“Quiero sanar y regresar a casa”: el hospital de campaña de la Cruz Roja ubicado en Gaza afronta una inusitada ola de incidentes con víctimas en masa

Fotografía: Sarah Davies
El mes pasado, un abrupto aumento de incidentes con víctimas a gran escala producidos en torno a los sitios de distribución de ayuda sobresaturó el ya devastado sistema de salud de Gaza, cuya exigua capacidad fue forzada más allá de su límite.
El hospital de campaña de la Cruz Roja instalado en Rafah, que cuenta con 60 camas y que en este momento es el último hospital que funciona a pleno en la zona, superó su capacidad máxima casi a diario. Allí, el personal se apresura para atender una constante oleada de heridos, la gran mayoría producto de disparos.
Desde que se habilitaron nuevos puntos de distribución de ayuda, aproximadamente el 27 de mayo, el hospital de campaña atendió a más de 2.200 pacientes con heridas por arma de fuego, la mayoría producidas en más de 21 incidentes con gran número de víctimas. En este período, el personal del hospital registró más de 200 muertes.
La magnitud y la frecuencia de este tipo de incidentes no tienen precedentes. La cantidad de pacientes tratados en poco más de un mes superó el total atendido en todos los incidentes con víctimas a gran escala producidos a lo largo del año anterior.
Entre las personas heridas, se encuentran niñas y niños pequeños, adolescentes, ancianos, madres y, en su gran mayoría, hombres jóvenes y niños. Gran parte de ellas afirma que solo intentaba conseguir alimentos o ayuda para sus familiares.
A fin de satisfacer la asfixiante demanda, los fisioterapeutas prestan apoyo al personal de enfermería, mediante la higienización y el vendaje de heridas, así como la medición de los signos vitales. Ahora, el personal de limpieza se ocupa de las camillas y las transporta adonde se necesiten. Las parteras incursionaron en el ámbito de los cuidados paliativos: ofrecen analgesia y acompañan a quienes no sobrevivirán.
A continuación, presentamos testimonios de pacientes y personal médico, desde el interior del hospital de campaña.

Fotografía: Sarah Davies/CICR
“Quiero sanar y regresar a casa”: Hasan, paciente de 17 años
Hasan, junto con su hermano de 14 años, intentaba llegar a un punto de distribución de ayuda cuando recibió un disparo en la pierna el mes pasado. Lo trasladaron de urgencia para operarlo en el hospital de campaña de la Cruz Roja, y ahora pasa sus días acostado en un catre, en una tienda de campaña sofocante, esperando a que llegue el momento de recibir tratamiento.
Su padre lo visita casi a diario.
Hasan, el mayor de cinco hermanos, cuenta: “Buscamos ayuda para que coma la familia. Antes de la guerra, estábamos bien. Salíamos; mi papá nos traía lo que necesitábamos. Íbamos a la escuela. Era una buena vida. Ahora es terrible. No hay harina ni alimentos. Tomo lo que me den y después me voy. Me hirieron mientras intentaba conseguir alimentos”.
A Hasan le encanta el fútbol, pero pasarán meses antes de que pueda jugar de nuevo. Por el momento, lo único que quiere es regresar a su casa y sentirse seguro. Afirma que no saldrá más si así pone en riesgo su vida.
“Quiero sanar y regresar a casa”, asegura Hasan.
“Cuando me den el alta en el hospital, me quedaré en casa porque no quiero que me hieran otra vez”.

Fotografía: Sarah Davies
“Tratamos entre 30 y 40 casos por día”: Haitam, enfermero quirúrgico
Para Haitam, enfermero quirúrgico de la Cruz Roja Noruega, esta es su cuarta rotación en Gaza. Desde el 27 de mayo, la carga de trabajo es mayor que nunca, ya que la cantidad de pacientes no tiene precedentes.
“En rotaciones anteriores, en el quirófano tratábamos entre 8 y 10 casos. Ahora, tratamos entre 30 y 40 casos por día; una enorme diferencia de carga laboral. Cuando se producen este tipo de incidentes, la gente grita, corre, intenta llegar adelante en la fila porque, por supuesto, todos quieren que los atiendan primero. Las heridas son de diversa índole: la mayoría son complejas, por explosión, pero principalmente por arma de fuego.”

