El septuagésimo aniversario de la primera utilización de las armas nucleares es el momento para señalar que la era de estas armas está llegando a su fin y que la amenaza de su utilización se eliminará para siempre.
Discurso de Peter Maurer, presidente del CICR, ante la comunidad diplomática en Ginebra.
Este año se cumplen 70 años de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, acontecimientos que dejaron una huella imborrable en la conciencia y la memoria de la humanidad.
La semana pasada, estuve en Hiroshima, donde visité el Museo de la Paz y hablé con los hibakusha –los sobrevivientes. Setenta años después de que se arrojaran las bombas nucleares sobre estas ciudades, la vida de los sobrevivientes, la vida de innumerables personas en Japón sigue estando ensombrecida por estos dos hitos de la historia de la guerra moderna.
El septuagésimo aniversario que se conmemora este año nos trae el recuerdo contundente del costo humano catastrófico y duradero que entraña la utilización de las armas nucleares. Nos trae el recuerdo desolador de las dos ciudades incineradas con sus habitantes. A los sobrevivientes, les trae el recuerdo de las quemaduras, la ceguera y las heridas causadas por la explosión que no pudieron ser tratadas porque la infraestructura médica había quedado destruida; el recuerdo de la muerte lenta y dolorosa de tantas personas; el recuerdo de los sufrimientos padecidos por los que se vieron expuestos a la radiación y que 70 años después siguen siendo atendidos por cánceres y otras enfermedades.
Hace 70 años, el personal del CICR y de la Cruz Roja Japonesa trabajó en condiciones inimaginables para socorrer a las víctimas y aliviar el sufrimiento causado por las explosiones atómicas. Pero ¿cómo pudimos atender a las víctimas cuando los hospitales habían quedado reducidos a escombros y cenizas y los insumos médicos estaban contaminados? El hospital de la Cruz Roja Japonesa, situado a un kilómetro y medio del hipocentro de la bomba de Hiroshima, por alguna razón siguió en pie después de la explosión. Allí, los médicos y las enfermeras de la Cruz Roja Japonesa hicieron todo lo que pudieron. Pero estaba claro que no era suficiente para aliviar el sufrimiento de las personas afectadas por la explosión.
Basándose en esas experiencias, ya en septiembre de 1945 el CICR concluyó que las consecuencias humanitarias de las armas nucleares eran sencillamente inaceptables. Desde una perspectiva humanitaria, era imprescindible eliminar las armas nucleares. Posteriormente el CICR, junto con todo el Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, exhortó a los Estados a llegar a un acuerdo para prohibir las armas nucleares.
Las armas nucleares se presentan a menudo como armas destinadas a promover la seguridad, sobre todo en tiempo de inestabilidad internacional. Pero armas que pueden traer consigo consecuencias humanitarias catastróficas e irreversibles no pueden considerarse un medio para proteger a la población civil o al conjunto de la humanidad.
A lo largo de la historia, los desastres humanitarios a menudo han servido de catalizador para aprobar nuevas normas destinadas a evitar más sufrimientos, muertes y atrocidades en la guerra. Un ejemplo de ello fue el empleo de gases venenosos en la Primera Guerra Mundial, que condujo a la aprobación del Protocolo de Ginebra de 1925 y la posterior prohibición de las armas químicas y biológicas.
Sin embargo, hoy, 70 años después de Hiroshima y Nagasaki –nombres que recuerdan desastres humanitarios que no tienen parangón– hace falta un claro avance hacia la prohibición y la eliminación de las armas nucleares. Las armas nucleares son las únicas armas de destrucción masiva respecto de las cuales todavía nos enfrentamos a un vacío jurídico.
Reconocemos los esfuerzos que se han hecho, la importancia fundamental del Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares y todos los compromisos que contiene, así como otros esfuerzos tendentes a permitir el avance del desarme nuclear. No obstante, frente a las posibles consecuencias humanitarias, el progreso en el ámbito del desarme es, hoy, insuficiente.
Hace cinco años mi antecesor reiteró enérgicamente el llamamiento del CICR para la no utilización y la eliminación de las armas nucleares. El año anterior, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y los presidentes de Estados Unidos y Rusia se habían comprometido a "crear las condiciones necesarias para un mundo sin armas nucleares".
Para nosotros fue alentador que en mayo de 2010, todos los Estados Partes en el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares reconocieran, por primera vez, "las catastróficas consecuencias humanitarias de cualquier empleo de las armas nucleares" y que los Estados poseedores de armas nucleares partes en el Tratado se comprometieran a acelerar los avances, con objeto de lograr el desarme nuclear y a realizar nuevos esfuerzos para reducir y, en última instancia, eliminar todos los tipos de armas nucleares.
