El pueblo de Oleksandrivka, al sudoeste de Donetsk, ha sufrido graves daños por los reiterados bombardeos. El derecho internacional humanitario prohíbe atacar zonas residenciales, pero se han destruido viviendas en el centro del pueblo. Gran parte de la población ha huido. A los que se han quedado les cuesta sobrevivir a las duras condiciones del invierno en viviendas dañadas, sin instalaciones adecuadas ni servicios públicos.
El pueblo tiene la mala suerte de estar entre las posiciones del Gobierno ucraniano y las de los combatientes opositores. Antes del conflicto vivían aquí más de 4.000 personas. Desde mediados del año pasado, alrededor del 40% de la población ha huido, principalmente a Donetsk. Algunos regresan cada cierto tiempo, para ver sus casas y visitar a sus familiares.
Valentina, de 74 años de edad, es viuda desde mediados de 2014. A finales de enero de este año, un misil impactó en el porche delantero de su casa y rompió todas las ventanas cuando estaba en el salón. La casa quedó parcialmente destruida. Durante varias semanas no tuvo electricidad y, cuando se restableció el servicio, solo tenía electricidad un día por semana. Como los demás habitantes de Oleksandrivka, tiene que utilizar carbón tanto para calentarse como para cocinar. A Valentina le cuesta sobrevivir sola. Con lágrimas en los ojos, nos dice: “Nos llevó diez años construir esta casa. ¡No entiendo por qué está pasando todo esto!”.
La mayoría de los edificios de Oleksandrivka han sufrido daños graves o están completamente destruidos, y casi la mitad de los habitantes del pueblo han huido. El CICR ha distribuido lonas impermeables y láminas de plástico para que la población pueda hacer reparaciones temporales. Los civiles a menudo pagan un precio muy alto en los conflictos armados. El derecho internacional humanitario prohíbe utilizar armamento explosivo pesado en zonas con alta densidad de población, por sus efectos indiscriminados. El DIH también requiere que las partes en conflicto se abstengan de causar daños a las personas civiles y a los edificios y otros bienes de carácter civil.
Cincuenta personas utilizan el sótano de la escuela del pueblo como refugio de los enfrentamientos. El sótano no tiene instalaciones sanitarias, pero algunas personas viven allí por miedo a que en cualquier momento vuelvan a producirse bombardeos.
Los bombardeos constantes han causado daños a la escuela del pueblo, que lleva meses cerrada. Utilizar armas en zonas habitadas no solo pone en peligro la vida de las personas civiles, sino que también tiene una serie de consecuencias indirectas a largo plazo, como impedir que los niños vayan a la escuela. Las instalaciones para niños merecen especial protección durante las hostilidades, pero, a pesar de los esfuerzos de profesores con gran dedicación, miles de niños ucranianos no pueden ir a la escuela.
El acuerdo de cese de las hostilidades que se firmó en Minsk el 15 de febrero ha permitido al CICR y otras organizaciones humanitarias llegar a zonas a las que no tenían acceso desde hacía tiempo. Pese al peligro, el personal del CICR trabaja en Oleksandrivka y otros lugares a ambos lados del frente, para distribuir ayuda muy necesaria. La Institución da ayuda especial a los jubilados, las personas con discapacidades y las familias con niños. Casi 1.700 personas de Oleksandrivka han recibido paquetes de alimentos y más de 300 familias con niños han recibido artículos de higiene.
El reciente cese de las hostilidades trajo la esperanza de un retorno a la vida normal, después de varias semanas de duros enfrentamientos. Los equipos humanitarios pueden ahora volver a llegar a las personas que necesitan ayuda, aunque algunas zonas todavía están aisladas. La destrucción es de una escala sin precedentes, y el conflicto ha tenido un efecto devastador en la atención sanitaria, la educación y la infraestructura pública.
La población necesita desesperadamente alimentos, agua, medicamentos, electricidad y alojamiento. El personal del CICR trabaja sin descanso a ambos lados del frente. A finales de febrero, la fotógrafa francesa Capucine Granier-Deferre fue con uno de nuestros equipos a un pueblo cerca del frente.