Afganistán: diario del terreno
Acabo de terminar una visita de cuatro días en Afganistán; conocí personas que pueden ayudarnos a ayudar a las personas de este país hermoso, pero devastado por la guerra. Todos los días, compartí algunas de mis vivencias, tanto aquí como en Twitter: @PMaurerICRC
Mi conclusión después de una semana en #Afganistán: este no es un conflicto olvidado, es un conflicto ignorado.
— Peter Maurer (@PMaurerICRC) 18 de marzo de 2016
My conclusion after a week in #Afghanistan: this is not a forgotten conflict, it's an ignored conflict.
— Peter Maurer (@PMaurerICRC) 18 March 2016
Día 1 – Confusión, contraste y resiliencia
Afganistán es un país hermoso, lleno de contrastes y contradicciones que, no obstante, presenta una llamativa coherencia dentro de esa confusión. Cuando en 2012 fui elegido presidente del CICR, el primer país que visité fue Afganistán. Mi llegada a un país desgarrado por la guerra, donde se ven Kalashnikovs en cada esquina, donde los secuestros son un plan de negocios, fue una buena inmersión en el ambiente de trabajo del CICR.
Llegar a un lugar donde las personas sufren las consecuencias de la guerra desde hace décadas, donde los niños, los adolescentes y los adultos jóvenes nunca han experimentado la paz, es una buena forma de conocer los sufrimientos que provoca la guerra.
Podría decir que la resiliencia de esta población en medio del sufrimiento es la capacidad humana más impresionante que he visto jamás. Hoy nuevamente tuve esta impresión, al conocer a Saber. Saber tenía sólo tres años cuando perdió ambas piernas a causa de una mina. Su padre murió cuando él era pequeño; luego de ello, estuvo en Pakistán en calidad de refugiado. Contra viento y marea, el niño en la silla de ruedas aprendió a leer y escribir, y terminó por formar parte de los equipos nacionales de básquet y de levantamiento de pesas de Afganistán.
Pero Saber tenía más planes, más sueños. Mientras participaba en una competencia deportiva en Europa, defeccionó a Suecia, con la intención de quedarse allá y construir un hogar. Pero la realidad resultó mucho más dura de lo que había imaginado y, después de una pesadilla burocrática que duró un mes, Saber regresó a Afganistán. Ahora, su familia tiene una deuda de miles de euros, pero Saber no ha abandonado la esperanza de alcanzar una vida mejor.
Admiro la resiliencia de Saber. Admiro la resiliencia y la esperanza de todas las personas que sufren en una guerra.
Día 2 – Miedo y desesperación, mientras la paz no pasa de ser una idea abstracta
Para muchas personas en Afganistán, la paz es sólo una idea abstracta, no una experiencia.
Hoy, viajé a Jalalabad, en el extremo oriental de Afganistán. Allí, me reuní con un grupo de personas desplazadas que compartieron conmigo los sentimientos de miedo, inseguridad y desesperación que sienten desde hace tanto tiempo.
Estos hombres, que no quisieron revelar sus nombres, no tienen un hogar estable con sus familias desde hace décadas. Algunos se vieron obligados a desplazarse varias veces y perdieron todo lo que tenían. Tras la invasión soviética en 1979, huyeron de su hogar, pero regresaron, unidos con sus vecinos en el odio hacia los enemigos extranjeros. Escaparon una vez más de la violencia, de los enfrentamientos, del constante miedo a los secuestros. Algunos de ellos se refugiaron en Pakistán, otros permanecieron en su región de origen, pero no en sus propias aldeas. Más de treinta años después, siguen sin tener un hogar y siguen viviendo con miedo; dependen de lo que las familias de acogida y el CICR logran brindarles.
El CICR hace lo que puede por ellos, ofreciéndoles asistencia alimentaria, programas de trabajo y otros recursos. Pero no podemos calmar sus temores ni la desesperación de ver a sus compatriotas luchando entre sí. Tampoco podemos devolverles el hogar que dejaron atrás hace tanto tiempo. Sólo la paz podrá hacerlo.
