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La vigencia atemporal de los Convenios de Ginebra

Cidade com paredes pintadas com uma cruz vermelha e textos que dizem "Respete os civis", "Respeite os valores humanos", "Respeite as vítimas da guerra" e "Respeite a dignidade humana".

Este año se cumplen 75 años de la aprobación de los Convenios de Ginebra de 1949, piedra angular del derecho internacional humanitario (DIH), y 160 años del Primer Convenio de Ginebra de 1864. Estos hitos nos invitan a reflexionar acerca de una cuestión fundamental: ¿puede un conjunto de tratados internacionales redactados hace décadas mantenerse vigente en el siglo XXI? Los Convenios de Ginebra ¿necesitan modernizarse o son tan inherentemente flexibles que se los puede considerar atemporales?

La estructura moderna del DIH se construyó, en parte, sobre la base de las cenizas de los campos de batalla y las acciones compasivas de personas que fueron testigos de los horrores de la guerra.

La experiencia traumática de Henry Dunant en Solferino sentó las bases para un movimiento que cambiaría el mundo. Su libro Recuerdo de Solferino derivó en la creación del Movimiento de la Cruz Roja –y luego, de la Media Luna Roja– y al establecimiento de un convenio para proteger a las víctimas de los conflictos armados.

El siguiente texto ahonda profundamente en el contexto histórico, la evolución del DIH y la necesidad apremiante de seguir respetando y difundiendo los Convenios de Ginebra. Obra en favor de la reflexión sobre la importancia de estos convenios en la era moderna.

Un conjunto normativo que evoluciona

La idea del derecho internacional –y del DIH– como algo estático es errónea. El DIH es, por su propia constitución, un conjunto de normas de naturaleza adaptativa que responde al carácter cambiante de los conflictos.

El Convenio de Ginebra de 1906 revisó y reemplazó el tratado de 1864 para mejorar aún más la situación de los soldados enfermos y heridos.

El uso de armas químicas y las experiencias relacionadas con la protección de prisioneros de guerra en la Primera Guerra Mundial dieron lugar a la creación del Protocolo relativo a la prohibición del empleo en la guerra de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos de 1925 y del Convenio de Ginebra de 1929 relativo al trato debido a los prisioneros de guerra, respectivamente. 

La experiencia de la Primera Guerra Mundial y de otros conflictos armados que se libraron en la década de 1920 generó debates acerca de la necesidad de dar protección a las personas civiles. Motivó la creación de una comisión de expertos por parte del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y la redacción del denominado “Proyecto de Tokio” de 1934. Este proyecto de convenio sobre la “condición y protección de los civiles de nacionalidad enemiga que se hallan en territorio perteneciente a un beligerante u ocupado por él” hubiera sido una piedra angular en la protección de las personas civiles. Debería haberse convertido en un tratado internacional en 1940, pero, ante el estallido de la Segunda Guerra Mundial, se canceló la conferencia diplomática en la que iba a tratarse.

En otras palabras, los propios Convenios de Ginebra de 1949 son el resultado de décadas de esfuerzos para ampliar y mantener actualizado el alcance del derecho.

Desde su aprobación, el DIH ha seguido evolucionando, por ejemplo, con el agregado de dos protocolos adicionales en 1977 y tratados que regulan armas específicas. En la actualidad, los debates se han ampliado para incluir la regulación de los sistemas de armas autónomos, la guerra cibernética y las consecuencias de la inteligencia artificial en los conflictos armados.

¿Acaso eso significa que los Convenios de 1949 están desactualizados?

La vigencia sempiterna de los Convenios de Ginebra

Los Convenios de Ginebra no nacen de principios abstractos, sino de la realidad descarnada de los conflictos armados y sus víctimas. Esta conexión con la experiencia vivida de la guerra es lo que da a los Convenios la fuerza que los caracteriza. Las diferentes generaciones de representantes de Estados que negociaron y firmaron estos tratados no eran fríos diplomáticos, sino personas –muchas de ellas militares– que habían visto con sus propios ojos los estragos de la guerra. El hecho de que ellos estuvieran de acuerdo en imponer límites a la conducción de las hostilidades por medio de estos instrumentos habla mucho de la resonancia de los principios humanitarios consagrados en el DIH.

