Estoy lívido. Las imágenes de niños desnutridos vistas desde lejos dejan entrever el horror. Pero cuando uno está en el pabellón pediátrico del hospital más grande de Kandahar y mira los ojos vacíos de niños hambrientos y los rostros angustiados y desesperados de sus padres, la situación se vuelve exasperante.
Y es más exasperante porque este sufrimiento es causado por el hombre. Las sanciones económicas supuestamente destinadas a castigar a quienes ocupan el poder en Kabul están dejando a millones de personas en todo Afganistán sin lo básico para sobrevivir. La comunidad internacional está dando la espalda, mientras el país hace equilibrio en el precipicio de una catástrofe causada por el hombre.
Las sanciones impuestas a los servicios bancarios ponen a la economía en caída libre y la hacen depender de la ayuda bilateral. Hace cinco meses que los trabajadores municipales, los docentes y el personal de salud no reciben sus salarios. Caminan hasta dos horas para llegar al trabajo, por no poder tomar el transporte público. No tienen dinero para comprar comida; sus hijos tienen hambre, adelgazan peligrosamente y luego mueren.
En la unidad de terapia intensiva pediátrica del hospital regional Mirwais en Kandahar, que recibe el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), el número de niños que sufren malnutrición, neumonía y deshidratación se elevó a más del doble desde mediados de agosto hasta septiembre.
La malnutrición aguda severa y moderada se incrementó un 31% en Kandahar y alrededores, en comparación con el mismo periodo de 2020. Región por región, la severidad de la malnutrición infantil puede llegar a ser tres veces superior a los índices de situaciones de emergencia. Se trata de una grave crisis alimentaria que tiene lugar incluso antes de que llegue lo peor del invierno.
Nuevo apoyo a los hospitales
En medio de un mar de desolación, hay una pequeña luz de esperanza: el lunes, el CICR comenzó a prestar apoyo a 18 hospitales regionales y provinciales y a las 5 100 personas que trabajan allí para ayudar a evitar el colapso total del sistema de salud pública de Afganistán. Este apoyo, previsto para cubrir seis meses, incluye fondos para los costos de funcionamiento e insumos médicos, y permitirá garantizar la continuidad de casi medio millón de consultas médicas por mes.
Pero no es suficiente.
La sequía, los malos resultados de las cosechas y el colapso económico contribuyen al aumento de la malnutrición. Como los alimentos son cada vez más caros, las proteínas y otros nutrientes básicos quedan fuera del alcance de la población. Cuando llegue el invierne, con temperaturas bajo cero, el sufrimiento será inmenso, ya que los pobladores no tendrán dinero para calefaccionar las viviendas.
¿Qué se puede hacer?
En primer lugar, los Estados deben dialogar con Afganistán. Esta es la única forma de evitar un colapso total de los servicios básicos, como los de atención médica y educación. Las consideraciones políticas no deberían interferir con la acción humanitaria. Debe hallarse una solución política para evitar consecuencias humanitarias irreparables.
Y esta cuestión es técnica, pero importante. Hoy en día, se cuestiona la asistencia extranjera a Afganistán, ya que los donantes se preguntan cómo cumplir con las obligaciones jurídicas que tienen en virtud de las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Para decirlo de forma simple, algunos donantes sienten que están ante dos opciones: o bien cumplir con las resoluciones y su propia legislación -lo cual implica negar asistencia vital- o bien prestar asistencia a través de organizaciones como el CICR y otras.
Los proveedores y los servicios bancarios tendrán impedimentos similares. El CICR insta a que haga una clara distinción de las organizaciones humanitarias imparciales que realizan actividades estrictamente humanitarias y que esa distinción se incorpore en las legislaciones internas. Redunda en interés de todos que las actividades humanitarias se lleven adelante sin complicaciones en Afganistán.
Dado que todo indica que el invierno será trágico, el CICR incrementará su respuesta a las necesidades más urgentes de ayuda humanitaria, pero esta asistencia es solo una parte de la solución. Las necesidades existentes y previstas superan la capacidad de respuesta de cualquier organización humanitaria.
Más de 22 millones de afganos sufrirán hambre aguda propia de situaciones de crisis o emergencia, entre noviembre y marzo de 2022, según el último informe de la plataforma IPC (Clasificación integrada de la seguridad alimentaria en fases). La desesperación puede verse en las multitudes que hacen fila en los bancos a las cinco de la mañana, con la esperanza de poder retirar un poco de efectivo.
Los ojos vacíos de los niños hambrientos no es algo que uno pueda olvidar fácilmente. Por el contrario, hacen que mi pedido a la comunidad internacional sea incluso más urgente: hay que encontrar rápidamente soluciones creativas para salvar a millones de afganos y afganas de la privación y la desesperación. En última instancia, esa ayuda redunda en interés de todos, ya que evitará que Afganistán vuelva al conflicto y a la violencia y ayudará a que los pobladores dispongan de más medios para quedarse en su país.