100 mil personas desaparecidas en México: 100 mil historias de búsqueda y dolor
Un chico tenaz en la construcción y una trabajadora de una cafetería escolar que procuraba a diario la prolijidad y bienestar de su hija son dos historias de los miles de desapariciones en el país. Son el latente recordatorio de que cada una de las personas desaparecidas tiene el derecho a ser buscada y su familia a saber la verdad sobre su ser amado.
México superó la cifra de 100 000 personas desaparecidas, un número redondo que representa el dolor que sufren miles de familias por tener un ser amado desaparecido y que nos demanda considerar que tras estos ceros hay personas con sueños y vidas que fueron trastocadas.
Un chico tenaz en la construcción y una trabajadora de una cafetería escolar que procuraba a diario la prolijidad y bienestar de su hija son dos historias de los miles de desapariciones en el país. Son el latente recordatorio de que cada una de las personas desaparecidas tiene el derecho a ser buscadas y sus familias a saber la verdad sobre su ser amado. Para los seres queridos de estos dos jóvenes la estadística es también "un dolor tan grande" y la muestra de que "estamos fallando como seres humanos".
"La incertidumbre ni te mata ni te deja vivir"
Luz María trabajaba de sol a sol. Se levantaba de madrugada para llegar a las 6:00 am en la cafetería de un colegio de estudios tecnológicos en Guanajuato, realizaba dos turnos laborales y regresaba a casa casi hasta las siete de la noche; además, vendía bolsas para sacar un extra. Todo para darle lo mejor a su hija Melany. "Muy responsable, risueña, cariñosa y una mamá excepcional", así la recuerda Conchita, su madre, quien no ha parado de buscarla desde que desapareció hace cuatro años.
Luz María terminó la preparatoria abierta y quería convertirse en abogada para poder defender a madres solteras de escasos recursos, justo como lo era ella. Como su jornada empezaba desde muy temprano, confiaba a Conchita el cuidado de Melany.
Sin embargo, el jueves 8 de enero de 2018 estaba de vacaciones así que esa mañana pudo peinar, arreglar y llevar a su pequeña a la guardería. Pudo también desayunar con su mamá y dejar que ese día se les fuera en pláticas. "Recuerdo que nos sentamos las dos en la mesa ─porque no teníamos un comedor, era una mesita─ y me dice: "¡Ay, mamá! Ya voy a empezar a ahorrar porque la niña va a entrar a la primaria. Ya voy a empezar a ahorrar porque quiero darle una carrera a Melany", dice Conchita mientras la voz se le rompe de a poco.
La noche que Luz María desapareció era fría y ventosa. A ella la pretendía un hombre del cual no quería saber nada, pero que fue a buscarla a su casa. Conchita respondió a la puerta; "él estaba muy agresivo, luego se le bajó y me dijo: "ya, doñita, deme chance de hablar con Luzma, me vengo a despedir de ella"".
Luz María salió para pedirle que se fuera y dejó el portón abierto. Pasó un rato y se dejó caer un ventarrón que llegó hasta el cuarto de Conchita. "Me entró una sensación horrible que nunca había tenido en mi vida. Como un presentimiento. Le grité unas tres o cuatro veces: ¡Luzma, cierra la puerta que se está entrando el aire!... No obtuve respuesta".
─ Salgo y no la miro. Estaban dos señoras en la calle y les pregunto: ¿No vieron a Luzma para dónde ganó?
─ "Sí", dicen. "El señor y otro que venían en la camioneta, la jalaron y se la llevaron. Nosotras nos dimos cuenta porque ella gritó cuando la aventaron".
El vehículo donde habrían subido a Luzma lo encontraron después. "De allí ya no supe nada de mi hija... Lo más doloroso es que se quedó una niña sin madre. Dejaron a una hija sin madre y a una madre sin hija".
El proceso de búsqueda ha sido muy difícil para Conchita, quien es hoy fundadora y directora del colectivo Luz y Justicia de Juventino Rosas. En un inicio salía con la pequeña Melany, iba en autobús de ciudad en ciudad, a hospitales, a cualquier lugar donde pudiera encontrarla. Hasta que un día mientras recorrían la calle su nieta le dijo: "Mami, mi barriguita tiene hambre". Fue de lo más doloroso... fue cuando puse los pies en la tierra y volví a mi realidad. Afortunadamente estaba frente a una panadería y me meto la mano a mi bolsa, pero sólo traía dos pesos. No sé cómo me miraría la empleada que sí me dio para mi niña. Yo parecía una muerta deambulando".
