RD Congo: “La principal responsabilidad de abordar el problema de la violencia sexual es de las autoridades”
La prevención de la violencia sexual y la atención de quienes la han sufrido son los dos ejes de acción más importantes del CICR en esta temática tan delicada. Si bien hemos logrado avances, aún queda mucho por hacer.
Dialogamos con Fanny Buttigieg, delegada de salud mental y psicosocial en la República Democrática del Congo, para que nos explique la situación con mayor profundidad.
1. ¿Qué magnitud ha alcanzado el problema de la violencia sexual en el país?
Sabemos que la violencia sexual es un fenómeno que se ha extendido en el país a causa de los diversos y prolongados conflictos recurrentes. Todas las zonas donde tienen lugar los enfrentamientos están afectadas. Dada la presencia importante de grupos de oposición armados y de fuerzas armadas regulares en la provincia de Kivu Sur, no resulta extraño que, en 2017, los portadores de armas fueran responsables del 85 por ciento de los casos de violencia sexual registrados allí.
Creemos que las víctimas pueden sufrir este tipo de violencia en cualquier momento –camino al mercado, en el campo o, incluso, en su domicilio– y, con frecuencia, otros acontecimientos recrudecen el horror de la experiencia cuando, por ejemplo, los hijos presencian el hecho, secuestran o ejecutan al marido o las propias víctimas son torturadas o mutiladas.
Por si fuera poco, la víctima a menudo es rechazada por su comunidad e, incluso, expulsada de su propia familia. Afortunadamente, a veces las personas más cercanas a la víctima expresan cierta solidaridad, pero no siempre es el caso. Otro elemento que debe tomarse en cuenta es el acceso a la atención médica, que es difícil en la mayoría de las regiones. El puesto sanitario más cercano puede encontrarse a varios kilómetros, carecer de los materiales y los medicamentos adecuados, y estar atendido por personal poco informado o capacitado para abordar esta problemática.
2. ¿Qué problemas sufren las víctimas de la violencia sexual?
En primer lugar, están las consecuencias físicas, por ejemplo, la posibilidad de contraer enfermedades como el VIH, quedar embarazada o sufrir una discapacidad permanente. En lo que respecta a las consecuencias psicológicas, pueden mencionarse el insomnio, la depresión, el temor constante y una autoestima extremadamente baja.
Además de los graves problemas que pueden sufrir las víctimas, la violencia sexual es una cuestión que afecta a las comunidades en su conjunto. Me refiero concretamente al riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual si no se recibe atención a tiempo, pero también a la ruptura del vínculo social a raíz de la estigmatización y el rechazo por parte de los familiares o la comunidad, lo cual agrava el aislamiento y el sufrimiento de las víctimas.
Todos estos obstáculos dificultan la recuperación de las víctimas de la violencia sexual y el regreso a sus actividades sociales y económicas habituales.
3. ¿Qué se puede hacer para combatir, o al menos atenuar, este problema?
La principal responsabilidad en lo que respecta a esta cuestión es de las autoridades –de todas las autoridades, sean civiles, militares o políticas. El Estado y sus representantes tienen la obligación de proteger a los ciudadanos y de garantizar su seguridad, su bienestar psicológico y su integridad física. La tarea es inmensa. En lo que concierne al CICR, estamos presentes en el terreno y trabajamos tanto para prestar asistencia a las víctimas como para sensibilizar a las autoridades sobre esta problemática. Hacemos todo lo posible por prevenir la comisión de hechos de violencia sexual y por aliviar el sufrimiento de las víctimas, que pueden ser mujeres, hombres, niñas o niños.
Nuestros equipos en el terreno se reúnen periódicamente con los portadores de armas y sus superiores. Al igual que en otros contextos, en la República Democrática del Congo, procuramos entablar un diálogo sobre el respeto de la población civil. A esto nos referimos cuando hablamos de labor de protección. Sensibilizamos a los portadores de armas sobre lo que el derecho internacional humanitario o, incluso, las costumbres locales establecen o prohíben en el marco de las operaciones para mantener el orden o de las operaciones militares. Cuando sabemos que se ha cometido un hecho de violencia sexual y tenemos una idea de quién es el autor, nos dirigimos a los comandantes superiores para que pongan fin al abuso. Dado que no deseamos comprometer nuestro acceso a las víctimas, este diálogo es íntegramente confidencial.
Asimismo, interactuamos con la población en general y con los dirigentes comunitarios, a fin de crear un entorno más favorable para la recuperación física y psicológica de las víctimas. Si bien lleva tiempo, creemos que es fundamental lograr un cambio en la mentalidad de las personas.
4. ¿Las víctimas de la violencia sexual necesitan atención específica?
Cuando se comete un hecho de violencia sexual, la clave es actuar rápidamente. Es indispensable que las víctimas acudan a un centro de salud dentro de las 72 horas posteriores a la agresión para recibir la atención adecuada y minimizar el riesgo de contraer una enfermedad de transmisión sexual o sufrir un embarazo no deseado. Después de ese plazo, las probabilidades de embarazo o de contraer el VIH aumentan notablemente.
En lo que respecta al apoyo psicológico, prestamos asistencia a numerosas asociaciones comunitarias que dirigen los que se conocen como "centros de escucha", que son lugares donde las personas reciben orientación y asesoramiento. Allí pueden acudir las víctimas de todo tipo de violencia, incluida la violencia sexual, y hablar con un agente psicosocial en forma absolutamente confidencial y gratuita. Estos agentes prestan asistencia psicológica y psicosocial y, de ser necesario, derivan a las víctimas al centro de salud más cercano. Cuanto más rápida sea la atención psicológica tras el hecho traumático, mayores serán las probabilidades de recuperación de la víctima.
En Kivu Sur, prestamos apoyo a doce centros de escucha y a toda una red de agentes y oficiales de enlace que funcionan como vínculo entre las comunidades, los dirigentes de las aldeas y los servicios de salud. Gracias a sus esfuerzos, las personas empiezan a comprender mejor el problema de la violencia sexual. Estos centros están supervisados por un equipo de psicólogos del CICR, que brindan apoyo técnico permanente.
En 2017, los centros de escucha prestaron asistencia a 2.175 víctimas de la violencia y organizaron casi 3.000 jornadas de sensibilización en las diversas comunidades. De las personas que se presentaron en los centros, el 88 por ciento eran mujeres o niñas, y el 54 por ciento de las víctimas de la violencia sexual acudieron a un centro dentro de las 72 horas posteriores al hecho, lo que permitió una derivación médica oportuna.
Sin embargo, no todas las víctimas buscan ayuda y, lamentablemente, no podemos llegar hasta todos los individuos que han sufrido violencia. Las estadísticas no brindan una idea precisa de la cantidad de personas que necesitan nuestra ayuda. No obstante, sabemos que nuestra labor es absolutamente indispensable en el país.