He invitado nuevamente a la comunidad diplomática a reunirse hoy aquí, pues el CICR ve con honda preocupación la posibilidad de que estos empeños fracasen. Dentro de tres meses, se volverá a abordar el compromiso de avanzar hacia un mundo sin armas nucleares, en el marco de la Conferencia de las Partes encargada del examen del Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares. Este es un momento trascendental para el Tratado y los esfuerzos destinados a asegurar que nunca más se vuelvan a utilizar las armas nucleares. Han ocurrido muchas cosas desde la última Conferencia encargada del examen. Hay nuevos
acontecimientos y perspectivas que, en opinión del CICR, los Estados deben tener en cuenta a la hora de prepararse para la Conferencia y para cualquier esfuerzo futuro destinado a enfrentar los peligros de las armas nucleares.
La Conferencia encargada del examen dispondrá de una información amplia y, en algunos ámbitos, nueva sobre las consecuencias que entrañan las armas nucleares en el plano humanitario. Gracias a las conferencias celebradas en Oslo, Nayarit y Viena, la comunidad internacional tiene ahora una comprensión mucho más clara del riesgo que supondría la utilización de armas nucleares o de su detonación accidental, y de los efectos que ello entrañaría en las personas y las sociedades de todo el mundo, así como en el medio ambiente.
Estas conferencias han confirmado y ampliado lo que el CICR aprendió de su experiencia en Hiroshima. Estas son algunas de las conclusiones principales sacadas de esas reuniones:
- Las armas nucleares son únicas por lo que respecta a su poder de destrucción y al sufrimiento humano que causan. Su utilización, por limitada que sea, tendrá consecuencias catastróficas y duraderas para la salud humana, el medio ambiente, el clima, la producción alimentaria y el desarrollo socioeconómico.
- Los efectos que conllevan las armas nucleares para la salud pueden durar décadas y su empleo puede ocasionar daños genéticos en los hijos de los sobrevivientes, hecho que ha quedado comprobado en los lugares donde se han utilizado y probado esas armas. No hubiéramos podido imaginar que hoy, 70 años después, los hospitales de la Cruz Roja Japonesa iban a seguir atendiendo a víctimas de cáncer y leucemia atribuibles a la radiación de las explosiones atómicas.
- Setenta años después del comienzo de la "era nuclear", no existe, ni en la mayoría de los países ni en el plano internacional, ningún medio efectivo o viable de socorrer a un elevado número de sobrevivientes inmediatamente después de una explosión nuclear, que garantice al mismo tiempo la protección adecuada de los socorristas.
- Las consecuencias humanitarias de una explosión nuclear no se limitarían solo al país donde ocurriese, sino que podrían afectar a otros países y su población. Por consiguiente, la existencia de las armas nucleares y el riesgo de su utilización intencional o accidental es y debe ser una preocupación mundial.
Los testimonios de especialistas en armas nucleares y ex oficiales de las fuerzas nucleares han demostrado que las detonaciones accidentales de armas nucleares siguen siendo un peligro muy real. Desde 1945, en numerosas ocasiones se han producido fallos en el funcionamiento, contratiempos, falsas alarmas e interpretaciones erróneas de información que casi han llevado a la detonación intencional o accidental de armas nucleares. La no utilización de armas nucleares en los últimos 70 años no es ninguna garantía de que no serán utilizadas en el futuro. Solo la prohibición y la eliminación de dichas armas pueden evitar las graves consecuencias humanitarias que ello entrañaría.
En realidad, el creciente número de Estados que poseen armas nucleares y la posibilidad de que actores no estatales adquieran esas armas o los materiales relacionados con ellas aumenta el riesgo de las detonaciones tanto deliberadas como accidentales. El hecho de que unas 1.800 ojivas nucleares permanezcan en estado de "alerta máxima", listas para ser lanzadas en cuestión de minutos, aumenta ese riesgo. Desafortunadamente, desde el fin de la guerra fría, los llamamientos destinados a cambiar por completo esas políticas no han sido escuchados.
La información obtenida desde la última Conferencia encargada del examen del Tratado ha aumentado la preocupación del CICR por la cuestión de las armas nucleares. En nuestra opinión, esas conclusiones tienen importantes repercusiones en la evaluación de las armas nucleares de conformidad con las normas fundamentales del derecho internacional humanitario. La nueva información sobre los efectos en la salud y el medio ambiente y la falta de una capacidad de asistencia adecuada en la mayoría de los países deben dar lugar a una reevaluación de las armas nucleares por parte de todos los Estados, tanto en el ámbito jurídico como en el político.
Ya en 1996, en respuesta a la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia, el CICR concluyó que es difícil pensar que el empleo de armas nucleares, en la forma que sea, pueda atenerse a las normas del derecho internacional humanitario.
