“Llegamos de Sudán sin nada más que nuestra vida”

Fotografía: Alyona Synenko
Bajo el abrasador sol africano, con temperaturas que superan los 40 °C, Ardjoune Oumda Yahya y sus ocho hijos se sientan, exhaustos, en el suelo polvoriento, debajo de una tienda de campaña improvisada, y esperan.
Llegaron a Tiné, una ciudad fronteriza en el este de Chad, con otros miles de refugiados sudaneses, muchos de ellos sin más ropa que la que llevaban puesta, que huyen de nuevas oleadas de violencia en la región de Darfur, en Sudán. La mayoría son mujeres y niños. Todos necesitan ayuda urgente.

Fotografía: Alyona Synenko
Ardjoune, ya desplazada en su país de origen, llegó desde el campamento de Zamzam, 15 kilómetros al sur de Al Fashir, en Darfur septentrional. Ella describe las enormes dificultades que la trajeron aquí, y el viaje que ninguna madre y sus hijos jamás deberían tener que hacer. “En el camino pasamos sed, sufrimos”, cuenta Ardjoune. El viaje desde Darfur duró casi dos semanas; fueron varios días de caminata, hambre, miedo e incertidumbre. “Esta mañana, encontramos un poco de azúcar y tomamos té. Desde entonces, hemos estado al sol. Aún no hemos comido nada”. Armamos esta estructura con mis hijos. Hace calor, pero no tenemos adonde ir”.
Huir de la crisis
En Zamzam y Tawila, los campamentos del que ella y muchas otras personas han huido, las condiciones eran de hacinamiento y escasez. Ahora, la escalada de enfrentamientos y violencia ha expulsado a comunidades enteras, lo que aumenta el nivel de desesperación en una situación de por sí dramática.
En Tiné, con recursos limitados y pocas opciones, las familias se ven forzadas a dormir a la intemperie o apiñadas en refugios improvisados de tela y ramas. Las organizaciones humanitarias, como el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y la Cruz Roja de Chad, se apresuran para dar una respuesta, pero la amplia gama de necesidades es abrumadora y la financiación, insuficiente.
“Este es el único punto de abastecimiento de agua y, según las estadísticas disponibles, hay más de 8.000 personas en este sitio”, señaló Allaramadji Dounia, ingeniero hidráulico del CICR que trabaja en el campamento de tránsito. “De aquí a una o dos semanas, este número podría duplicarse o triplicarse”.

Fotografía: Alyona Synenko
Familias destrozadas y en la búsqueda de sus seres queridos
Las personas que llegan a Tiné no solo están agotadas físicamente, sino también profundamente traumatizadas. Muchas señalan haber presenciado o sobrevivido a actos de violencia, en algunos casos, violencia sexual, durante su huida. Han quedado familias desmembradas, muchos seres queridos desaparecidos, separados en medio del caos o rezagados en Sudán.

Fotografía: Alyona Synenko
“Algunos de los niños todavía no han llegado”, señala Khadija Adam Youssouf, una refugiada que logró llegar a este lugar a salvo. “La guerra nos separó. Ni siquiera sabemos dónde están. Sudán… No podemos volver a Sudán. Nos quedaremos aquí y nuestros hijos irán a la escuela”.
Una respuesta humanitaria intensificada ante la necesidad extrema
En respuesta a las necesidades de esta comunidad en rápido crecimiento, el CICR y la Cruz Roja de Chad brindan asistencia urgente. Esto incluye acceso a agua potable y refugio de emergencia, apoyo psicosocial y servicios de restablecimiento del contacto entre familiares, que ofrecen llamadas telefónicas gratuitas y conexión a internet para ayudar a las personas a encontrar o hablar con sus seres queridos que pueden estar desaparecidos o aún en el camino.
Estos esfuerzos ofrecen un apoyo vital, pero las necesidades aumentan hora tras hora. La respuesta humanitaria debe, de algún modo, ir a la par de la tragedia humana que se desarrolla en esta zona fronteriza. Estamos hablando de personas que han escapado de la guerra. Ahora, necesitan ayuda para sobrevivir.