Declaración

Ocho cosas que necesitamos hacer para afrontar las crisis humanitarias en 2019

Este artículo se utilizó en la reunión anual del Foro Económico Mundial.

Este mes, en Tombuctú, Malí, me reuní con familias que no tenían alimento, que habían perdido sus cosechas y cuyos hijos murieron a causa de artefactos explosivos improvisados (AEI). No pude evitar conmoverme con el profundo sufrimiento de esas personas, muchas de las cuales viven en situación de extrema ansiedad.

De África occidental viajé directamente a Davos, Suiza, donde recalqué, ante los líderes de la reunión anual del Foro Económico Mundial, la realidad del sufrimiento humano en la región del Sahel.

Hoy en día, nada menos que 120 millones de personas en todo el mundo necesitan ayuda para sobrevivir, como consecuencia de conflictos armados y de otras situaciones de violencia. Yemen, Siria y Sudán del Sur son sinónimos de sufrimiento.

En el Sahel, surge una nueva realidad: el cambio climático agrava las consecuencias, de por sí devastadoras, de los conflictos, la pobreza y el subdesarrollo. En esta región de escasos recursos, los habitantes tratan de hacer equilibrio sobre una cuerda floja para sobrevivir. Con temperaturas que aumentan casi dos veces más rápido que el promedio mundial, la inacción ciertamente dará lugar a un incremento de la fragilidad y de la inseguridad, así como de las necesidades de la población.

Hoy en día, nada menos que 120 millones de personas en todo el mundo necesitan ayuda para sobrevivir, como consecuencia de conflictos armados y de otras situaciones de violencia.

No existen soluciones simples para abordar o evitar los daños causados por estas dinámicas complejas de gran escala. La asistencia humanitaria de emergencia será siempre necesaria, pero no basta para atender las enormes demandas.

Este es un año crucial para la respuesta humanitaria, dado que aún es difícil alcanzar acuerdos políticos duraderos en muchos lugares. Es fundamental que haya una reorientación más abarcadora de la acción humanitaria, que ofrezca perspectivas y respuestas a largo plazo con las dimensiones necesarias. Este año, creo que los avances en ocho áreas provocarán notables cambios en las necesidades de ayuda humanitaria.

1. Hacer hincapié en los puntos de tensión

Veinte de las crisis más violentas del mundo son la causa de más del 80% de los desplazamientos y de las necesidades de ayuda humanitaria.

Los impasses deben sustituirse por acciones políticas decisivas, a fin de romper el ciclo de la violencia y apoyar los frágiles intentos de estabilización.

Siria, Irak, Yemen, el Cuerno de África, la cuenca del Lago Chad y las crisis del Sahel, de Afganistán y de Myanmar/Bangladesh seguirán siendo los principales puntos de tensión en 2019.

2. Reunir ideas, aptitudes y recursos

Por sí solo, ningún sector podrá responder a la profundidad y la amplitud de las crisis humanitarias: los avances exigirán un fuerte apoyo de los Estados, de las organizaciones internacionales y de la sociedad civil en general.

Si bien el espacio humanitario neutral, imparcial e independiente es todavía el lugar más adecuado para recomponer las vidas y propiciar la reconciliación, los actores humanitarios pueden encabezar los esfuerzos en las líneas del frente y guiar a los demás en contextos caracterizados por sociedades fragmentadas, problemas de seguridad y necesidades polifacéticas.

Las organizaciones locales e internacionales pueden complementarse. El ámbito académico aporta pensamiento crítico y mensurabilidad, mientras que el sector privado posee una capacidad excepcional para dinamizar las economías y apoyar a las comunidades en el desarrollo de negocios, competencias y aptitudes.

El Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja se encuentra en una posición única para vincular los esfuerzos internacionales y locales y maximizar las respuestas en más de 190 países. El sistema de las Naciones Unidas tiene un poder de convocatoria muy particular para reunir a los Estados en pos de respuestas más generosas.

El Mecanismo de Acción contra la Hambruna, establecido por el Banco Mundial, Google, Amazon, el Programa Mundial de Alimentos y el Comité Internacional de la Cruz Roja, es una idea potencialmente revolucionaria, ya que reúne nuevas perspectivas y conocimientos para afrontar un viejo problema que pone vidas en juego.