Las pruebas que han surgido desde entonces no hacen más que ratificar esas dudas. Con cada nueva información nos vamos alejando de cualquier escenario hipotético en el cual las consecuencias humanitarias del uso de armas nucleares se avendrían con el derecho internacional humanitario. Esto nos lleva, una y otra vez, a la conclusión de que es necesario prohibir el uso de las armas nucleares y eliminar totalmente esas armas.
El CICR considera que reducir el riesgo de utilizar armas nucleares y garantizar su eliminación mediante un acuerdo internacional jurídicamente vinculante es un imperativo humanitario.
Ya se han dado pasos importantes. Desde el fin de la guerra fría, los Estados con los mayores arsenales de armas nucleares han reducido considerablemente el número de ojivas nucleares que poseen. El nuevo tratado START de 2010 permitirá reducir aún más el número de armas nucleares desplegadas. También se han dado pasos importantes para reforzar la seguridad de los materiales nucleares. Ciento quince Estados han firmado tratados por los que se establecen zonas libres de armas nucleares y casi todos los países se han comprometido a abstenerse de realizar ensayos con armas nucleares, tras adherirse al Tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares, o mediante el establecimiento de moratorias sobre los ensayos nucleares.
No obstante, desde 2010 otras tendencias son motivo de grave preocupación. No hay indicios de que se vayan a celebrar negociaciones para lograr "reducciones rápidas" de armas nucleares y menos aún señales de alguna intención de "eliminarlas totalmente". Los informes que indican que el ritmo de reducción de los arsenales nucleares se ha enlentecido y que algunos Estados están modernizando sus armas nucleares aumentan la preocupación de que el papel de estas armas en las políticas de seguridad en realidad no ha disminuido y podría servir de incentivo para la proliferación.
El septuagésimo aniversario de la primera utilización de las armas nucleares es el momento para señalar que la era de estas armas está llegando a su fin y que la amenaza de su utilización se eliminará para siempre. Es el momento para sacar conclusiones jurídicas, políticas y operativas de lo que se ha aprendido acerca de las "catastróficas consecuencias humanitarias" que los Estados Partes en el Tratado sobre la no proliferación reconocieron hace cinco años.
En 2011, el Consejo de Delegados del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja hizo un llamamiento a todos los Estados para que "velen por que nunca más se vuelva a emplear armas nucleares" y logren "la prohibición del uso y la eliminación total de las armas nucleares mediante un acuerdo internacional jurídicamente vinculante, basado en los compromisos contraídos y las obligaciones internacionales existentes".
Hoy hago eco a ese llamamiento. El CICR también hace un llamamiento a todos los Estados para que cumplan los compromisos contenidos en el artículo 6 del Tratado sobre la no proliferación, estableciendo un plazo para negociar un acuerdo jurídicamente vinculante, y para que consideren la forma que podría tener tal acuerdo. Las consecuencias humanitarias catastróficas de las armas nucleares y las actuales tendencias son demasiado serias para no hacer caso de ellas. La prohibición y la eliminación de las armas nucleares mediante un acuerdo jurídicamente vinculante es la única garantía para que nunca más se vuelvan a utilizar.
Los Estados Partes deberían aprovechar la ocasión única que brinda la Conferencia de las Partes encargadas del examen del Tratado sobre la no proliferación, que se celebrará en mayo, para tomar decisiones y avanzar en ese ámbito.
Hasta que se elimine la última arma nuclear, es necesario seguir haciendo todo lo posible por disminuir los riesgos inmediatos de detonaciones nucleares intencionales o accidentales. Exhortamos a los Estados que poseen armas nucleares y sus aliados a tomar nuevas medidas concretas para reducir el papel y la importancia de las armas nucleares en sus planes, doctrinas y políticas militares. Instamos a los Estados poseedores de armas nucleares a que reduzcan el número de ojivas nucleares en estado de alerta máxima y sean más transparentes acerca de las medidas adoptadas para evitar detonaciones accidentales. Muchas de estas medidas se derivan de los compromisos políticos asumidos hace mucho tiempo y de los planes de acción multilaterales, y deben aplicarse con carácter de urgencia.
Proteger a la humanidad de las catastróficas consecuencias humanitarias de las armas nucleares requiere coraje, un compromiso permanente y una acción concertada. Hoy el entorno de seguridad complejo pone de relieve los retos y la necesidad de tal acción. Las armas nucleares se presentan a menudo como armas destinadas a promover la seguridad, sobre todo en tiempo de inestabilidad internacional. Pero armas que pueden traer consigo consecuencias humanitarias catastróficas e irreversibles no pueden considerarse un medio para proteger a la población civil o al conjunto de la humanidad.
Hoy más que nunca sabemos que los riesgos son demasiado grandes y los peligros demasiado reales. Es hora de que los Estados y todos los que podemos tener una influencia sobre ellos actuemos con urgencia y determinación para poner fin a la era de las armas nucleares.