Nunca pensó en que su vida estaría destinada a la búsqueda de personas desaparecidas, incluida su hija. Nunca pensó en vivir ese dolor. Conchita tuvo dos hijos más, uno de ellos falleció en un accidente de motocicleta hace nueve años. Sin dejar de reconocer que la pena por esa pérdida es mayúscula, relata que desconocer el paradero de alguien a quien amas es distinto: "la incertidumbre ni te mata ni te deja vivir".
Han pasado cuatro años y a diario Conchita se da un espacio para platicar con su hija y decirle: "¡Ay mi gordita, mi gordis! Tuviste que haber desaparecido para que tu madre haga esto que está haciendo: buscar a todos los desaparecidos. Tuviste que pagar ese precio, gordita. Quiero que estés orgullosa porque tu niña va bien en la escuela. Mi niña, donde quiera que estés, pídele a Dios por que tu madre tenga salud".
Hogar en obra negra
Aunque malo para bailar, el carisma de Erick lo convertía en el ángel de cualquier celebración. Eso sí, procuraba primero a su mamá, sus hermanos, la familia y luego se iba con las amistades. Ese aprecio que el joven se ganó entre sus familiares, amigos, vecinos y personas de su comunidad se reflejó el 31 de mayo de 2019 cuando desapareció. Su padre, Eddy Carrillo relata que ese día unas 80 personas salieron a las calles a buscarle, todas con dudas e incredulidad de su ausencia. "Me siento bien orgulloso de ser su padre porque todos nos apoyaron en su búsqueda".
Erick nació en Tijuana, Baja California, pero desde jovencito se fue a Estados Unidos persiguiendo el sueño de estudiar para convertirse en policía. Curioso y gustoso por el trabajo se le pegó al papá y rápidamente destacó en el rubro de la construcción.
Como haciendo un repaso mental entre los recuerdos y con una sonrisa, Eddy dice: "aprendió más rápido que su padre; aprendió a poner tejas. Él ya estaba un puesto más alto que yo -¡cuando yo ya llevaba dos años!- Las oportunidades se las abrieron a él porque le gustaba mucho trabajar y le metía mucho empeño. Era muy cariñoso con los empleados, con los patrones. Él era muy exacto con su trabajo".
También era muy cercano a su familia. Procuraba visitarles unas dos o tres veces por año y siempre mandaba dinero para su mamá y hermanos menores tanto para ayudarles, como para construir un hogar en Tijuana. "Él tenía la ilusión de hacer una casa de dos pisos con una terraza para convivir nosotros ahí: en una fiesta, una reunión... La casa se quedó como el la dejó, estamos esperando saber qué le pasó".
Erick llegó a México un par de semanas después del 10 de mayo con el pendiente de festejar el Día de las madres a Perla, su mamá. Estuvo con ella los primeros días y el 31 salió con unos amigos de la infancia al malecón de la playa tijuanense. Ese fue el último día que Eddy vio a su hijo y desde entonces no ha parado de buscarle.
"Ese proceso de búsqueda (es) bien doloroso para los padres, para los hermanos, para los hijos. Eso ha sido lo más doloroso que he tenido en mi vida... No hemos aprendido a vivir sin Erick; nosotros estamos viviendo del cariño de la gente, a nosotros el cariño de la gente nos ha alimentado".
Es esa misma gente y su afecto quienes les han ayudado a "seguir con esta lucha, este corazón por los desaparecidos". Hace dos años y medio que dirige el colectivo Todos Somos Erick Carrillo "y tenemos 700 personas localizadas con vida y sin vida... Son personas que ya regresan a sus casas, que cierran un ciclo".
No son números, son personas
¿Y qué significa para esta madre y este padre que el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) supere las 100,000 personas desaparecidas y no localizadas?
– "Es un dolor tan grande esta cifra... porque de cada núcleo familiar tiene entre 40 o 50 (personas). Casi somos más de millón y medio" esperando saber qué pasó con los que aman, dice Eddy.
– "Estamos fallando como seres humanos... ¿Cómo es posible que un ser humano desaparezca a otro ser humano? No queremos que haya más desapariciones", expresa Conchita y pide que a las familias "no nos miren como bichos raros, como si fuéramos de otro mundo. Somos reales y estamos sufriendo como no se imaginan".
La incertidumbre y dolor que viven Conchita, Eddy y sus familias nos recuerdan que detrás de cada cifra hay una historia y por cada persona ausente hay una familia que busca respuestas. Para el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) conocer el destino de las personas desaparecidas es primordialmente un acto humanitario. Independientemente de cuál sea el número, todas las personas desaparecidas deben ser buscadas, y en caso de ser halladas sin vida, identificadas y restituidas a sus familias.