3. Liberar nuevas inversiones para una acción sustentable

El modelo de financiamiento humanitario tradicional se basa en la obtención de fondos para los gastos humanitarios de emergencia. Dadas las crisis más prolongadas y la creciente brecha entre las necesidades y las respuestas, la asistencia tradicional debe ir acompañada de inversiones más sustentables y orientadas a las personas, aptitudes e ingresos para las comunidades.

La gran pregunta, en 2019, es si las partes interesadas van a avanzar con el aumento de las inversiones en contextos frágiles, como el Programa de Inversión de Impacto Humanitario (anteriormente conocido como "bono de impacto humanitario"), y, al mismo tiempo, van a compartir los riesgos para permitir una ampliación de nuevas formas de financiación.

4. Apoyar la autonomía, no la dependencia

Las comunidades afectadas por las guerras tienen la capacidad inherente de hacer frente a las crisis. En lugar de fomentar la dependencia de la ayuda, debemos asistir a las personas afectadas para que puedan pasar rápidamente de una situación de emergencia a la generación de ingresos.

Las transferencias en efectivo han sustituido la prestación física de asistencia en algunas regiones, mientras que los microcréditos han estimulado la actividad económica independiente. La asistencia de emergencia aún es considerablemente necesaria, pero es momento de fijar soluciones más sofisticadas, duraderas y que puedan ampliarse.

5. Elaborar nuevas respuestas humanitarias

Dado el aumento de la conectividad a nivel mundial, los actores humanitarios necesitan demostrar una mayor proximidad, participación y responsabilidad ante las personas afectadas. Deben apoyar más los propios esfuerzos de los pobladores en ser los primeros en responder y preocuparse más sobre cómo elaborar una respuesta internacional para ayudar a los actores locales. Para lograrlo, habrá que pasar de las soluciones estereotipadas hacia un apoyo más adaptado, contextualizado y, eventualmente, individualizado.

6. Aprovechar las oportunidades digitales y prevenir los daños

Las herramientas digitales ya han transformado la prestación de asistencia y la interacción con las poblaciones afectadas. Y lo seguirán haciendo en el futuro. Las grandes cuestiones de 2019 van desde la información como beneficio humanitario hasta la aplicación del derecho internacional humanitario en las guerras cibernéticas. La transformación digital es una oportunidad (mejores analíticas de datos y cadenas de abastecimiento) y un desafío. Es preciso establecer un nuevo consenso sobre las identidades digitales y la protección de datos, sobre todo en las zonas de conflicto.

7. Abordar los traumas invisibles

Cada vez más, nos enfrentamos a sufrimientos invisibles, entre los que se destacan la angustia y los problemas de salud mental causados por la violencia sexual. Se estima que, después de crisis humanitarias importantes y repentinas, entre el 10% y el 15% de las personas desarrollarán enfermedades mentales leves o moderadas, y hasta el 4% padecerá trastornos mentales graves. Por lo tanto, la salud mental debe ser una prioridad en las emergencias humanitarias y debe abordarse con la misma seriedad que la salud física. El apoyo a la salud mental de las personas puede salvar vidas en tiempo de guerra y violencia, al igual que la curación de heridas o el suministro de agua potable.

8. Respetar el derecho, sin excusas

En 2019, cuando se celebran los 70 años de los Convenios de Ginebra, reconocemos que, sin duda alguna, estos instrumentos han salvado millones de vidas y han minimizado los efectos de los conflictos en la población civil durante décadas, al tiempo que han creado condiciones propicias para la estabilidad y una paz más duradera.

Sin embargo, los Convenios deben ser interpretados e implementados a la luz de los desafíos contemporáneos. En 2019, es importante que insistamos en el uso de la fuerza basado en el derecho, el trato humano a los detenidos y la protección de la población civil. El respeto de los principios básicos es prioritario incluso en los conflictos armados, incluidas las operaciones de lucha contra el terrorismo, las guerras asimétricas y las situaciones de amplia inseguridad pública o de violencia entre comunidades.