Fotografía: Sarah Davies
“Estas historias se quedan con nosotros”: Dra. Sally, responsable de salud mental y apoyo psicosocial del hospital de campaña
A veces, son centenares de personas las que acuden al hospital de campaña de la Cruz Roja al mismo tiempo. El caos es angustiante para los familiares de los heridos, y sobre todo, para los niños. Muchas veces, la Dra. Sally, oficial de terreno de Salud Mental y Apoyo Psicosocial (SMAPS) del hospital, ver llegar a niñas y niños pequeños llorando, abrumados por el miedo, ante el sufrimiento de sus seres queridos. En esos momentos, el equipo de SMAPS pasa a brindar asistencia inmediata, con medidas pequeñas pero esenciales para restablecer una frágil sensación de seguridad en medio de la conmoción.
“En estos incidentes con gran número de víctimas, intentamos brindarles apoyo psicosocial básico, para que puedan sentarse, calmarse, lavarse la cara o beber agua. Es lo que podemos hacer por ellos y los acompañamos hasta que se tranquilizan”, explica la Dra. Sally.
El hospital de campaña también suele recibir a niños que presentan heridas.
“Un niño de seis años perdió a su madre, su padre y su hermana. Solo le quedaba una hermana, y él tenía una herida en la pierna. Estuvo tres semanas en la fase de negación y no aceptaba que sus padres habían muerto. Intenté trabajar con él, ofreciéndole sesiones psicológicas para ayudarlo a que paulatinamente fuera aceptando el fallecimiento de sus familiares, incluso a que expresara sus sentimientos en vez de reprimirlos”, relató la Dra. Sally.
“Con el tiempo, comenzó a participar en actividades recreativas, como colorear y jugar, y se integró al equipo. Son historias que nos afectan cuando las vivimos y dejan huellas en nosotros.”

Fotografía: Sarah Davies
“De la cama al piso”: Yasmeen, jefa del equipo de maternidad
Cuando los incidentes con gran número de víctimas sobresaturan el hospital y la ocupación de camas alcanza niveles extremos, que oscilaron entre el 160 % y el 190 % en las últimas semanas, se retrasan las tareas rutinarias, como las rondas médicas, lo que agrega más trabajo y estrés al personal. El personal debe concentrarse plenamente en brindar la mejor atención posible a los pacientes que llegan al hospital. Sin embargo, incluso cuando no se trata de este tipo de incidentes, las necesidades nunca se terminan. Las personas se enferman, los pacientes requieren atención posoperatoria y siguen naciendo bebés.
Uno de esos bebés nació hace apenas unos días, cuando en el hospital sonó una sirena que advertía la presencia de balas perdidas en las inmediaciones e instaba a toda persona a refugiarse en zonas seguras. Aun así, no todos están en condiciones de desplazarse. Los pacientes que están en cirugía no pueden ser trasladados. Las mujeres que están en trabajo de parto, o las parteras que las asisten, también deben permanecer en su lugar.
“Cuando suena la sirena, a veces la partera no puede retirarse. La madre está dando a luz frente a nosotras, así que nos quedamos con ella; quizá podamos moverla de la cama al piso para que esté lo más resguardada posible, pero hay muchas dificultades”, explica Yasmeen, jefa del equipo de maternidad.
“Tengo miedo de volver”: Ghada, paciente de 39 años del servicio de maternidad
Ghada, de 39 años, estaba dando a luz a su sexto hijo cuando sonó la sirena que anunciaba balas perdidas en las inmediaciones. En medio del caos que se generó a su alrededor, la partera Falasteen permaneció al lado de la paciente, guiándola con calma por el proceso de alumbramiento. Por suerte, tanto Ghada como su beba recién nacida, Asia, resultaron ilesas. No obstante, es cada vez más frecuente que se produzcan este tipo de incidentes en el hospital de campaña, lo que revela los crecientes riesgos de seguridad que afrontan tanto los pacientes como el personal médico.
“Tengo otros cinco hijos, el mayor de 11 años, y nos desplazaron a Al-Mawasi. Estaba preocupada porque mi último parto fue en mejores circunstancias, a principios de 2024, cuando había más hospitales. Esta vez quedé embarazada porque ya no tenía acceso a los tratamientos de control de la natalidad”, explicó Ghada al personal del hospital de campaña.
“Me inquietaba venir a un hospital de campaña, pero el personal fue de lo más maravilloso”.
Para Ghada, el miedo no desaparece cuando deja de sonar la sirena. El terror la persigue hasta su hogar.
“Las condiciones de vida son muy difíciles y me da miedo volver a la tienda, con el calor y las moscas. Me preocupa Asia”, concluyó.

Ghaydaa Abu Samaan
