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La situación crítica de Haití en materia de seguridad no debe eclipsar las necesidades humanitarias de la población

Opinión SOPHIE ORR

Este artículo se publicó originalmente en el Miami Herald.

En julio, se cumplen dos años del asesinato en su domicilio del entonces presidente haitiano Jovenel Moïse. Con el país sumido en la crisis, es virtualmente imposible conseguir agua o combustible con regularidad, o acceder a servicios de salud a causa de la violencia.

El equipo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que trabaja en Puerto Príncipe ha visto un aumento sustancial de la presencia y el alcance de grupos armados en Haití: ya hay hasta 300 pandillas en los alrededores y dentro de la capital que quedó, en gran medida, bajo su control. Por tanto, no es de extrañar que el discurso dominante sobre la situación del país se centre en la seguridad y en si deben responder y cómo a las peticiones que reclaman que se desplieguen fuerzas internacionales para intervenir y restaurar el orden.

Pero al centrarse tanto en la seguridad, se ha dejado de lado una conversación igual de importante: cómo lograr avances tangibles en la respuesta a las necesidades básicas de la población, que padece los efectos del recrudecimiento de la violencia. Varias organizaciones haitianas e internacionales trabajan arduamente por aliviar ese sufrimiento, pero necesitan más financiación y recursos.

Como directora regional del CICR para América, temo que el hecho de que se hable solo de la seguridad en lo que respecta a Haití desvíe el apoyo y la atención del vital socorro humanitario y, en última instancia, reduzca nuestra capacidad y la de otros actores de seguir prestando asistencia. Necesitamos un enfoque combinado que tome en cuenta a la población e incluya la imprescindible acción humanitaria en paralelo a la seguridad, no menos importante, para generar confianza política tanto en el país como en el exterior.

La mitad de los haitianos pasan hambre y pocos más tienen acceso a agua potable. Las escuelas y las instalaciones médicas están cerradas. Y estas son solamente las consecuencias visibles; las invisibles no son menos graves. Muchas personas se ven afectadas por el temor cotidiano a los secuestros o a estar en el lugar y en el momento equivocados.

Las necesidades humanitarias de la población son profundas y alarmantes, y están en la misma escala que las que mi organización encuentra en contextos de conflicto armado en todas partes del mundo y sobre las que los medios de comunicación informan constantemente. Sin embargo, fuera de Haití, circula el discurso de que la gravedad de la situación es tal que es imposible lograr resultados, lo que produce desesperanza y fatiga.

Hace algunos meses, visité el país para observar nuestras actividades operacionales, mediante las que, a menudo en colaboración con la Cruz Roja de Haití, hacemos llegar recursos médicos de emergencia a clínicas y hospitales locales que atienden a personas afectadas por los altos niveles de violencia. El CICR preserva su acceso gracias a su actitud neutral, al diálogo que mantiene con las comunidades sobre sus necesidades urgentes y a sus iniciativas para fortalecer la capacidad de los pobladores de dar la primera respuesta.

Por lo tanto, ese es el mensaje: no es imposible hacer avances. Si bien es extremadamente difícil llegar a muchas comunidades de Puerto Príncipe por la inseguridad generalizada, el acceso humanitario aún es posible, y debemos hacer más entre todos para atender la emergencia en curso y las necesidades de desarrollo a más largo plazo. Podemos salvar vidas si nos centramos en las cuestiones comunitarias y de acceso, y si la población de Haití es el foco de la conversación.

Por eso, como comunidad internacional, no debemos abandonar al país, sino apoyarlo en la búsqueda de una solución política viable, y redoblar los esfuerzos de los actores humanitarios y de desarrollo, tanto nacionales como internacionales, que hoy intentan responder a las necesidades de los más vulnerables.

También debemos iniciar una nueva conversación que vaya más allá del discurso de la seguridad con un enfoque compasivo, inclusivo y orientado al futuro en Haití. Las llamadas de apoyo y solidaridad deben respaldarse con actos mientras haya margen para actuar.

* Sophie Orr es directora regional del Comité Internacional de la Cruz Roja para América