Burundi: las familias que huyen de la violencia padecen la agonía de la separación

Largas filas de refugios improvisados se extienden a lo largo de las colinas. Cada tienda guarda una historia de escape: vidas que se ven obligadas al desarraigo de la noche a la mañana tras huir de la escalada de violencia en el este de República Democrática del Congo.
Fotografía: Alphonse Dioh
El aire del campamento de Musenyi está cargado de incertidumbre. Mientras los niños se aferran a sus madres, sus ojos recorren el horizonte polvoriento buscando rostros conocidos que tal vez nunca regresen.
Desde el comienzo del año, decenas de miles de personas huyeron del este de República Democrática del Congo por la frontera, expulsadas por un aumento de la violencia armada. Llegan a Burundi solo con la ropa que llevan puesta, y el peso insoportable de no saber dónde están sus seres queridos. Para muchas de ellas, el precio de sobrevivir ha sido la separación de las personas más importantes.
En el caos del conflicto y la huida, las familias quedan separadas, algunas veces momentáneamente, otras, en el transcurso de varios días de un viaje incierto. Para quienes quedan atrás o en la incertidumbre, cada día que pasa sin recibir noticias es de mucha angustia.
“Le dejé mensajes en la Cruz Roja”
“Me enteré de que una bomba había causado daños en mi casa” dice Sylvie Zawadi Miranyo, madre de cuatro hijos que vive ahora en el campamento de Musenyi, en la comuna de Giharo, en el sur de Burundi. “Por eso, nos fuimos para allí con mi hijo menor. Cuando llegamos, había mucho fuego. No había forma de entrar. Pregunté dónde estaba mi marido. Había quedado adentro”.
Sylvie no lo ha visto desde entonces. “Le dejé mensajes en la Cruz Roja. Hasta ahora, no tuve respuesta”.

Sylvie Zawadi Miranyo, en su tienda en el campamento de Musenyi, donde se aloja junto con su hijo. No sabe qué sucedió con su marido después de la explosión que dañó su casa.
"Nos dispersamos… y no los pude encontrar"
Para Daniela Mapendo Santana, que huyó de Goma y ahora vive en el campamento de Musenyi, el viaje en busca de seguridad estuvo marcado por el miedo y una separación desgarradora.
"Tengo tres hijos. Dos quedaron atrás y el tercero es el que llevo conmigo”, cuenta Daniela.
“Dejé Goma por los tiroteos. La gente se mataba entre sí, explotaban bombas”. Después de escapar a Bukavu, Daniela y su familia subieron a un barco, con la esperanza de encontrar paz del otro lado. Pero el peligro seguía.
Cuando llegamos a un barrio llamado Essence, oímos disparos. Nos dispersamos... y no pude encontrar a mi marido y a mis dos hijos”.
Ahora en Burundi, su deseo es simple: “Quisiera estar con mis hijos y mi marido”.

Daniela Mapendo Santana, refugiada de República Democrática del Congo, con su hijo. Se separó de su familia cuando huía de la violencia en su país.
Un hilo de esperanza para quienes buscan a sus seres queridos
Para familias como las de Sylvie y Daniela, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en colaboración con la Cruz Roja de Burundi y la Cruz Roja de República Democrática del Congo, ofrece un apoyo vital. Por medio de los servicios de restablecimiento del contacto entre familiares de la Cruz Roja, las personas desplazadas pueden realizar llamadas telefónicas gratuitas, cargar sus teléfonos y acceder a internet, herramientas básicas pero vitales para intentar encontrar a los seres queridos desaparecidos. Cuando las llamadas telefónicas y los mensajes en línea no son suficientes, los equipos de la Cruz Roja brindan apoyo para buscar a las personas desaparecidas y trabajan a través de las fronteras para reconectar a las familias.

Noemie Niyongere, del programa de Protección de Vínculos Familiares del CICR, registra a familiares separados en el campamento de refugiados de Musenyi, en Burundi
Las personas más vulnerables
“Hace poco, registramos a un niño no acompañado que parece tener un año y medio de edad”, indica Noemie Niyongere, quien trabaja en el programa de Protección de Vínculos Familiares del CICR en Burundi. “Ni siquiera sabemos exactamente qué edad tiene, porque un guardián lo encontró en el camino. No sabemos su nombre. Pero estamos trabajando con la Cruz Roja de República Democrática del Congo y la oficina del CICR en Kinsasa para ayudar a encontrar a su familia”.
Los niños, niñas y adolescentes no acompañados como este pequeño afrontan riesgos extraordinarios en tiempos de desplazamiento. Sin su padre, su madre o una persona que los cuide, son especialmente vulnerables a explotación, enfermedades u otros traumas.
Para el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, reunir a estos niños, niñas y adolescentes con sus familias es una cuestión que se debe tratar con urgencia y compasión.
Cuando las guerras separan a las familias, la conexión y la esperanza son lo que las ayuda a salir adelante.