‘Escuchamos a víctimas del conflicto que no han encontrado quien les preste atención’
Perfil de una trabajadora humanitaria en Colombia
María Eugenia Hernández es reconocida entre sus colegas del CICR por su dedicación a las plantas y a los animales, pero también porque desde el inicio de su carrera, en el sector público, ayudó a crear programas de atención víctimas del conflicto que luego se replicaron en otros departamentos.
"El primer mes de trabajo fue crítico para mí porque había escuchado hablar del conflicto armado, pero no conocía a profundidad lo que era. Uno piensa que es solo un enfrentamiento entre actores, pero luego uno se da cuenta de que, además de los heridos, existen otras personas que sufren las consecuencias", afirma María Eugenia, quien ya cumplió ocho años con esta institución humanitaria.
Como oficial de salud en terreno su trabajo consiste en asistir a heridos por causa del conflicto, algunas en situación de discapacidad o personas que no tienen ninguna limitación física, pero que están muy afectadas psicológicamente por la desaparición de un ser querido o como consecuencia de violencia o abuso sexual. De hecho, ser mujer ha facilitado su acercamiento, asistencia y acompañamiento a mujeres que han sido víctimas de violencia sexual.
Durante este tiempo de trabajo humanitario ha vivido situaciones conmovedoras, pues casi a diario escucha historias de pacientes o personas que "no han tenido la oportunidad de compartir con nadie o quizá no han encontrado a alguien que les preste atención, que las mire a los ojos o se preocupe realmente por lo que más las aqueja", dice María Eugenia.
Se necesita poco tiempo para mejorar la vida de alguien
"Recuerdo mucho el caso de una señora, familiar de una persona desaparecida. Ella había perdido la noción de existencia; estaba en una depresión bastante profunda y no quería hablar con nadie, no quería asomarse a su ventana, parecía que nada le importara; todo por el dolor de tener a su familiar desaparecido y de no saber casi nada sobre él. Incluso, sus familiares se alejaron de ella", cuenta.
Al enterarse del caso, el equipo CICR le ofreció la posibilidad de brindar asistencia por parte de un psicólogo, a través de un centro socio. La señora recibió acompañamiento durante dos meses y participó en varias actividades junto a otros familiares de personas desaparecidas.
"Después de siete sesiones, cuando vi a la señora participando en los espacios colectivos pensaba que ya no era la señora que había conocido. Estaba transformada y alegre: ya podíamos ver que recuperó las ganas de vivir", recuerda María Eugenia.
Al terminar el proceso, "la señora me dijo: 'créame que yo solamente quería morirme y ahora le veo un sentido a la vida, veo la vida de otro color'. Cuando escuché eso, se me pusieron los pelitos de punta porque logramos hacer algo, cambiamos su manera de pensar. Ella aprendió a vivir con ese dolor, a compartirlo con otros y comprendió que no solo ella sufría por la desaparición de un ser querido".
'El conflicto no es una rutina, tampoco lo que les pasa a las víctimas'
Aunque tenga 22 años de experiencia profesional, María Eugenia sigue siendo sensible frente a las condiciones de vida de las poblaciones más lejanas y afectadas. Para sus colegas, su labor es muy profesional y un ejemplo de lo que debe hacer un trabajador humanitario, pues es estricta en lo que hace, pero no por eso ha perdido su calidad humana.
"La persistencia del conflicto no se ha vuelto una rutina para ella, como tampoco lo que les pasa a las víctimas. A pesar de toda su experiencia, le duele mucho el sufrimiento de la gente, quizá de eso venga el ánimo de estar trabajando estos años por las personas más vulnerables", afirma Wbeimar Cardona, uno de sus colegas de la oficina del CICR en San José del Guaviare.
Esa misma disposición tiene María Eugenia para sus colegas de trabajo; es muy abierta a escucharlos, brindarles un consejo y dar una mano amiga. "A varios de nosotros nos ha ayudado cuando hemos estado enfermos. Si ella te puede ayudar, seguramente va a estar allí", dice Wbeimar.