Jenneh Kaizolu, de 39 años, es una sobreviviente del ébola de Paynesville, Monrovia. Perdió a su madre, su hermano y dos hermanas como consecuencia de la epidemia. Ahora cuida a 25 niños: sus seis hijos, más 19 sobrinos, todos ellos huérfanos del ébola.
Los niños afectados por el ébola se pueden dividir en tres categorías: huérfanos dobles que han perdido a sus dos padres, semi-huérfanos que han perdido a uno de sus padres, y sobrevivientes del ébola. La familia de Jenneh, entendida en un sentido amplio, incluye niños de las tres categorías.
A la mayoría de los niños los cuidan familiares, como Jenneh. A los más necesitados, el CICR les facilita artículos esenciales de higiene y elementos de primera necesidad para el hogar.
Muchos huérfanos del ébola y niños que sobrevivieron a la enfermedad padecen ahora otros problemas de salud, tanto física como mental.
Antes vendía ropa de segunda mano, pero le robaron todo su stock mientras estaba internada en la unidad de tratamiento del ébola. “Ahora mismo ayudo a mi madre en el campo de mandioca. Necesito dinero para volver a poner en marcha mi negocio”, explica.
“Cuido a los demás niños. Quiero volver a la escuela, pero no nos lo podemos permitir”, nos dice. Como otras familias, la de Jenneh va a ser beneficiaria del programa de apoyo a los medios de subsistencia del CICR, que se pondrá en marcha en la segunda mitad de 2015.
El 87% de los niños que visitó el CICR todavía no estaban registrados y no habían recibido ningún tipo de apoyo, por lo cual fueron derivados a las autoridades pertinentes para su inscripción.
“Vivo con mi tía. Mi madre murió y no conozco a mi padre, pero estoy contento. Ellos son mi familia”, afirma este niño de 9 años.
A los niños les gusta estar juntos y bañarse en al arroyo cercano a la casa.
Se gana la vida mediante el cultivo y venta de verduras. “No es fácil cuidarlos a todos. Cuando voy al huerto, los vecinos se ocupan de los pequeños”, explica.
“¿El futuro? Creo que va a salir bien. Van a ser buenos, van a ser alguien, y tal vez hagan algo por mí, así que los cuido bien”.
Tras luchar durante más de un año con el peor brote de ébola de su historia, Liberia acaba de ser declarado país libre de ébola. Todavía es necesario mantenerse alerta, pero el país ya puede dedicarse a curar las heridas que han sufrido las comunidades y ayudarlas a construir un futuro mejor.
Según las autoridades, la enfermedad ha dejado casi 4.500 niños afectados por el ébola, 3.000 de los cuales han perdido a uno de sus padres o a ambos como consecuencia de ese virus letal. Jenneh, de 39 años, es sobreviviente del ébola. Además de cuidar a sus seis hijos, se ocupa de 19 sobrinos, todos ellos huérfanos del ébola.
A principios de este año, el CICR puso en marcha un programa para ayudar a niños que, como los sobrinos de Jenneh, quedaron huérfanos a causa del ébola. La Institución ayuda directamente a los niños y a las familias que los acogen, además de derivarlos a otras organizaciones humanitarias cuando es necesario y de alentar a las agencias gubernamentales y de protección de menores a darles la ayuda que necesitan por su condición de niños.