Día 3 – Pierna nueva, vida nueva
Imagine que usted pierde una pierna. No puede caminar. Probablemente pierda su trabajo y, por lo tanto, el dinero que le permite alimentar a su familia. No puede salir, así que queda aislado.
En todas partes en el mundo, ocurren accidentes y amputaciones. Pero en los países en guerra, especialmente en aquellos donde se emplean minas antipersonal, aumenta la probabilidad de que civiles inocentes – a menudo niños que están jugando – pierdan un brazo, una pierna, ambas piernas. En Afganistán, el número de personas con discapacidad se ha duplicado en las últimas décadas.
Hoy visité el centro de rehabilitación física del CICR en Mazar-i-Sharif. El centro atiende alrededor de 15.000 pacientes por año, coloca prótesis y enseña a las personas amputadas cómo volver a caminar. Pero el trabajo no termina allí. A menudo, una pierna nueva significa una nueva vida. Ofrecemos educación, formación profesional, programas de trabajo y microcréditos para que los pacientes puedan emprender pequeños negocios.
De esta manera, una prótesis es el primer paso a una nueva vida, con un trabajo, un ingreso, un lugar en la sociedad. Sabemos que funciona. El 85% de nuestro equipo de trabajo son ex pacientes, que ahora ayudan a los nuevos pacientes a iniciar una nueva vida.
Día 4 – Rostros de historia y humanidad
Hay muchas maneras de aprender sobre la historia. Lo aprendí cuando estudié historia en la universidad, y lo recordé hoy, en una región rural del norte de Afganistán.
Una manera de aprender acerca de la historia es observar los rostros de las personas. Los rostros de los adultos mayores que conocí hoy en la aldea enseñan historia. En sus ojos, se ve el dolor del sufrimiento; en sus cicatrices, se ve la inclemencia de la naturaleza; en sus arrugas, se ve la experiencia de la edad.
Me contaron cómo en su aldea – tan sólo unas pocas chozas de barro esparcidas a través de montañas color verde oscuro – cada familia decide en conjunto quién, entre los hombres, se irá a buscar trabajo al extranjero. Prácticamente no hay trabajo en la región, así que irse es la única opción. Me dijeron que van, en su mayoría, a los países vecinos a trabajar como jornaleros y ahorrar algo de dinero para alimentar a sus familias.
Cuando pregunté si alguno de ellos había ido a Europa a buscar trabajo, se rieron. "Europa es para los ricos", me respondieron. Disfruté verlos reír. Aunque había un atisbo de desesperanza, sus sonrisas mostraban otro rostro de la historia: la humanidad.
Reflexiones finales
Dejé Afganistán esta tarde. En los últimos días, tuve reuniones en la capital, en ciudades de provincia y en pequeñas aldeas. Dialogué con el presidente, con autoridades locales y con representantes de la oposición armada; pero los encuentros más memorables fueron los que tuve con ciudadanos afganos comunes.
Todas las personas con las que hablé esta semana me relataron cómo ellas y sus familiares han sufrido a causa de la guerra, sea porque perdieron un ser querido, vieron su hogar destruido, tuvieron que huir de su aldea debido a los enfrentamientos, carecen de acceso a la asistencia médica cuando lo necesitan, o no pueden encontrar trabajo en una economía en crisis.
El CICR trabaja para ayudar a las personas en todo Afganistán, devolviendo a los familiares los restos de sus seres queridos, proporcionando vivienda, alimentos y agua a las comunidades y las personas desplazadas, y prestando apoyo a hospitales, servicios de evacuación médica y centros de rehabilitación física.
Seguiremos trabajando e intensificando nuestras operaciones siempre que sea posible, porque las necesidades de la población son cada vez mayores. Es incomprensible para la lógica humana que, mientras el número de víctimas en Afganistán es cada vez mayor, la atención del resto del mundo declina.
El CICR no se desentenderá de los sufrimientos del pueblo afgano.