Líbano: el CICR asiste a las víctimas
El equipo del CICR pudo oír a Mohamed antes de haberlo visto: risas y una conversación animada provenían de una pequeña habitación blanca cerca de la entrada de la clínica.
"El dolor era insoportable y tenía miedo. Leía el Corán, era como un analgésico para mí", dice el Dr. Mohamed, que desde hace tres semanas recibe tratamiento en un hospital en el valle de Becá.
Con buen ánimo, el Dr. Mohamed se sienta en la cama y mueve suavemente el brazo derecho, que casi pierde en un ataque contra su ambulancia en Siria. Su brazo se sostiene mediante un fijador externo con dos clavos que lo atraviesan, uno justo debajo del hombro y el otro en el antebrazo.
"Les dije al otro médico y a la enfermera con quienes viajaba que volviéramos a nuestro hospital en motocicleta, ante la posibilidad de que la ambulancia fuera un objetivo de los ataques. Fui alcanzado por un proyectil, pero logré permanecer consciente. Regresaron a buscarme y me llevaron a un hospital de campaña en Yabrud", relata.
El nivel de atención que requería el joven médico, sin embargo, excedía los servicios disponibles en Siria. Entonces, como muchos otros heridos en el conflicto devastador, viajó a Arsal, una ciudad libanesa en el norte del valle de Becá.
El médico de Mohamed nos mostró fotos en un teléfono inteligente de cómo se veía su brazo cuando llegó, antes de casi un mes de cirugías complejas y cuidados intensivos. Es fácil comprender por qué ahora sonríe tanto.
"Si Dios quiere, seguiré recuperándome. Mi madre y mi padre se han mudado a Beirut y me visitan a menudo. No sé qué me deparará el futuro; quizás algún día pueda volver a ejercer como médico", dice Mohamed.
"Debo ir a casa"
Vivir el presente plenamente y no dar nada por sentado para el futuro es el común denominador entre los heridos que el CICR conoce. Ismael (29) sufrió quemaduras de tercer grado en el 40% de sus piernas causadas por el bombardeo en una gasolinera en Siria. "Era invierno, y las cañerías de agua estaban congeladas. Los transeúntes debieron pisar mis piernas para extinguir el fuego", explicó.
La primera visita de Ismael al hospital fue breve. No había asistencia de salud de emergencia, de modo que tuvo que regresar a su casa. Allí fue atendido únicamente por su esposa, una socorrista certificada. El dolor, recuerda, era indescriptible. Pagó 200 dólares estadounidenses para viajar a Líbano en una camioneta con otras catorce personas. Lo acompañó su esposa, embarazada de nueve meses.
Cuando el CICR tomó conocimiento de la situación de Ismael, fue a visitarlo. Dada la gravedad de sus lesiones, el equipo de salud, junto con la Cruz Roja Libanesa, supervisó su traslado inmediato a uno de los hospitales contratados con los que el CICR trabaja en el valle de Becá. Ismael recibe tratamiento intensivo desde hace ya dos meses. Sólo en ocasiones lo visita su esposa, que vive en Arsal, a 70 kilómetros de distancia.
Separado de su esposa y su bebé, así como del resto de sus familiares que permanecen en Siria, Ismael no sabe lo que le depara el futuro. "Tengo miedo de regresar a casa debido a lo que podría ocurrirnos, a mi familia y a mí". Y agrega: "pero no puedo vivir aquí. Debo regresar a casa".
Los ataques contra los profesionales de la salud deben cesar
Entre enero y abril de 2014, el CICR:
- solventó el costo del tratamiento de 184 personas heridas por armas en hospitales de la región de Becá;
- donó insumos y equipamiento médicos a 20 instalaciones médicas en todo Líbano, para mejorar la atención de las víctimas de lesiones causadas por armas;
- impartió formación para 85 médicos, personal de enfermería y socorristas;
- brindó apoyo a los bancos de sangre y los servicios médicos de emergencia de la Cruz Roja Libanesa.
Los ataques a los profesionales de la salud en Siria por todas las partes en el conflicto, así como en otros países propensos a la violencia, resultan inaceptables y constituyen una infracción grave del derecho internacional humanitario. Los hospitales, el personal médico, los socorristas y las ambulancias deben ser respetados y protegidos en todas las circunstancias. Los enfermos y los heridos tienen derecho a recibir tratamiento sin discriminación. Debe garantizarse la circulación segura de las ambulancias y el personal médico.