Eulalia era apenas una niña cuando perdió a sus padres y hermanos. Todos ellos fueron ejecutados durante un ataque a la población de Quiquil, en 1982. Como Eulalia, muchas familias de la aldea sufrieron la pérdida de seres queridos a consecuencia del Conflicto Armado Interno en Guatemala.
La herida permaneció abierta durante mucho tiempo. Pasaron 33 años antes que Eulalia y las demás familias pudieran recuperar y enterrar los restos de sus seres queridos. Un duelo que no cerraba y años de sufrimiento causaron múltiples afectaciones en los familiares. En 2016, el CICR construyó nichos para ofrecer a las víctimas un entierro digno.
Familiares y comunidad honraron y sepultaron los restos de sus fallecidos, incluyendo los de aquellas personas que no pudieron ser identificadas. La certeza de saber donde reposan sus muertos y tener un lugar donde visitarlos, es un alivio para las familias, quienes podrán comenzar a cerrar su duelo.