El Comité Internacional de la Cruz Roja a partir de 1970: incremento de las necesidades, las actividades y los riesgos
13-05-2010 Introducción
Los nuevos retos y las necesidades en continuo aumento hicieron que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) se convirtiera en una “gran” organización humanitaria, con presencia permanente en todos los continentes. El CICR debió aprender a convivir con graves amenazas a la seguridad y con el peligro que entraña la politización cada vez mayor de las actividades humanitarias.
La década de 1970
Para el CICR, la década de 1970 se caracterizó por el aumento de personal, que pasó de unas 340 personas en 1971 a casi 850 en 1979, el incremento de los medios disponibles y la ampliación del ámbito geográfico de sus actividades. La Institución pasó a tener una presencia de largo plazo en todos los continentes, y su labor fue siguiendo el ritmo de las guerras de descolonización, en particular las libradas en territorios africanos bajo dominio portugués, y los conflictos relacionados con la confrontación indirecta entre los dos grandes bloques (por ejemplo, en Vietnam).
En esos años, el CICR también trabajó en el contexto de conflictos regionales de larga data, como los de Líbano, Afganistán y Angola, que incidieron en la percepción de la guerra y en los métodos de trabajo a largo plazo de la Institución. A partir de finales de los años 1960, cuando en distintas partes del mundo se impusieron regímenes militares en el poder, el CICR amplió sus actividades de protección de los presos políticos.
Otro hecho digno de mención en ese período fue el aumento del peligro para los delegados del CICR y los miembros de otras organizaciones humanitarias en los sitios donde tenían lugar los conflictos. El mayor número de ese tipo de organizaciones, algunas de las cuales no se mantuvieron imparciales, y la presencia insoslayable de los medios de comunicación modificaron la conducta de las partes en conflicto, que en muchas ocasiones no dudaron en atacar a los miembros de las misiones humanitarias.
En lo que al derecho se refiere, en ese período, más específicamente en junio de 1977, se aprobaron dos de los Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra con el fin de reforzar la protección de las víctimas de conflictos armados internacionales o internos. Los dos textos son producto de la experiencia adquirida por el CICR en diversas luchas contra la dominación colonial.
La década de 1980
En la siguiente década, hubo una verdadera proliferación de actividades del CICR, hecho que se refleja en el incremento del personal, de 1.580 a más de 5.200 empleados en diez años aproximadamente. La cantidad de delegaciones de la organización presentes en el mundo se duplicó: a principios de la década de 1990 ya había alrededor de 50.
El CICR fue testigo de las consecuencias de todo tipo de violencia armada: guerras internacionales (Irán-Irak), conflictos internos (Mozambique, El Salvador y Chad, entre otros), disturbios internos (Filipinas, Nicaragua o Sudáfrica, por ejemplo) y conflictos relacionados con procesos de descolonización (Timor Oriental y Namibia). Creció la asistencia a los refugiados, siendo los casos más trágicos los de los palestinos y los vietnamitas que huían de su país en precarios botes. Entretanto, los medios de comunicación consolidaban su presencia en las zonas de conflicto, lo cual probablemente ayudó a que la humanidad tomara conciencia de la dimensión de las catástrofes —tanto las naturales como las provocadas por el hombre—que ocurrían a nivel mundial.
La década de 1990
La caída del muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría marcaron el inicio de un gran número de nuevos conflictos internos, en particular en los ex territorios soviéticos (Tayikistán, Cáucaso y Moldavia, entre otros), pero también en varios Estados africanos (Somalia, Liberia o Sierra Leona). En cuanto a Europa, después de 45 años de paz, el continente volvía a ser escenario de hostilidades (Balcanes).
Esas guerras, algunas de las cuales tenían todas las características de una limpieza étnica (Bosnia) o, directamente, un genocidio (Ruanda), fueron incorporando un mayor número de actores a medida que avanzaban las hostilidades. La gran cantidad de personas que portaban armas hizo que la labor de las organizaciones humanitarias, y en particular la del CICR, fuese cada vez más peligrosa.
Al mismo tiempo, el CICR debió ocuparse de cuestiones humanitarias relacionadas con el estallido de nuevas guerras internacionales (Guerra del Golfo), mientras continuaba con la tarea destinada a paliar las consecuencias de los conflictos previos. Dada la gran cantidad de escenarios de conflicto, el problema de las personas desplazadas y los refugiados alcanzó proporciones gigantescas.
En la década de 1990, el CICR tuvo que enfrentar el gran reto que significó la instrumentalización de las iniciativas humanitarias por parte de dirigentes políticos o jefes militares. Como la distinción entre los distintos tipos de organismos se tornó menos clara, los beligerantes no podían advertir con facilidad la diferencia entre ellos, de modo que surgieron nuevos problemas de seguridad.
Respecto de la legislación, el CICR participó en proyectos destinados a evitar el empleo de armas que causan sufrimientos innecesarios, en especial a la población civil, como es el caso de las armas que causan ceguera, las minas antipersonal y las bombas en racimo.
Por último, el CICR llevó a cabo actividades en situaciones de posconflicto, cuyo objetivo era proporcionar seguridad económica o asistencia sanitaria a personas que venían de vivir muchos años de guerras.
La década de 2000
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos marcaron el inicio de un nuevo tipo de conflicto que, según se afirma, forma parte de las estrategias para combatir el terrorismo. Dentro del nuevo paradigma bélico, ha habido un gran despliegue de operaciones internacionales contra Estados acusados de proteger o apoyar al terrorismo (Afganistán e Irak) y un endurecimiento de la política en países en los cuales la violencia ya era endémica (Argelia, Filipinas, Yemen y Uzbekistán, entre otros)
Todos estas situaciones han tenido consecuencias para el CICR, que se encontró con que los gobiernos cuestionaban los principios jurídicos en los que se basa su labor humanitaria. Además de producir choques sumamente violentos en ciertos lugares (Irak), el cuestionamiento dificultó las tareas de asistencia a las víctimas. En los primeros años del nuevo milenio, el CICR presta especial atención a un grupo de víctimas en particular, las mujeres y las niñas, que son el principal objeto de la violencia sexual durante los conflictos armados.
Otra característica de esta década es la gran movilización internacional y la proliferación de actividades de asistencia frente a grandes desastres naturales (el huracán Katrina, los tsunamis y los terremotos, por ejemplo) o a conflictos que reciben amplia cobertura mediática (Darfur). Como consecuencia de estas nuevas circunstancias, el CICR ha debido reubicarse en la escena de la acción humanitaria y resaltar sus diferencias con otras organizaciones que operan en el mismo campo.