidentes en los que se cercena, en mayor o menor medida, el derecho de los heridos y los enfermos a recibir asistencia de salud. Sin que los trabajadores de salud, los gobiernos y las organizaciones internacionales sepan de su existencia, un gran número de personas, aunque la cifra no pueda conocerse con precisión, continúa sufriendo enfermedades o heridas sin poder recurrir a la atención médica.
MSF y el CICR se están esforzando por exponer la magnitud y las consecuencias de las amenazas contra la asistencia de salud. El objetivo es aportar cambios concretos en el terreno, para que las personas puedan acceder a la atención médica que necesitan sin sentir temor, independientemente de quiénes sean o de dónde se encuentren.
El desempeño y la conducta de los propios trabajadores de la salud (el personal que se ocupa de la administración, la gestión, el transporte, así como del diagnóstico, la prevención y el tratamiento) son críticos. Para intervenir en contextos sensibles y volátiles, es esencial que los trabajadores de la salud sean aceptados por todas las comunidades y los grupos políticos y militares. Para ello, deberán exhibir un respeto inequívoco de la ética médica y la imparcialidad.
Y se han registrado casos, por ejemplo en algunos lugares de Afganistán donde trabajan nuestras organizaciones, en los que las instalaciones médicas se han mantenido a resguardo y se ha ofrecido seguridad a la asistencia de salud, pese al contexto de violencia brutal. Si nuestra voluntad es que estos casos no sean excepciones a la regla, si lo que deseamos es promover entre todos los actores la responsabilidad de proteger la asistencia de salud, debemos hacer un esfuerzo general y concertado.
Mediante diferentes símbolos, como la cruz roja, la media luna roja o la insignia de MSF, los servicios médicos quedan claramente señalizados. Y se los debe respetar porque son una forma de protección de la práctica médica. Si se los ignora o se los emplea indebidamente, será imposible proteger a los pacientes y a los trabajadores de la salud.
El verdadero reto consiste en hallar modos de prevenir esos actos, en primer lugar. La principal responsabilidad de evitar los ataques, la obstaculización o los abusos contra la prestación de asistencia médica recae en los Estados y en todas las partes en conflicto. Los trabajadores de la salud deben recibir apoyo para poder cumplir sus obligaciones médicas, y los Estados tienen la obligación de tomar todas las medidas posibles para brindar protección a la acción médica a través de la legislación nacional, y de aplicar esas medidas.
La protección de los heridos y los enfermos es un aspecto central de los Convenios de Ginebra, pero la violencia contra la asistencia y el personal de salud, en todas sus formas, representa una de las cuestiones humanitarias más graves del mundo actual, a la que sin embargo no se ha prestado la debida atención. La acción médica beneficia a todos, combatientes y no combatientes, y toda persona que la necesite debe poder acceder a ella, sin condiciones.