Libardo: un conductor al que el conflicto le quitó su padre
Perfil de un trabajador humanitario en Colombia
"Lo que más disfruto en la vida, es hacer lo que me gusta, que es manejar embarcaciones cortas o largas", dice Libardo Ramón Monje, oficial de campo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Colombia, mientras con destreza, suelta las amarras que unen un bote al tráiler.
"La primera vez que me monté a una canoa me dio miedo, pensaba que se iba a hundir" cuenta. No obstante, ya lleva 23 años dedicado a navegar por los ríos del Caquetá, un departamento ubicado en el suroriente colombiano.
Además de motorista, Libardo fue comerciante y hasta condujo la ambulancia de la clínica del municipio donde nació. "Un día llegó una delegada del CICR y me buscó por un caso de desaparición que estaban trabajando", fue allí cuando ella le propuso trabajar con el CICR hace siete años.
Detrás del hombre grande, de voz ronca y manos fuertes está la historia de cientos de personas que vivieron en primera persona la guerra que se libró en la zona rural colombiana. "En el año 2000 mi papá salió a Florencia y nunca más volvió", cuenta.
Hoy en día, su padre, a quien le debe el amor por el río, la pesca y los botes, hace parte de las más de 80.000 personas desaparecidas del país.
"Entiendo mucho a los que se acercan a contarnos las consecuencias de la guerra. Cuando puedo aportar un granito de arena y ayudar a atenuar el sufrimiento de las personas, trato de hacerlo lo mejor posible para que tengan un alivio y eso es muy gratificante para mí" afirma.
A lo largo de todo este tiempo trabajando en el CICR recuerda también los momentos significativos que ha vivido como parte del Movimiento. "Algo que me ha llenado de orgullo es cuando hemos hecho evacuaciones de salud. Gente que vive en zonas apartadas, se accidenta o tiene una urgencia y que nosotros hemos podido ayudar. Ver su agradecimiento es muy bonito".
Mientras habla de su vida, muestra la casita verde a orillas del río dónde nació y creció. Para este hombre, la familia es su motivación para andar de un lado a otro, ya sea bajo el calor abrasador o las lluvias torrenciales de la amazonía colombiana, por carreteras maltrechas o ríos agitados con el fin de transportar al equipo a todos los rincones donde el CICR hace presencia en el sur del país.
"Los colombianos tenemos que ser capaces de todo, de no perder la moral. Hay que luchar por lo que se quiere. No hay que perder la esperanza. Hay que trabajar y servir a las personas como mejor podamos".
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