Violencia sexual en la RD Congo: reconocer el trauma ayuda a las víctimas a reconstruir su vida
04-03-2010 Reportaje
En el mundo, miles de mujeres sufren agresiones sexuales todos los años. En ocasión del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), dos mujeres congoleñas describen sus sufrimientos, pero hablan también sobre la esperanza y la fortaleza que les han permitido superar esta dura prueba.
Al ver la sonrisa de Vumilia, resulta difícil imaginar las dolorosas experiencias de esta muchacha de 19 años. " Había tenido un buen día en la escuela. Cuando me dirigía hacia mi casa, dos jóvenes me obligaron a salir del camino y me violaron. Me defendí y grité, pero nadie me ayudó. A partir de ese momento, mi vida se transformó en una pesadilla " .
Cuando Vumilia regresó a su casa para pedir ayuda, sufrió otra conmoción: su aldea había sido atacada, y sus padres habían huido. Ella tenía 14 años. Su vida estaba hecha pedazos y no tenía a quién acudir. Fue a vivir con su tío, y durante meses, guardó silencio sobre la violación.
Antoinette es asistente psicosocial en una " casa de escucha " (un centro de asistencia a las víctimas de violaciones) en la región de Kivu Norte/Sur. Recuerda bien el rostro angustiado de Vumilia, cuando ésta se presentó en el centro. " Estaba triste y abatida. No quería hablar acerca de lo sucedido. Le avergonzaba hablar acerca de su sufrimiento y sus problemas. La brutalidad de los hombres y la tortura que infligen dejan a las víctimas desamparadas frente al sufrimiento que no pueden expresar " .
Afrontar el estigma y el temor
Este sufrimiento silencioso, cargado de vergüenza y humillación, acompañó a Vumilia durante meses. El rechazo de sus parientes acentuó su angustia. Dice Vumilia: " Cuando supo que me habían violado y que estaba embarazada, mi tío me echó de la casa. Quedé completamente sola, en las peor de las miserias, hasta que llegué a la casa de escucha " .
Oyó hablar del centro de asistencia durante una campaña de sensibilización realizada en su aldea, y decidió ir a ver a las asistentes psicosociales. Después de una violación, recibir asistencia médica es prioritario, pero encontrar una escucha, un apoyo, y poder hablar sobre lo acontecido, es igualmente importante.
Vumilia encontró oídos atentos, ojos que no juzgaban, y manos que, en lugar de rechazar, consolaban. Gracias a este apoyo, Vumilia está en vías de recuperación.
Escapar del silencio para escapar del sufrimiento
El CICR presta apoyo a más de 30 casas de escucha en Kivu Norte y Sur, donde las víctimas de violaciones pueden embarcarse en el proceso de su reconstrucción psicológica. Allí, las reciben las asistentas psicosociales, algunas de las cuales han sido, ellas mismas, víctimas de la violencia sexual. El personal deriva a las mujeres (y también a los hombres) que necesitan atención médica a los centros de salud apropiados. Estas personas son vulnerables y, a menudo, el temor al rechazo les impide pedir la ayuda que podría limitar las consecuencias de la violación.
La violencia sexual es uno de los pocos delitos que pueden poner a la víctima en el banquillo de los acusados, aislada y rechazada por la misma comunidad que debería prestarle apoyo. Acompañadas por asistentas psicosociales como Antoinette, las víctimas logran por fin quitarse la mordaza de la culpa y la vergüenza.
" Tras varias sesiones en la casa de escucha, ya no me sentía tan avergonzada " , explica Vumilia. " Podía ir al mercado y mirar la gente a los ojos. Podía caminar por la calle sin senti r temor. Sé que lo que me pasó me cambió para siempre, pero ahora también sé que no fue mi culpa. No iba a ser una víctima toda la vida; no podía permitir que esto me destruyera " .
Recuperar el control sobre la vida
Al igual que Vumilia, Clémentine ahora puede hacer frente a los demás... y al futuro también. Pero, hace unos meses, pensaba que nada bueno podía ya pasarle. " Sucedió hace ocho años. Una noche, entraron hombres armados en mi casa, en busca de dinero. No tenía nada para darles, y se pusieron violentos. Me violaron y me lastimaron la pierna. Mataron a mi esposo, y arrojaron a mi bebé, que tenía una semana de vida, al bosque " .
Clémentine pensó que también ella moriría. De la mañana a la noche, se había transformado en una viuda paria, en una madre inconsolable y en una discapacitada sin porvenir. " Me tuvieron que amputar una pierna. Era rechazada y no servía para nada; sobre todo, era inútil para mí misma " .
Un amigo le aconsejó acudir al centro de rehabilitación física de Heri Kwetu, que recibe apoyo del CICR. " De pronto, volví a ser visible. Había personas que me cuidaban, que se preocupaban por mis necesidades. Nadie había hecho eso por mí en meses. Fue como renacer y recuperar el control sobre mi vida " .
Para Clémentine, la primera etapa de la reconstrucción de su vida consistió en aprender a volver a caminar normalmente, con una prótesis. Pero, la reintegración social también fue un paso importante: " La violación me lo había quitado todo: mi esposo, mi dignidad como esposa y madre, y el apoyo de mi familia. Me avergonzaba tener que depender de los demás " .
Para superar esta dependencia, el CICR presta apoyo a las mujeres interesadas en iniciar pequeñas empre sas. Clémentine abrió una tienda de alimentos y, al hacerlo, descubrió que poseía capacidades que ella misma desconocía. Fortalecida por su éxito como comerciante, ha comprado un terreno, en el que se propone construir no solamente una casa sino una nueva vida. " No pudieron quitarme la fuerza ni la fe en la vida. Son ellas, mucho más que esta pierna ortopédica, las que me ayudan a seguir adelante " .