Nepal: ayudar a las familias a afrontar la ambigua pérdida causada por la desaparición de un ser querido

24-07-2012 Reportaje

El conflicto en Nepal dejó un saldo de cientos de personas desaparecidas. Desde que finalizó el conflicto, sus familiares viven en la incertidumbre, aferrados a la esperanza de que puedan aún hallarse con vida y ansiosos por recibir información concreta sobre su paradero.

Las vidas de muchas familias nepalesas cambiaron de la mañana a la noche con la desaparición de un hijo, un esposo o un padre durante el conflicto que asoló el país entre 1996 y 2006. La mayoría de los familiares no han tenido noticias de sus parientes desaparecidos. Esta situación les crea un dilema: sienten que sus seres queridos han muerto, pero se aferran a la esperanza de encontrarlos con vida. Como dijo un hombre: "No hemos visto sus cuerpos, pero no han vuelto a casa. Algunos dicen que siguen con vida, pero nada se sabe con certeza".

Sita*, de 38 años, sigue sin saber lo que pasó con su esposo cuando desapareció en 2002, a la edad de 30 años, dejándola con dos hijos pequeños. Era miembro activo de un partido político. Tras salir de su casa una mañana para cumplir sus actividades políticas, como solía hacer, desapareció y nunca más fue visto. Sita y sus hijos esperan su regreso desde entonces. Sita se transformó en la cabeza de familia e hizo todos los esfuerzos posibles por criar a sus hijos. Carece de una fuente efectiva de ingresos y su terreno es demasiado pequeño para cultivarlo pero, aun así, debe encontrar la forma de enviar a sus hijos a la escuela.

La mayoría de las mujeres cuyos esposos desaparecieron durante el conflicto son estigmatizadas por sus propias comunidades. "Me despreciaban, me discriminaban y algunos miembros de mi comunidad hasta me rechazaban", recuerda Sita. "Me obligaron a aislarme". Presa de la desesperación, sufría de insomnio y tenía pesadillas. "Pasaba los días llorando. Estaba muy ansiosa y trataba de imaginar lo que podía haberle ocurrido a mi marido. No sabía qué iba a pasar con mis hijos. Todo fue muy doloroso".

El caso de Sita no es único. Las esposas de los hombres desaparecidos tienen que superar las limitaciones culturales de una sociedad firmemente enraizada en la tradición, la religión y la cultura. Sin su esposo, pierden su papel en la familia y son vistas como una boca más que alimentar. En la comunidad, las mujeres las perciben como amenazas y los hombres piensan que están sexualmente disponibles. No pueden reclamar los bienes de su esposo. Puesto que nadie sabe si el esposo vive o ha muerto, una mujer en estas circunstancias no puede cumplir con las tradiciones. Éstas indican, entre otras cosas, cómo debe vestirse y comportarse una viuda, si debe llevar a cabo o no los rituales que se esperan de las viudas, y si puede o no participar de ceremonias tales como los casamientos, en las que no se permite la presencia de viudas porque se considera que traen mala suerte a los acontecimientos felices.

"Fuimos rechazados y estigmatizados. No nos atrevíamos a presentarnos ante otros miembros de la comunidad", recuerda Sita. "Pasábamos la mayor parte del tiempo solos, acongojados y ansiosos". En general, las comunidades de estas mujeres no comprenden su comportamiento y no pueden ayudarlas. Las dejan aisladas, sin nadie a quien dirigirse para pedir ayuda. "Estuve a punto de abandonarlo todo, a mis hijos, mi familia política, todo", sigue diciendo Sita. “Pero, me ayudaron algunos familiares, como mi madrastra. Gracias a ellos, finalmente decidí quedarme y ocuparme de mis hijos, mientras espero recibir noticias sobre el paradero de mi esposo". Hoy, sus dos hijos son adolescentes y van a la escuela; son el orgullo y el consuelo de Sita.

A fin de ayudar a los familiares de personas desaparecidas a afrontar sus sufrimientos y la ambigüedad de su pérdida, en 2010 el CICR inició un programa de apoyo psicosocial denominado Hateymalo (“unir las manos”). El programa se puso en marcha en 16 distritos, con la ayuda de interlocutores locales. Los familiares reciben apoyo psicológico, sociocultural, económico, jurídico y administrativo.

En junio de 2011, Sita decidió incorporarse al programa Hateymalo tras participar en una sesión organizada por asistentes sociales formados por el CICR. Al principio era escéptica, pero hoy está orgullosa de participar en esta iniciativa. "Hateymalo nos ha enseñado a hablar acerca de nuestra situación, a compartir nuestras penas, a dialogar y buscar soluciones", dijo. "El apoyo jurídico, administrativo y económico del CICR nos ha ayudado a empezar una nueva vida. Nuestras reuniones periódicas son tan útiles para nuestro proceso de duelo, que contamos los días que faltan hasta la próxima".  Según Yubaraj Adhikari, que dirige el programa de apoyo psicosocial en Katmandú, hasta ahora se han beneficiado del programa más de 700 familias de personas desaparecidas. El CICR tiene previsto extender el programa a otros 25 distritos para 2013, con miras a incorporar a otras 550 familias.

La mayoría de las familias que participan en el programa Hateymalo siguen esperando saber lo que pasó con sus familiares desaparecidos, pero ahora afrontan la situación en mejores condiciones y son un poco más optimistas con respecto al futuro. "Gracias a este programa, mi situación ha mejorado mucho. Por eso, las personas que antes me discriminaban y rechazaban, ahora me respetan. Mis hijos van a la escuela y me ayudan a cultivar mi tierra. Estoy muy orgullosa de ellos y confío en el futuro", concluye Sita con una sonrisa.

Hace poco, los miembros de Hateymalo en el distrito de Banke inauguraron los monumentos que construyeron para sus familiares desaparecidos con el apoyo de diversos asociados, entre ellos el CICR y sus comunidades.

* Nombre ficticio.

Fotos

Distrito de Banke, Nepal. Sita conversa con los visitantes del CICR. 

Distrito de Banke, Nepal. Sita conversa con los visitantes del CICR.
© CICR

Distrito de Banke, Nepal. Yubaraj Adhikari (responsable del proyecto de apoyo psicosocial del CICR) hace de intérprete entre Sita y sus colegas del CICR. 

Distrito de Banke, Nepal. Yubaraj Adhikari (responsable del proyecto de apoyo psicosocial del CICR) hace de intérprete entre Sita y sus colegas del CICR.
© CICR

Distrito de Banke, Nepal. Sita y sus dos hijos sonríen al finalizar nuestra reunión. 

Distrito de Banke, Nepal. Sita y sus dos hijos sonríen al finalizar nuestra reunión.
© CICR