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Editorial. México y América Central: problemas humanitarios entre lo estructural y lo urgente

Por Olivier Dubois, jefe de la delegación del CICR para México y América Central

La violencia en nuestra región es persistente, histórica, sus causas son de hondo calado y es también una realidad de cada día: genera diario nuevas víctimas que necesitan ser atendidas de forma inmediata. En ese difícil equilibrio entre lo estructural y lo urgente, entre atacar un problema que requiere soluciones de largo plazo y atender y mitigar las consecuencias humanitarias permanentes que genera, trabajamos como CICR en México y América Central.

Llegué por primera vez a esta región en 2015 a coordinar el programa del CICR en favor de las personas desaparecidas y sus familiares: muchas familias buscaban a sus seres queridos desde hacía varios años y probablemente aún lo hagan; otras luchaban por entender las complejidades del sistema para activar mecanismos urgentes de búsqueda ante la desaparición reciente de un ser querido. Todas necesitaban atención y respuestas: lo estructural y lo urgente.

A mi regreso, en 2022, cuando asumí la jefatura de la delegación para la región, vi con esperanza algunos procesos que se consolidaban y que tenían el propósito de atacar esas causas estructurales de los problemas humanitarios. La promulgación de la Ley general de desaparición en México, la creación de instituciones y de protocolos en diversos temas son un buen ejemplo de esto. Sin embargo, también vi con impotencia cómo muchos de los problemas humanitarios del pasado continuaban presentes con los mismos patrones e, incluso, se habían recrudecido: la migración y el desplazamiento interno a causa de la violencia, la separación de familias, las desapariciones, las amenazas, las comunidades atrapadas entre el fuego sin acceso a servicios básicos como salud y educación, entre otras.

La continuidad y persistencia de la violencia reduce oportunidades y diezma la esperanza de millones de personas. Esto invita a organizaciones como el CICR a la reflexión sobre nuestro rol: tenemos una gran experiencia, más de 160 años, en responder de manera eficiente a crisis humanitarias generadas por conflictos armados y violencia en diferentes lugares del mundo y en adaptar nuestra acción humanitaria a las particularidades de los países.

Después de estar muchos años en diversos contextos, sabemos también que necesitamos fortalecer el trabajo con múltiples actores para construir soluciones estructurales a largo plazo, esas que previenen nuevos dolores. Son los Estados los que tienen la responsabilidad de evitar nuevas víctimas y atender a las actuales: nuestro rol, al acompañar la respuesta humanitaria, demanda un trabajo permanente con víctimas, autoridades y otras organizaciones para sumar y multiplicar en enfrentar esas causas históricas.

El trabajo conjunto con otras organizaciones, en especial las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja, el acompañamiento a las familias y las víctimas, la creación de entornos más favorables al respeto a los derechos humanos y el fortalecimiento de la respuesta estatal fue y sigue siendo parte del enfoque del CICR para abordar esas causas estructurales de estas problemáticas: sabemos que se necesitan cambios profundos, instituciones que respondan, marcos jurídicos que protejan la vida y la dignidad de las personas, que prevengan nuevas violencias y permitan a las víctimas acceder a sus derechos. Sabemos también que se necesita la voluntad política para que esto se logre y por esto mantenemos un diálogo confidencial, de incidencia y capacitación con las autoridades responsables de estos temas.

También hay que actuar para ayudar a las personas que enfrentan las consecuencias humanitarias inmediatas: una persona desplazada que deja todo atrás y necesita medios para subsistir en un nuevo lugar, un familiar de una persona desaparecida que necesita urgentemente recibir atención psicológica y desplegar mecanismos de búsqueda inmediata, una persona migrante que falleció en la ruta y cuyos restos deben ser repatriados para recibir una sepultura digna al lado de los suyos. Trabajamos a diario para mitigar el dolor que generan estos problemas profundos, pero nuestra acción es estrictamente humanitaria y la respuesta que podemos brindar es solo un grano de arena en la estructuración de soluciones duraderas.

Con nuestros socios del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja tenemos experiencia en atender las más variadas crisis: respondemos de manera inmediata a conflictos armados y desastres naturales en muchos lugares del mundo, pero también estamos de manera permanente en las comunidades, tratando de crear entornos más humanos y respetuosos de la vida y la dignidad. Sabemos que nuestra sola presencia puede llevar muchas veces esperanza a comunidades afectadas por la violencia y disuadir indirectamente, en ocasiones, a quienes ejercen la violencia.

Las complejas y persistentes crisis y el ataque a las causas que las generan son un reto para los Estados, la diplomacia y para nosotros, los trabajadores humanitarios. Seguiremos trabajando de la mano de las autoridades, la sociedad civil, comunidades, víctimas y nuestros socios del Movimiento para mitigar el sufrimiento diario, pero también para contribuir a construir soluciones a esas causas que subyacen a la violencia y que hipotecan la vida de tantos ciudadanos al reducir sus oportunidades, su dinamismo y su esperanza.

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