Nuestro trabajador humanitario más antiguo en Colombia
Ricardo Angarita llegó al CICR hace 26 años. Ha visto los momentos más crudos del conflicto.
Ricardo Angarita trabaja en el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) desde hace 26 años, tiempo que lo convierte en el colaborador más antiguo que hay en Colombia. Comenzó cuando en la delegación colombiana apenas había ocho personas (hoy hay más de 350) y debían cubrir cinco países de la región: Colombia, Venezuela, Surinam, Ecuador y la Guyana Francesa.
"El CICR aprendió de la experiencia. Cuando empezamos a salir a las zonas rurales nos encontrábamos con los actores armados y les explicábamos quienes éramos y cuál era nuestro trabajo. Esto sirvió para construir el diálogo humanitario con ellos", cuenta Ricardo.
Este hombre, que ha hecho trabajo humanitario casi toda su vida, es un archivo de experiencias e historias que retrata las épocas más duras del conflicto armado en Colombia.
Como él mismo dice, esta labor conlleva lidiar con información dolorosa. "En 1997, justo cuando realizábamos un taller para explicarle a la comunidad cómo reducir el riesgo de accidentes con artefactos explosivos en la zona, un campesino salió a su finca y cayó en una de estas minas. Tuvimos que evacuarlo hasta un centro de salud donde desafortunadamente falleció. Fue un momento muy difícil para todo el equipo", asegura.
Hoy Ricardo es uno de los asesores del departamento de Fuerzas Armadas y Seguridad, trabajo en el que capacita y motiva a los portadores de armas a acatar los estándares internacionales de uso de la fuerza, además del cumplimiento de las leyes de la guerra.
Ricardo afirma que en medio del conflicto hay muchas noticias negativas, pero que un pequeño gesto humanitario puede contribuir a la felicidad de una familia. Al final, para él, en eso se centra la labor del CICR. Cuenta que dentro de las tareas que más satisfacción le han producido es restablecer el contacto entre personas que están detenidas en las cárceles y sus seres queridos. Muchos llevaban meses sin saber de sus familiares y "era una época en la que no existían de los teléfonos celulares ni Internet", agrega.
Más de dos décadas de trabajo humanitario le han dejado miles de historias, pero concluye que todas, sin importar cómo han sucedido, le dejan una gran satisfacción personal. "Todo el trabajo ha valido la pena, con pequeñas cosas se han obtenido grandes resultados", dice Ricardo.