Nagorno-Karabaj: el precio del conflicto
El prolongado conflicto de Nagorno-Karabaj ha infligido sufrimiento y pérdida de vidas entre la población desde la década de 1990. Más de 30.000 personas murieron, más de 4.500 están desaparecidas, y miles han sufrido lesiones por causa de minas terrestres y municiones sin estallar. En toda la región de este conflicto, la población vive, desde hace mucho tiempo, con el temor de morir o de sufrir heridas en una repentina escalada de los enfrentamientos.
El recrudecimiento del conflicto a lo largo de la línea de contacto, que comenzó en la mañana del 27 de septiembre de 2020, es motivo de profunda preocupación, ya que las partes en conflicto han recurrido al armamento pesado y han bombardeado zonas densamente pobladas. A medida que se acerca el invierno, la situación humanitaria podría empeorar rápidamente. Para las personas atrapadas en sus sótanos. Para las personas que circulan. Para los ancianos privados de asistencia de salud o para los niños privados de educación. Para todas las personas.
Cientos de viviendas y de infraestructuras esenciales, como hospitales y escuelas, han sido destruidas o dañadas por el fuego de artillería pesada y por los ataques aéreos, en particular, por misiles. Otras infraestructuras también han sufrido daños: carreteras, redes de suministro de electricidad y de gas, así como también redes de comunicación. Numerosas personas fallecieron o resultaron heridas.
Martin Schüepp, responsable de las actividades operacionales del CICR para la región, lo dejó en claro: "Debe cesar los bombardeos indiscriminados y otros presuntos ataques ilegales mediante el uso de armas explosivas, que causan la muerte y provocan heridas terribles a las personas civiles".
Los ataques a objetivos militares situados en zonas pobladas sin que se adopten todas las medidas de mitigación suficientes para limitar el riesgo de daños a la población civil pueden violar el derecho internacional humanitario.
Las personas con quienes hemos estado de las diversas partes están aterrorizadas por ellas mismas y por sus familiares, sin saber a dónde ir o qué hacer para mantenerse a salvo. Muchas familias, incluso con bebés y niños pequeños, pasan días y noches en sótanos sin calefacción, para huir de la violencia.
Martin Schüepp afirma: "Reiteramos nuestro compromiso de prestar asistencia a todas las personas afectadas por esta escalada de violencia y, de acuerdo con nuestro cometido, de repatriar prisioneros o restos mortales. Exhortamos a las partes en el conflicto a dedicar todos los esfuerzos posibles para respetar en todo momento los principios del derecho internacional humanitario."
Ya hemos proporcionado suministros médicos de emergencia, como elementos para tratar heridas por armas, medicamentos, vendas y kits de sutura a los hospitales de Nagorno-Karabaj, así como bolsas mortuorias al departamento forense local. Estamos evaluando las necesidades relativas a la salud y preparándonos para mejorar las condiciones de vida de las personas que han huido. También estamos estudiando la posibilidad de mejorar las capacidades forenses mediante apoyo técnico y material.
Debido a la intensidad de los enfrentamientos, nuestra capacidad para circular y evaluar la escala de las necesidades humanitarias es, por el momento, limitada. Mantenemos contacto telefónico con las respectivas autoridades, estructuras y comunidades locales en la línea del frente, y esperamos obtener suficientes garantías de seguridad que nos permitan, de manera segura, llegar a las personas afectadas a lo largo de la línea de contacto y prestarles asistencia.