A 80 años de Hiroshima, el imperativo humanitario de eliminar las armas nucleares sigue vigente

El 6 de agosto de 1945, con solo una bomba, Hiroshima se transformó en un páramo de devastación inimaginable. Ocho décadas más tarde, aún existen más de 12.000 armas nucleares.
El CICR insta a todos los Estados a no olvidar las consecuencias humanitarias de este acontecimiento y a actuar hoy para evitar que estas armas vuelvan a usarse en el futuro.
Un destello enceguecedor, seguido de silencio, calor, fuego y devastación. Hiroshima y Nagasaki se convirtieron en símbolos no solo del horror de la guerra, sino de los resultados de una escalada inconcebible.
Hace ochenta años, Hiroshima y Nagasaki se convirtieron en las primeras —y únicas— ciudades en la historia en sufrir la devastación de las armas nucleares. Decenas de miles de personas murieron al instante; otros cientos de miles sufrirían las consecuencias por años, décadas y hasta generaciones.
En Hiroshima, murieron el 92 % del personal de enfermería y el 90 % de los profesionales médicos. El 80 % de la infraestructura de salud quedó destruida. Esto dejó a quienes sobrevivieron con lesiones graves y enfermedades causadas por la radiación y prácticamente sin atención de salud.
Sin embargo, según los parámetros actuales, las bombas arrojadas en esas ciudades eran relativamente pequeñas.
Una amenaza mundial cada vez más grave
En la actualidad, se estima que aún quedan 12.000 armas nucleares en los arsenales del mundo: más de 9.000 están operativas, y algunas están listas para lanzarse en cualquier momento. En conjunto, tienen un poder destructivo de 2.000 megatones, que equivalen a 135.000 bombas como la de Hiroshima.
Ante el aumento de las tensiones geopolíticas y los estragos que siguen causando los conflictos armados en todo el mundo, crece el riesgo del uso —intencional o accidental— de armas nucleares, al tiempo que se erosionan los compromisos de larga data en favor del desarme nuclear.
La imposibilidad de dar una respuesta humanitaria adecuada
La detonación de siquiera una sola arma nuclear en una zona poblada o en sus alrededores dejaría como saldo una cantidad masiva de víctimas fatales, la destrucción total de la infraestructura médica y daños ambientales a largo plazo. Es casi imposible que un Estado, organismo internacional u organización humanitaria sea capaz de dar una respuesta adecuada a las necesidades humanitarias que se producirían en lo inmediato.
Esto tendría efectos catastróficos para nuestras sociedades, en ámbitos como la agricultura, los sistemas de salud y el comercio.
Un arma que no podría cumplir el derecho de la guerra
El derecho internacional humanitario (DIH) es aplicable a todos los métodos y medios de guerra, entre ellos, las armas nucleares. Prohíbe ataques indiscriminados y desproporcionados, exige la distinción entre personas civiles y combatientes, y protege el medioambiente contra daños extensos y duraderos.
En vista de los efectos incontrolables, duraderos y a gran escala de las armas nucleares, es sumamente improbable que alguna vez puedan volver a utilizarse de conformidad con las normas del DIH, ni siquiera en defensa propia. La posición del CICR a lo largo de los años ha sido clara: el uso de armas nucleares es incompatible con los principios de humanidad y los dictados de la conciencia pública.
Una hoja de ruta jurídica y moral: el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares
El 22 de enero de 2021 entró en vigor el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN). Es el primer acuerdo internacional jurídicamente vinculante que prohíbe el uso de armas nucleares, de conformidad con el DIH.
Este acuerdo prohíbe lo siguiente:
- el uso o la amenaza de uso de armas nucleares;
- el desarrollo, ensayo y almacenamiento; y
- la producción y el despliegue.
También exige a los Estados prestar asistencia a las víctimas de los ensayos nucleares y del uso de armas nucleares, así como restaurar zonas contaminadas.
Al mes de junio de 2025, 73 Estados han ratificado el tratado y otros 25 lo han firmado. El CICR y el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja apoyan fervientemente este tratado, que formaliza el tabú jurídico contra estas armas y ofrece vías para su eliminación, incluso para Estados poseedores de arsenales nucleares.
¿Qué deben hacer los Estados?
El CICR insta a todos los Estados, en especial a aquellos que poseen armas nucleares o que son aliados de Estados poseedores, a tomar estas medidas:
- Abstenerse de usar o de amenazar con usar armas nucleares
- Condenar todas las amenazas, ya sean implícitas o explícitas
- Revertir el deterioro de los acuerdos de desarme
- Consolidar el estigma en torno al uso de armas nucleares
- Sumarse al TPAN o como mínimo:
- reducir el papel de las armas nucleares en las doctrinas militares;
- reducir los niveles de alerta;
- adoptar políticas de abstención de ser el primero en emplear armas nucleares;
- aumentar las medidas de transparencia y de reducción de los riesgos.
Los acontecimientos en Hiroshima son más que una catástrofe histórica; son una advertencia. Las armas nucleares son inherentemente inhumanas; sus efectos son indiscriminados e inconmensurables; su existencia es una amenaza contra la vida en todas sus formas.
Han pasado ochenta años: eliminar las armas nucleares ya no es solo un ideal moral, es un imperativo humanitari.
Datos importantes
12.000 armas nucleares en todo el mundo
2.000 megatones de poder explosivo, que equivale a 135.000 bombas como la de Hiroshima
+9.000 ojivas nucleares operativas, algunas de las cuales están en alerta máxima
73 Estados que han ratificado el TPAN
25 Estados más que lo han firmado