La redacción de los Convenios es pragmática y funcional, de modo que quienes participan en conflictos armados comprendan e implementen sus disposiciones. Proporcionan directrices claras y prácticas que han sido elaboradas sobre la base de las necesidades y experiencias de combatientes y no combatientes en igual medida. Gracias a esta naturaleza práctica, los Convenios de Ginebra de 1949 son más que someras aspiraciones idealistas. Son instrumentos funcionales que se han aplicado —y se siguen aplicando— en conflictos armados en todo el mundo para mitigar el sufrimiento de quienes se ven afectados por la guerra.

A pesar del paso del tiempo y de la transformación de la guerra, los principios centrales de los Convenios de Ginebra se mantienen más vigentes que nunca. Se siguen debatiendo, interpretando y aplicando. Los comentarios de Pictet y el proyecto en curso para actualizar los comentarios son testimonio de que los Convenios son instrumentos vivos.

Los Convenios de Ginebra siguen siendo tan vitales hoy en día como lo fueron en sus inicios, ya que responden a los desafíos atemporales y universales que plantean los conflictos armados. Los heridos y quienes se ocupan de ellos siguen necesitando que se los proteja, hecho al que se dio énfasis en el proyecto "Asistencia de salud en peligro". Los prisioneros de guerra aún necesitan protección. La población civil, a menudo la más afectada, también sufre las consecuencias directas e indirectas de las hostilidades y debe recibir una protección adecuada. Las protecciones fundamentales que consagran los Convenios de Ginebra abordan el sufrimiento universal intrínseco a la guerra.

En líneas generales, mediante las disposiciones de los Convenios de Ginebra se procura que, incluso en medio de un conflicto armado, existan normas de cuidado y respeto de la dignidad humana. Los desafíos mencionados persisten en la guerra moderna, y los Convenios de Ginebra proporcionan un marco para afrontarlos, lo que demuestra su vigencia y la necesidad de su aplicación a rajatabla.

La necesidad de un mayor cumplimiento

Los desafíos que entraña el DIH no derivan de su contenido ni de sus principios, que han resistido el paso del tiempo. El verdadero problema radica en la difusión y el cumplimiento de estas leyes.

A pesar de los esfuerzos mancomunados para educar y promover el respeto del DIH, sigue habiendo una falta considerable de conocimiento de sus normas entre quienes participan en conflictos armados.

Esta ignorancia, junto con el desprecio del derecho por parte de numerosos beligerantes, conduce a frecuentes violaciones de los Convenios de Ginebra, ya sean intencionales o no.

La historia ha demostrado en reiteradas ocasiones que quebrantar el DIH no depara beneficios estratégicos a largo plazo. En cambio, siembra las semillas de un odio duradero y un deseo de venganza que continúan mucho más allá del fin de las hostilidades.

En otras palabras, respetar los Convenios de Ginebra redunda en beneficio de todas las partes en un conflicto armado.

Los Convenios de Ginebra son lo suficientemente modernos y completos para abarcar los desafíos contemporáneos en la guerra. El punto principal no es el contenido del DIH, sino la necesidad de que se lo cumpla y se lo aplique en el ámbito de los conflictos armados. Se debe cultivar el respeto por el derecho en favor de la protección y la dignidad de todas las personas afectadas por la guerra.

Conclusión: un conjunto normativo pensado por personas para las personas

El I Convenio de Ginebra de 1864 representa un logro monumental en la historia de la humanidad y refleja el lugar fundamental que ocupa la sociedad civil en el desarrollo del DIH. En efecto, cinco ciudadanos de Ginebra convencieron a representantes gubernamentales para que crearan el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja y luego a Suiza para que convocara a una conferencia diplomática. A partir de entonces, la sociedad civil ha desempeñado un papel protagónico en el desarrollo y la difusión del DIH, incluidos los tratados más recientes.

Es necesario apropiarse este legado único, preservarlo y promocionarlo de manera activa. Si bien los Estados y los combatientes son los principales responsables de respetar los Convenios de Ginebra de 1949, todos deberíamos abogar por un mayor respeto de estos convenios, ya que, llegado el caso, podríamos beneficiarnos todos de las protecciones que contemplan.

No es casual que la XXXIV Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, que se celebrará en octubre de 2024, busque fortalecer una cultura de respeto por el DIH. Incluso se ha presentado un proyecto de resolución en ese marco, titulado "Hacia una cultura universal de cumplimiento del derecho internacional humanitario".

Los Convenios de Ginebra han transformado la vida de millones de personas. Apropiémonos de ellos y recordemos que el DIH es un conjunto de normas pensado por personas para las personas. Es nuestra responsabilidad colectiva defender la dignidad y limitar el sufrimiento de aquellos afectados por los conflictos armados.